El Dios del ateo Javier Cercas
"Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante., un racionalista contumaz, un impío riguroso. Pero aquí me tienen. Volando en dirección a Mongolia, con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. Para eso me he embarcado en este avión, para preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta. He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo".
Así comienza el libro de Javier Cercas "El loco de Dios en el fin del mundo" que me he leído este verano. No todo va a ser polìtica. Es más, es imprescindible descansar de la polìtica antes de que la polìtica acabe con nuestra paciencia y nuestro aguante. Hay que estar loco para que alguien en el Vaticano tuviera la ocurrencia de encargar a un ateo militante, aunque también un grandísimo escritor, un libro sobre el viaje del papa Francisco a Mongolia, su último viaje antes del definitivo. Sin condiciones, con las puertas del Vaticano abiertas, con absoluta libertad para preguntar y para escribir. Cercas no hubiera aceptado otras condiciones. Y creo que su libro es uno de los mejores relatos sobre Francisco -su verdad, su ambigüedad, sus contradicciones, su historia antigua y reciente-, pero, sobre todo, el mejor libro que he leído en muchos años sobre el impagable e increíble trabajo de los misioneros católicos por el mundo y sobre el cristianismo de ayer y de hoy.
Yo no sé si Javier Cercas ha vuelto de ese viaje y de este libro creyendo en Dios. El confiesa que no, que sigue siendo ateo, pero en este libro está el Dios en el que creemos la mayoría de los cristianos mucho mejor reflejado que por muchos escritores o periodistas creyentes. Son interesantes sus entrevistas en el Vaticano con algunos de los hombres y mujeres -todavía pocas, pero muchas más que hace nada- que mandan en el Vaticano. Pero el relato del viaje a Mongolia y sus conversaciones y vivencias con los misioneros de todas las nacionalidades que están dejando su vida en el último rincón del mundo por amor a los más vulnerables, a los más débiles, a los sin hogar, a los mayores que viven fuera del sistema de salud y carecen de protección, a los alcohólicos, a los despreciados por todos, es impresionante.
"Ese amor sin condiciones que nos compromete o nos impulsa a entregar la vida a los otros y que en ese acto de entrega radical nos salva", en palabras de Francisco. No es sólo en Mongolia. En cualquier lugar donde hay un misionero, hay un amor incondicional al género humano, hay un Cristo acogedor. No me sorprende que éste sea uno de los libros más vendidos del año. Lo merece. Pocos como Cercas son capaces de recoger con libertad absoluta y desde la increencia "la paradoja nuclear de la revolución liderada por Cristo", el escándalo de una fe vivida desde la entrega absoluta. El final del libro es emocionante y sorprende. Hay que leerlo entero.
Este Cercas que dice que sigue siendo ateo, ha vuelto, creo, con una sensibilidad diferente y con una mirada nueva a lo que es el mensaje de Cristo. Hace unas semanas, en un artículo en El País comentaba otro escándalo, el del cura de Valdepeñas que denunció en misa las condiciones en que viven los inmigrantes empleados en los campos de la zona y exigió que nadie se aproveche ni abuse de ellos.
"Si el jornal son ocho horas, dijo, son ocho horas, no doce. Y si son doce, se pagan horas extra". Y que hay que darles de alta en la Seguridad Social. Y un techo digno. Jesucristo puro. Y Cercas lo ha entendido: "lo que uno no puede es decir que es cristiano y no ponerse de parte de los pobres y los indefensos". Y por si no fuera suficiente, termina así: "el escándalo no es lo que ha dicho el cura de Valdepeñas; el escándalo es que sea un escándalo lo que dijo el cura de Valdepeñas". Yo no sé si Javier Cercas volvió de Mongolia creyendo en Dios o sigue siendo un impío riguroso. Pero lo que dice me parece mucho más cristiano que lo que dicen o escriben otros que se consideran cristianos pata negra.
Así comienza el libro de Javier Cercas "El loco de Dios en el fin del mundo" que me he leído este verano. No todo va a ser polìtica. Es más, es imprescindible descansar de la polìtica antes de que la polìtica acabe con nuestra paciencia y nuestro aguante. Hay que estar loco para que alguien en el Vaticano tuviera la ocurrencia de encargar a un ateo militante, aunque también un grandísimo escritor, un libro sobre el viaje del papa Francisco a Mongolia, su último viaje antes del definitivo. Sin condiciones, con las puertas del Vaticano abiertas, con absoluta libertad para preguntar y para escribir. Cercas no hubiera aceptado otras condiciones. Y creo que su libro es uno de los mejores relatos sobre Francisco -su verdad, su ambigüedad, sus contradicciones, su historia antigua y reciente-, pero, sobre todo, el mejor libro que he leído en muchos años sobre el impagable e increíble trabajo de los misioneros católicos por el mundo y sobre el cristianismo de ayer y de hoy.
Yo no sé si Javier Cercas ha vuelto de ese viaje y de este libro creyendo en Dios. El confiesa que no, que sigue siendo ateo, pero en este libro está el Dios en el que creemos la mayoría de los cristianos mucho mejor reflejado que por muchos escritores o periodistas creyentes. Son interesantes sus entrevistas en el Vaticano con algunos de los hombres y mujeres -todavía pocas, pero muchas más que hace nada- que mandan en el Vaticano. Pero el relato del viaje a Mongolia y sus conversaciones y vivencias con los misioneros de todas las nacionalidades que están dejando su vida en el último rincón del mundo por amor a los más vulnerables, a los más débiles, a los sin hogar, a los mayores que viven fuera del sistema de salud y carecen de protección, a los alcohólicos, a los despreciados por todos, es impresionante.
"Ese amor sin condiciones que nos compromete o nos impulsa a entregar la vida a los otros y que en ese acto de entrega radical nos salva", en palabras de Francisco. No es sólo en Mongolia. En cualquier lugar donde hay un misionero, hay un amor incondicional al género humano, hay un Cristo acogedor. No me sorprende que éste sea uno de los libros más vendidos del año. Lo merece. Pocos como Cercas son capaces de recoger con libertad absoluta y desde la increencia "la paradoja nuclear de la revolución liderada por Cristo", el escándalo de una fe vivida desde la entrega absoluta. El final del libro es emocionante y sorprende. Hay que leerlo entero.
Este Cercas que dice que sigue siendo ateo, ha vuelto, creo, con una sensibilidad diferente y con una mirada nueva a lo que es el mensaje de Cristo. Hace unas semanas, en un artículo en El País comentaba otro escándalo, el del cura de Valdepeñas que denunció en misa las condiciones en que viven los inmigrantes empleados en los campos de la zona y exigió que nadie se aproveche ni abuse de ellos.
"Si el jornal son ocho horas, dijo, son ocho horas, no doce. Y si son doce, se pagan horas extra". Y que hay que darles de alta en la Seguridad Social. Y un techo digno. Jesucristo puro. Y Cercas lo ha entendido: "lo que uno no puede es decir que es cristiano y no ponerse de parte de los pobres y los indefensos". Y por si no fuera suficiente, termina así: "el escándalo no es lo que ha dicho el cura de Valdepeñas; el escándalo es que sea un escándalo lo que dijo el cura de Valdepeñas". Yo no sé si Javier Cercas volvió de Mongolia creyendo en Dios o sigue siendo un impío riguroso. Pero lo que dice me parece mucho más cristiano que lo que dicen o escriben otros que se consideran cristianos pata negra.
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