Elena dio a luz a un hermoso niño (Memoria histórica de la España Victoriana)
Es curiosa la tendencia que tienen algunos hechos importantes de la historia a encriptar sus mensajes revolucionarios en códigos cifrados que tienen que ver con neonatos. Criptografía bastante justificada, pues la comparación entre el advenimiento de un cambio histórico con un parto es una metáfora bastante lógica.
El día 17 de julio 1936 —un día después de que Franco se sumara al Alzamiento nacional— el general Mola —el organizador de la sublevación militar— cursó el siguiente telegrama a los conjurados: «El pasado día 15, a las 4 de la mañana, Elena dio a luz un hermoso niño». El mensaje cifrado indicaba que la rebelión comenzaría el 18 julio a las cinco de la mañana en el Protectorado de Marruecos, mientras que las guarniciones militares de la península tenían que secundarla al día siguiente (15+4=19).
Por poner otro ejemplo, mientras estaba reunido con Stalin y Churchill en la conferencia de Postdam (julio-agosto de 1945), el presidente americano Harry Truman recibió un telegrama en clave que decía «Baby well born» —«El niño ha nacido bien»—, mediante el cual se le informaba de que el experimento con la bomba atómica que se había realizado en el desierto de Alamogordo (México) había sido un éxito. Siguiendo con este hilo argumental, la bomba que se lanzó sobre Hiroshima el 6 agosto recibió el nombre de «Little Boy».
Volviendo al telegrama de Mola, desconocemos el nombre del hermoso niño que tuvo Elena en los días previos al Alzamiento, pero seguro que se le podría bautizar con cualquiera de los nombres que significan «triunfo»: Víctor, Victoriano, o Victorino.
El nacimiento de Victoriano marcó el comienzo de una dictadura durante la que España fue un país en orden, en paz, con gran estabilidad y prosperidad, ya que la vida cotidiana en aquella época se regía por unos parámetros construidos sobre los valores tradicionales de la civilización cristiana, valores que daban seguridad a las personas, que creaban a su alrededor un universo armonioso donde la vida tenía sentido, ya que ésta se desarrollaba bajo un profundo sentido de la ley natural.
El niño que dio a luz Elena en julio de 1936 fue un hermoso niño, pues en aquel tiempo se tenía padre y madre, pues aún no estaban de moda los términos tan igualitarios y democráticos de «guardadores» y «progenitores». Las madres eran «mujeres embarazadas», y no «personas preñadas», como se nos quiere imponer hoy.
Así que todas las familias que había eran tradicionales, por lo que el mensaje no había dicho «hermos@ niñ@». Aunque, a decir verdad, en los tiempos actuales a lo mejor no hubiera habido necesidad de recurrir a esa frase con las arrobitas, ya que lo más postmoderno hubiera sido que Elena recurriera al aborto, pues entre los más de 100.000 abortos que se practican al año en España, no hubiese importado uno más. Pro, claro, eso tienen las dictaduras nacionalcatólicas, que prohíben el aborto, sin respetar el derecho de las mujeres que practican las democracias.
Las familias eran numerosas por lo general, pues aquella «dictadura» no estaba muy por la labor de la anticoncepción. Sin embargo, a pesar de que muchas familias eran numerosas, y de que la mayoría de las mujeres no trabajaban, muchos hogares tenían viviendas en propiedad en pocos años, porque en aquello tiempos la dictadura supuestamente atroz levantó muchas viviendas sociales, algo impensable en estos tiempos tan democráticos, en los que, trabajando los dos «guardadores», y teniendo solamente dos «criaturas» —o un perro, vete a saber— , los sueldos dan para muy poca cosa.
También en aquel tiempo tan franquista y facha era costumbre que los matrimonios no se divorciaran, pues estaba prohibido, con lo cual ya tenemos aquí el tercer hecho importante del alumbramiento de Elena: Victoriano se crio dentro de una familia estable y tradicional, formada por progenitores heterosexuales.
En la escuela a la que asistió Victoriano no había cuentos sobre princesitos ni principitas como ahora, en esta época tan moderna. Había crucifijos en las aulas, y castigos físicos, pero Victoriano jamás tuvo necesidad en la vida adulta de acudir a ningún psicólogo para superar aquellos traumas, ni supo de ningún compañero que necesitara terapia por aquella educación tan facha.
Para colmo, en la escuela victoriana la educación era tan sexista, que había centros para chicos y otros para chicas, hasta el punto de que Victoriano y sus compañeros la primera vez que compartieron aula con una mujer fue ya en la Universidad. Sin embargo, esto nunca les llevó a ningún trauma sexual, ni les provocó dificultades de relación con el sexo opuesto.
El silencio en las aulas se podía cortar con un cuchillo, y la disciplina era espartana, militar, absoluta, al igual que la obediencia y el respeto a los profesores. Por supuesto, en aquellos tiempos victorianos no se llevaba eso de la escuela laica y democrática, donde los alumnos tutean a sus mentores, y coleccionan partes, expedientes y suspensos, hasta conseguir títulos de «ninis cum laude». Y es que, según la posmodernidad, los castigos pueden traumatizar a los pobres infantes, y el ejercicio de la autoridad sobre ellos para que respeten un mínimo de normas puede ocasionarles frustraciones, como puede ocasionarles estrés el esfuerzo y el trabajo necesario para aprovechar en sus estudios.
La escuela era tan fascista, que tampoco nos daban en los centros de enseñanza ni preservativos ni pomadas anales y vaginales, productos democráticos con los que se democratiza el sexo.
Hoy en día no existe ese fascismo pedagógico, ya que los gamberros disruptivos son los amos del cotarro en los centros de enseñanza, incluso modelos a seguir, ya que muy posiblemente acabarán el día de mañana ostentando algún cargo público. Y es que es muy democrático que cada uno haga lo que quiera, no sea que se creen en los jóvenes traumas irreparables de los que tendremos que responder en el día del juicio.
Mención aparte es que la dictadura victoriana obligara a todos los centros a tener crucifijos en las aulas, y a rezar padresnuestros antes de empezar las clases. Hoy, sin embargo, tenemos instalaciones más democráticas, ya que, con que un solo padre proteste porque haya un crucifijo en un aula, éste se elimina de inmediato. Ya se sabe, pues en esto consiste la democracia: en que una sola persona puede más que muchas.
Cuando se trataba de entregarse al ocio, Victoriano y sus amigos organizaban decorosos guateques, que la posmodernidad progre en la que vivimos ahora calificaría de aburridos, ya que no había drogas, y el botellón todavía no se había inventado.
En la España victoriana la dictadura impuso a la gente una manera de vestir sosa y frailuna a más no poder, basada en el imperio del traje, la corbata, el cabello bien peinado, y las faldas bajo la rodilla, vestimenta muy alejada de la democratura actual, donde se puede tener la apariencia de un mendigo o un patibulario de Alcatraz, ya que cada cual puede hacer lo que democráticamente le venga en ganas.
Victoriano no tuvo problemas para encontrar un trabajo, pues poco paro había en aquel tiempo tan tiránico, pues, con aquella dictadura, en España había pleno empleo, y era casi imposible echar a un trabajador de una empresa, se le pagaban horas extras y no era raro que se le obsequiara con cestas de Navidad como aguinaldo.
Otro rasgo típico de la dictadura de aquellos tiempos era la xenofobia, por supuesto, y por eso en la época victoriana no hubo inmigración, ya que, al haber mucha natalidad, no nos hacía falta mano de obra extranjera, y todos los que nos encontrábamos en el transcurso de nuestra vida diaria eran personas con ocho apellidos españoles.
De ser un país sumido en un secular subdesarrollo, la España victoriana llegó a ser la octava potencia del mundo, sin apenas deuda pública, y con una presión fiscal muy leve, donde los impuestos eran indirectos en su mayoría —sin IVA y sin IRPF—.
Por cierto, en aquellos tiempos también se inventó la Seguridad Social, una de las más avanzadas del mundo según afirman los expertos en el tema. Cosas del fascismo.
Con su estabilidad laboral, Victoriano pudo sostener a una familia numerosa, aunque sin grandes lujos, claro. Y eso a pesar de que su mujer nunca trabajó. Todo eso era muy anticuado y machista, pues lo moderno es que se tengan dos hijos, trabaje la mujer, y que la familia apenas llegue a fin de mes.
Lo malo es que Victoriano no tenía libertades, pues en aquel tiempo España era una dictadura fascista que suprimió las libertades de asociación, reunión y expresión. Una pena, desde luego, y más si se compara con nuestra fabulosa democracia de ahora, donde puedes hacer y decir lo que te venga en gana sin que te pase nada, porque para eso están los derechos humanos, que protegen a los ciudadanos normales de los delitos de odio de la fachosfera, ámbito totalitario que predica el sacrificio, el trabajo, la responsabilidad, el honor, la fe cristiana, la familia tradicional y el amor a la Patria.
Amor que practicaba Victoriano, quien sentía un profundo vínculo afectivo con una geografía, con una historia, con una civilización, con un patrimonio cultural y espiritual que formaban parte de su vida. Quemar la bandera nacional y silbar el himno eran acciones que no estaban prohibidas, pues en la época victoriana los españoles amaban a su Patria una, grande y libre.
Sí: Elena dio a luz un hermoso niño. Ahora ya andamos por los niet@s, y éstos no son ya tan hermos@s, porque los tiempos cambian que es una barbaridad.
Confieso que conocí a Victoriano en aquellos tiempos, y que durante bastante tiempo no cultivé su amistad por tener pensamientos distintos. Sin embargo, ahora somos como hermanos, y puedo afirmar y afirmo que recuerdo aquellos tiempos de paz, orden, educación, respeto, imperio de la ley y la civilización cristiana con mucha felicidad, con cariño, con nostalgia…
Sí, recuerdo aquella época victoriana, la España de Franco, la época donde nuestra Patria sufrió la dictadura de la ley, la moral, el respeto, la autoridad, la disciplina, el trabajo, la paz, el esfuerzo, la educación, la fe católica, la ley natural, el orden, el patriotismo, y la reconciliación. QUE VIVA ESA ESPAÑA POR SIEMPRE.
Canal de Telegram: https://t.me/laureanobeni
Sitio web: https://losultimostiempos.es/
![[Img #166103]](https://madridpress.com/upload/images/11_2025/454_franco.png)
El día 17 de julio 1936 —un día después de que Franco se sumara al Alzamiento nacional— el general Mola —el organizador de la sublevación militar— cursó el siguiente telegrama a los conjurados: «El pasado día 15, a las 4 de la mañana, Elena dio a luz un hermoso niño». El mensaje cifrado indicaba que la rebelión comenzaría el 18 julio a las cinco de la mañana en el Protectorado de Marruecos, mientras que las guarniciones militares de la península tenían que secundarla al día siguiente (15+4=19).
Por poner otro ejemplo, mientras estaba reunido con Stalin y Churchill en la conferencia de Postdam (julio-agosto de 1945), el presidente americano Harry Truman recibió un telegrama en clave que decía «Baby well born» —«El niño ha nacido bien»—, mediante el cual se le informaba de que el experimento con la bomba atómica que se había realizado en el desierto de Alamogordo (México) había sido un éxito. Siguiendo con este hilo argumental, la bomba que se lanzó sobre Hiroshima el 6 agosto recibió el nombre de «Little Boy».
Volviendo al telegrama de Mola, desconocemos el nombre del hermoso niño que tuvo Elena en los días previos al Alzamiento, pero seguro que se le podría bautizar con cualquiera de los nombres que significan «triunfo»: Víctor, Victoriano, o Victorino.
El nacimiento de Victoriano marcó el comienzo de una dictadura durante la que España fue un país en orden, en paz, con gran estabilidad y prosperidad, ya que la vida cotidiana en aquella época se regía por unos parámetros construidos sobre los valores tradicionales de la civilización cristiana, valores que daban seguridad a las personas, que creaban a su alrededor un universo armonioso donde la vida tenía sentido, ya que ésta se desarrollaba bajo un profundo sentido de la ley natural.
El niño que dio a luz Elena en julio de 1936 fue un hermoso niño, pues en aquel tiempo se tenía padre y madre, pues aún no estaban de moda los términos tan igualitarios y democráticos de «guardadores» y «progenitores». Las madres eran «mujeres embarazadas», y no «personas preñadas», como se nos quiere imponer hoy.
Así que todas las familias que había eran tradicionales, por lo que el mensaje no había dicho «hermos@ niñ@». Aunque, a decir verdad, en los tiempos actuales a lo mejor no hubiera habido necesidad de recurrir a esa frase con las arrobitas, ya que lo más postmoderno hubiera sido que Elena recurriera al aborto, pues entre los más de 100.000 abortos que se practican al año en España, no hubiese importado uno más. Pro, claro, eso tienen las dictaduras nacionalcatólicas, que prohíben el aborto, sin respetar el derecho de las mujeres que practican las democracias.
Las familias eran numerosas por lo general, pues aquella «dictadura» no estaba muy por la labor de la anticoncepción. Sin embargo, a pesar de que muchas familias eran numerosas, y de que la mayoría de las mujeres no trabajaban, muchos hogares tenían viviendas en propiedad en pocos años, porque en aquello tiempos la dictadura supuestamente atroz levantó muchas viviendas sociales, algo impensable en estos tiempos tan democráticos, en los que, trabajando los dos «guardadores», y teniendo solamente dos «criaturas» —o un perro, vete a saber— , los sueldos dan para muy poca cosa.
También en aquel tiempo tan franquista y facha era costumbre que los matrimonios no se divorciaran, pues estaba prohibido, con lo cual ya tenemos aquí el tercer hecho importante del alumbramiento de Elena: Victoriano se crio dentro de una familia estable y tradicional, formada por progenitores heterosexuales.
En la escuela a la que asistió Victoriano no había cuentos sobre princesitos ni principitas como ahora, en esta época tan moderna. Había crucifijos en las aulas, y castigos físicos, pero Victoriano jamás tuvo necesidad en la vida adulta de acudir a ningún psicólogo para superar aquellos traumas, ni supo de ningún compañero que necesitara terapia por aquella educación tan facha.
Para colmo, en la escuela victoriana la educación era tan sexista, que había centros para chicos y otros para chicas, hasta el punto de que Victoriano y sus compañeros la primera vez que compartieron aula con una mujer fue ya en la Universidad. Sin embargo, esto nunca les llevó a ningún trauma sexual, ni les provocó dificultades de relación con el sexo opuesto.
El silencio en las aulas se podía cortar con un cuchillo, y la disciplina era espartana, militar, absoluta, al igual que la obediencia y el respeto a los profesores. Por supuesto, en aquellos tiempos victorianos no se llevaba eso de la escuela laica y democrática, donde los alumnos tutean a sus mentores, y coleccionan partes, expedientes y suspensos, hasta conseguir títulos de «ninis cum laude». Y es que, según la posmodernidad, los castigos pueden traumatizar a los pobres infantes, y el ejercicio de la autoridad sobre ellos para que respeten un mínimo de normas puede ocasionarles frustraciones, como puede ocasionarles estrés el esfuerzo y el trabajo necesario para aprovechar en sus estudios.
La escuela era tan fascista, que tampoco nos daban en los centros de enseñanza ni preservativos ni pomadas anales y vaginales, productos democráticos con los que se democratiza el sexo.
Hoy en día no existe ese fascismo pedagógico, ya que los gamberros disruptivos son los amos del cotarro en los centros de enseñanza, incluso modelos a seguir, ya que muy posiblemente acabarán el día de mañana ostentando algún cargo público. Y es que es muy democrático que cada uno haga lo que quiera, no sea que se creen en los jóvenes traumas irreparables de los que tendremos que responder en el día del juicio.
Mención aparte es que la dictadura victoriana obligara a todos los centros a tener crucifijos en las aulas, y a rezar padresnuestros antes de empezar las clases. Hoy, sin embargo, tenemos instalaciones más democráticas, ya que, con que un solo padre proteste porque haya un crucifijo en un aula, éste se elimina de inmediato. Ya se sabe, pues en esto consiste la democracia: en que una sola persona puede más que muchas.
Cuando se trataba de entregarse al ocio, Victoriano y sus amigos organizaban decorosos guateques, que la posmodernidad progre en la que vivimos ahora calificaría de aburridos, ya que no había drogas, y el botellón todavía no se había inventado.
En la España victoriana la dictadura impuso a la gente una manera de vestir sosa y frailuna a más no poder, basada en el imperio del traje, la corbata, el cabello bien peinado, y las faldas bajo la rodilla, vestimenta muy alejada de la democratura actual, donde se puede tener la apariencia de un mendigo o un patibulario de Alcatraz, ya que cada cual puede hacer lo que democráticamente le venga en ganas.
Victoriano no tuvo problemas para encontrar un trabajo, pues poco paro había en aquel tiempo tan tiránico, pues, con aquella dictadura, en España había pleno empleo, y era casi imposible echar a un trabajador de una empresa, se le pagaban horas extras y no era raro que se le obsequiara con cestas de Navidad como aguinaldo.
Otro rasgo típico de la dictadura de aquellos tiempos era la xenofobia, por supuesto, y por eso en la época victoriana no hubo inmigración, ya que, al haber mucha natalidad, no nos hacía falta mano de obra extranjera, y todos los que nos encontrábamos en el transcurso de nuestra vida diaria eran personas con ocho apellidos españoles.
De ser un país sumido en un secular subdesarrollo, la España victoriana llegó a ser la octava potencia del mundo, sin apenas deuda pública, y con una presión fiscal muy leve, donde los impuestos eran indirectos en su mayoría —sin IVA y sin IRPF—.
Por cierto, en aquellos tiempos también se inventó la Seguridad Social, una de las más avanzadas del mundo según afirman los expertos en el tema. Cosas del fascismo.
Con su estabilidad laboral, Victoriano pudo sostener a una familia numerosa, aunque sin grandes lujos, claro. Y eso a pesar de que su mujer nunca trabajó. Todo eso era muy anticuado y machista, pues lo moderno es que se tengan dos hijos, trabaje la mujer, y que la familia apenas llegue a fin de mes.
Lo malo es que Victoriano no tenía libertades, pues en aquel tiempo España era una dictadura fascista que suprimió las libertades de asociación, reunión y expresión. Una pena, desde luego, y más si se compara con nuestra fabulosa democracia de ahora, donde puedes hacer y decir lo que te venga en gana sin que te pase nada, porque para eso están los derechos humanos, que protegen a los ciudadanos normales de los delitos de odio de la fachosfera, ámbito totalitario que predica el sacrificio, el trabajo, la responsabilidad, el honor, la fe cristiana, la familia tradicional y el amor a la Patria.
Amor que practicaba Victoriano, quien sentía un profundo vínculo afectivo con una geografía, con una historia, con una civilización, con un patrimonio cultural y espiritual que formaban parte de su vida. Quemar la bandera nacional y silbar el himno eran acciones que no estaban prohibidas, pues en la época victoriana los españoles amaban a su Patria una, grande y libre.
Sí: Elena dio a luz un hermoso niño. Ahora ya andamos por los niet@s, y éstos no son ya tan hermos@s, porque los tiempos cambian que es una barbaridad.
Confieso que conocí a Victoriano en aquellos tiempos, y que durante bastante tiempo no cultivé su amistad por tener pensamientos distintos. Sin embargo, ahora somos como hermanos, y puedo afirmar y afirmo que recuerdo aquellos tiempos de paz, orden, educación, respeto, imperio de la ley y la civilización cristiana con mucha felicidad, con cariño, con nostalgia…
Sí, recuerdo aquella época victoriana, la España de Franco, la época donde nuestra Patria sufrió la dictadura de la ley, la moral, el respeto, la autoridad, la disciplina, el trabajo, la paz, el esfuerzo, la educación, la fe católica, la ley natural, el orden, el patriotismo, y la reconciliación. QUE VIVA ESA ESPAÑA POR SIEMPRE.
Canal de Telegram: https://t.me/laureanobeni
Sitio web: https://losultimostiempos.es/


























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.153