La corrupción lógica
La verdadera muestra de encontrarse ante un auténtico maestro no es un despliegue aparentemente inconmensurable de conocimientos, sino el virtuosismo de hacer las preguntas oportunas. No sólo por la exhortación que ello supone para otros a conocer, sino porque el avance que la pregunta supone, condensa en realidad todo el conocimiento que sirve de base para poder avanzar.
Es por ello que progresar no puede ser un acto más conservador y que el progreso, que es sólo su forma, depende del valor que puede ser contingente. Para que no lo sea, no hay como revisar lo que se es, repasar lo que se ha conservado, y más si de ello depende algo tan fundamental como nuestras formas de gobierno. Y de lo mejor que se puede leer sobre formas de gobierno y su evolución, es “La demagogia o el rapto de la democracia” de Emilio Suñé Llinás, un, mi, verdadero maestro.
¿Y cuál sería la pregunta pertinente que actúa a forma de espoleta, al tiempo que recoge o refiere lo que se debe saber sobre formas de gobierno tanto puras como su degeneración? Aquella que apunta a la forma de salir del ciclo en un momento como el actual de estricta corrupción general. La degeneración como valor. Algo como responder a, ¿es posible una forma de gobierno bien mixta, bien distinta, a una demagogia que se presenta como una democracia?
Y tres son, al menos, las cuestiones a las que atender. A saber:
1º La constitución de lo jurídico. O lo que es lo mismo, de lo social. Es lo mismo porque a nivel lógico, no es más que la cesión de los niveles de utilidad individual en razón de una cooperación que hace razonable la cesión. No hace falta definir la finalidad para entender el fenómeno: una norma que recoge cesión de lo individual para hacer posible lo colectivo. Por ello no hay diferencia a este nivel lógico, entre lo jurídico y lo social. En términos de Hayek, entre todo fenómeno de naturaleza cataláctica.
2º Si hay algo que se constituye, quién lo hace y, por tanto, cómo lo hace. Siguiendo en el plano lógico, no puede haber una lógica anterior al plano lógico desde el que habla. No en la lógica de la acción. Por tanto, los individuos a nivel lógico adquieren relevancia en retrospectiva. Desde la óptica de lo formado. Sería responder a, ¿cómo es quien constituye lo jurídico? Es un individuo que está vivo, libre en tanto en cuanto es uno sólo sin los demás, es íntegro en cuerpo, mente y espíritu y con una capacidad de transformación del entorno que, en dicha retrospectiva, se llama propiedad. Este sería, a un nivel lógico, el contenido básico y verdadero de los Derechos Humanos, de los derechos por el hecho de ser hombre y atención a su naturaleza de la que el propio hombre poco puede decir, si no es en su aspecto formal: vida, libertad, integridad y propiedad. De ahí, todas sus manifestaciones.
3º Cómo hacer que lo especulativo, el valor, siga respetando el núcleo fundamental lógico, por así decirlo. El valor no deja de ser la repetición de las acciones condicionadas por la norma en atención a la consecución de una finalidad, que ordena la cooperación y que acaba siendo el contenido del ethos del grupo. El valor ético y moral. El problema estriba por tanto en armonizar el valor con el contenido esencial, lógico, cuando ya no existe una finalidad clara en el grupo o esta se descuenta.
El problema de la corrupción es capacidad infinita de creación de finalidades sobre la base del desconocimiento, primero del ethos y, antes, de la estructura lógica con finalidad que se repetía.
Por tanto, corrupción será, independientemente del sistema, aquella forma de gobierno que desconozca bien el contenido jurídico lógico del individuo, el de la norma que responde a la finalidad y que los clásicos como Aristóteles identificaban con el bien común, o la creación de finalidades con utilidades distintas a lo que hace razonable seguir perteneciendo al grupo, cediendo parte de la libertad.
Como diría Hayek, “Prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático carente de liberalismo”.
La respuesta a la pregunta de Suñé Llinás, tiene, a mi modo de entender, una respuesta clara: la democracia no es un fin en sí misma. La estructura lógica, sí. Créense los valores y finalidades que se quieran, que ninguna tendrá cabida si no es de acuerdo con la vida, la libertad, la integridad y la propiedad. Esa es nuestra verdadera constitución y todo lo demás, pura y siempre corrupción.
Javier Muñoz de la Cuesta. Profesor del Dpto. de Derecho Internacional, E. y Filosofía del Derecho, de la Universidad Complutense.
Es por ello que progresar no puede ser un acto más conservador y que el progreso, que es sólo su forma, depende del valor que puede ser contingente. Para que no lo sea, no hay como revisar lo que se es, repasar lo que se ha conservado, y más si de ello depende algo tan fundamental como nuestras formas de gobierno. Y de lo mejor que se puede leer sobre formas de gobierno y su evolución, es “La demagogia o el rapto de la democracia” de Emilio Suñé Llinás, un, mi, verdadero maestro.























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