Y con él llegó el escándalo
La decisión estaba tomada desde el 31 de julio, que fue cuando avisó que no asistiría a la apertura del Año Judicial si al acto acudía el Fiscal General del Estado imputado y ya procesado por un supuesto delito de filtración de datos personales de Gonzalez Amador, novio de Isabel Diaz Ayuso.
Si esta humilde periodista hubiera estado a su lado, sin duda, habría aconsejado al señor Feijoo que asistiera. Se lo aconsejaría por dos razones. Primero, la institucionalidad del acto y del propio cargo del presidente del principal partido de España y, segundo, porque su ausencia restaba foco a lo realmente sustancial, al asunto de fondo que no es otro que la continuidad en el cargo del Fiscal General del Estado que, de acuerdo con las informaciones conocidas, está a un paso de sentarse en el banquillo.
Aun en el supuesto de que Garcia Ortiz resulte exonerado por el tribunal y fuera declarado inocente (lo es mientras no se demuestre lo contrario), el mero hecho de estar procesado es motivo bastante para la prudencia. Es la prudencia que aconseja dar un paso atrás, la que protege la institución y la que permitiría no contemplar un espectáculo inédito como es que un subordinado actúe de fiscal contra su jefe. Pero la prudencia ha brillado por su ausencia, tanto en el Fiscal General del Estado como en el propio Presidente del Gobierno, al lanzar serias acusaciones contra los jueces que se encargan de los asuntos de sus más próximos.
En este asunto hay opiniones para todos los gustos. Lo sorprendente es que, para aquellos que siempre encuentran justificación para cualquier declaración que se haga desde el Gobierno, se considere "gravisimo" que Feijoo no haya asistido, y algo casi irrelevante, que sí lo haga el Fiscal General del Estado que está al borde de sentarse en el banquillo.
La manga ancha con la que muchos, desde muchas instancias, están demostrando tener con todo, absolutamente todo, lo que haga y diga el Gobierno o el PSOE a veces roza lo patético, que lejos de beneficiar al Presidente o al PSOE no hacen más que ahondar en los errores de ambos.
En mi modesta opinión, Feijoo debería haber asistido. Le hubiera bastado con llegar el último e irse el primero, evitando así que durante muchas horas la presencia del Fiscal General del Estado haya pasado a segundo plano y el Gobierno no hubiera tenido la oportunidad de lanzar el discurso recurrente de que el PP es un partido de Estado que no cumple como tal. También en este punto hay opiniones para todos los gustos y todas legítimas.
Lo vulgar, lo simple, el consuelo de tontos es regodearse en la decisión de Feijoo, con el claro afán de, en manera diferida, seguir defendiendo lo indefendible como es la continuidad del Fiscal General del Estado en su puesto, el mismo que alertó de la necesidad de ganar el relato. No había presencia que blanqueara lo inblaqueable.
Si esta humilde periodista hubiera estado a su lado, sin duda, habría aconsejado al señor Feijoo que asistiera. Se lo aconsejaría por dos razones. Primero, la institucionalidad del acto y del propio cargo del presidente del principal partido de España y, segundo, porque su ausencia restaba foco a lo realmente sustancial, al asunto de fondo que no es otro que la continuidad en el cargo del Fiscal General del Estado que, de acuerdo con las informaciones conocidas, está a un paso de sentarse en el banquillo.
Aun en el supuesto de que Garcia Ortiz resulte exonerado por el tribunal y fuera declarado inocente (lo es mientras no se demuestre lo contrario), el mero hecho de estar procesado es motivo bastante para la prudencia. Es la prudencia que aconseja dar un paso atrás, la que protege la institución y la que permitiría no contemplar un espectáculo inédito como es que un subordinado actúe de fiscal contra su jefe. Pero la prudencia ha brillado por su ausencia, tanto en el Fiscal General del Estado como en el propio Presidente del Gobierno, al lanzar serias acusaciones contra los jueces que se encargan de los asuntos de sus más próximos.
En este asunto hay opiniones para todos los gustos. Lo sorprendente es que, para aquellos que siempre encuentran justificación para cualquier declaración que se haga desde el Gobierno, se considere "gravisimo" que Feijoo no haya asistido, y algo casi irrelevante, que sí lo haga el Fiscal General del Estado que está al borde de sentarse en el banquillo.
La manga ancha con la que muchos, desde muchas instancias, están demostrando tener con todo, absolutamente todo, lo que haga y diga el Gobierno o el PSOE a veces roza lo patético, que lejos de beneficiar al Presidente o al PSOE no hacen más que ahondar en los errores de ambos.
En mi modesta opinión, Feijoo debería haber asistido. Le hubiera bastado con llegar el último e irse el primero, evitando así que durante muchas horas la presencia del Fiscal General del Estado haya pasado a segundo plano y el Gobierno no hubiera tenido la oportunidad de lanzar el discurso recurrente de que el PP es un partido de Estado que no cumple como tal. También en este punto hay opiniones para todos los gustos y todas legítimas.
Lo vulgar, lo simple, el consuelo de tontos es regodearse en la decisión de Feijoo, con el claro afán de, en manera diferida, seguir defendiendo lo indefendible como es la continuidad del Fiscal General del Estado en su puesto, el mismo que alertó de la necesidad de ganar el relato. No había presencia que blanqueara lo inblaqueable.
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