Viernes, 05 de Diciembre de 2025

Actualizada Viernes, 05 de Diciembre de 2025 a las 09:53:01 horas

EMILIO SUÑÉ
Viernes, 05 de Diciembre de 2025

Destrucción de la ética y demolición del Estado

Recordemos de nuevo a Montesquieu: “El principio de la democracia se corrompe no sólo cuando se pierde el sentido de la igualdad, sino también cuando se adquiere el sentido de igualdad extremada. El pueblo cae en esta desgracia, cuando aquellos en quienes confía tratan de corromperlo, para ocultar de este modo su propia corrupción. No habremos de asombrarnos de que los votos se den por dinero. No se puede dar mucho al pueblo sin sacar aún más de él, pero para hacerlo hay que derribar al Estado.”


Este artículo es indisociable del anterior. Empieza donde terminaba el otro, con las consecuencias de la demagogia, que siempre redunda en tiranía y más allá. Este es el ciclo de las formas de gobierno que ya describieron, en Roma, Polibio y Cicerón y que los ideólogos de la post Revolución Francesa pretendieron convencernos de que no existía, que todo culminaba con la Democracia. Pero como vemos en nuestros días, y en todo el mundo, nada ha cambiado. Si la Democracia no se cuida, si los políticos corruptos le arrebatan su virtud, y con ella la del pueblo, la Democracia degenera en demagogia y la demagogia en tiranía. En ese punto estamos.
 
A quién no le gusta el Estado Social, el Estado del Bienestar, que tiene fundamentos razonables que yo he defendido con fervor; pero cuando el Estado Social cae en manos de los demagogos, si no ha sido creado directamente por ellos, no busca la igualdad, sino el voto cautivo, que redunda en tiranía. Es un vicio de origen: el fundamento del Estado Social está en la Constitución Mexicana de 1917 y la Constitución Alemana de Weimar de 1919, que fue la Constitución de la máquina de hacer billetes, de la hiperinflación, con sus secuelas de miseria y surgimiento del monstruo, Hitler, que ganó las elecciones en 1933, e instauró el totalitarismo. La mexicana de 1917, que reformada aún sigue vigente, es la Constitución de Lázaro Cárdenas, fundador del PRI, la llamada “dictadura perfecta”, tanto, que parecía haberse ido y ha regresado.
 
El mayor mecanismo es la compra de votos, propia del caciquismo, aunque los caciques de la Restauración, los pagaban de su bolsillo, y ahora salen de los impuestos a la clase productiva, que como su nombre indica son “impuestos”, para mantener a la casta parasitaria de arriba, con voto subsidiado, y por tanto cautivo, cuando no directamente importado de fuera, a través de una política demencial e inasumible de “open borders”. Como decía Montesquieu: “la democracia tiene que evitar dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la hace desembocar en la aristocracia, y el espíritu de igualdad extremada, que la llevará al despotismo de uno solo”.
 
¿Verdad Presidente, verdad ZP? Porque esto lleva a una espiral sin fin de la corrupción. Sí, ya sé que no sois los únicos. Peor me lo ponéis aún. Pero fuiste tú, ZP, quien quitó la publicidad de TVE, para regalar este inmenso mercado a las TV privadas, que así os comen de la mano. No sé si lo habréis podido mantener, porque tanta orgía de gasto conduce a la quiebra del Estado y yo no veo vuestra TV panfletaria, que sin embargo me obligáis a pagar, a boca de trabuco fiscal. Igual que regalasteis el canon digital a “los de la ceja”, para que os obsequien viscosos manifiestos, como lo hacen tantos otros estómagos agradecidos. Eduardo Punset, un político inteligente, al que conocí de cerca, decía: “un Estado que controle el 50% del PIB, tiene un poder de intimidación tal, que es incompatible con la libertad concreta”. Y sí, hay miedo. La gente, que está en silencio ante vuestro cúmulo de despropósitos, parece aborregada, pero la verdad es que tiene miedo. Antes, la propiedad territorial de los señores feudales acarreaba potestades jurisdiccionales. Del dominium, derivaba el imperium. Hoy el poder político, cuando se regodea en la corrupción, es una serpiente que lo asfixia y devora todo. Del imperium deriva el dominium. La corrupción nos lleva de regreso a la confusión del dominium con el imperium.
 
 
Emilio Suñé es catedrático de Filosofía del Derecho y Derecho Informático de la Universidad Complutense de Madrid.
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