Habla el presidente de la cuarta potencia de la UE
Sinceramente, hubiese esperado que de la entrevista -tan infrecuente- al presidente del Gobierno hubiesen salido algunos titulares de mayor trascendencia que las acusaciones de Pedro Sánchez a ciertos jueces que persiguen a sus familiares o que la reiteración, faltaría más, de que presentará los Presupuestos.
Creo que en ningún país de las democracias occidentales hubiese sido pertinente algo que aquí sí lo era: la pregunta de si el primer ministro iba o no a presentar los Presupuestos, tras no haberlo hecho en los dos años anteriores. Pues faltaría más, dirían en Alemania, Francia o el Reino Unido, países todos ellos por lo visto extraños en los que las cuentas públicas se presentan anualmente, como es preceptivo.
Son anomalías de la política española, que afectan, claro, al periodismo. Como interrogar al presidente acerca de su apoyo al encausado fiscal general del Estado, entre otras cosas. Estuvo bien preguntarlo, porque había que hacerlo, desde luego. Lo que me chirría es que haya que hacer tales preguntas en un país democrático, y que esos sean los titulares de la primera entrevista que el presidente del Gobierno concedía a cualquier medio periodístico en más de un año. Porque...
Porque Pedro Sánchez es el jefe del Gobierno de la que se considera cuarta potencia de la Unión Europea. Y la entrevista se celebraba un día después de que el presidente chino alterase el orden mundial estableciendo una alianza pública con la India y con Rusia, en un claro desafío a Occidente por parte de tres países que entre ellos suman un total de tres mil millones de personas, sin contar a los restantes miembros del grupo BRIC aliados con ellos. Yo creo que Sánchez, cuya pérdida de influencia en la Unión Europea y en el concierto occidental es patente, sobre todo a raíz de sus públicas discrepancias con Trump, bien podría haberse referido a una cuestión como esta, que va a afectar a nuestras vidas de manera decisiva: ha nacido un nuevo orden mundial y nosotros aquí, con el juez Peinado.
O bien podría haberse referido Sánchez a otro hecho a mi modo de ver trascendental que ocurrió el mismo día en el que era entrevistado por TVE: un presunto atentado, claramente atribuible y atribuido a Rusia, contra el avión en el que viajaba la presidenta de la Unión Europea, Úrsula von der Leyen. Alterar el GPS del avión es más que un sabotaje o una advertencia: es casi una declaración de guerra a la UE, aunque en Bruselas han procurado no dramatizar demasiado sobre tan peligroso hecho, no vaya a ser que el oso ruso, que por supuesto niega la autoría del hecho, se enfade en exceso.
Que no digo yo -todo lo contrario- que el presidente del Gobierno de España no fuese obligado a responder, si es que se considera que respondió, sobre cuestiones familiares, de las corruptelas de su partido, o acerca de sus incumplimientos constitucionales. Lo que estoy diciendo es que, salpicada la actualidad política española de casos que afectan de una u otra manera a nombres como Abalos, Koldo, Cerdán o, en otro orden de cosas, a Begoña Gómez o al hermano del presidente, apenas queda espacio en una entrevista periodística para hablar de la mala marcha del mundo y de unas mudanzas que tendrán una enorme incidencia en lo que nos vaya a ocurrir de aquí a 2050, cuando les toque a nuestros hijos y nietos gerenciar el país. Pero claro, aquí ¿quién está pensando en nuestros hijos y nietos, cuando el horizonte se acaba en el verano de 2027?
Creo que en ningún país de las democracias occidentales hubiese sido pertinente algo que aquí sí lo era: la pregunta de si el primer ministro iba o no a presentar los Presupuestos, tras no haberlo hecho en los dos años anteriores. Pues faltaría más, dirían en Alemania, Francia o el Reino Unido, países todos ellos por lo visto extraños en los que las cuentas públicas se presentan anualmente, como es preceptivo.
Son anomalías de la política española, que afectan, claro, al periodismo. Como interrogar al presidente acerca de su apoyo al encausado fiscal general del Estado, entre otras cosas. Estuvo bien preguntarlo, porque había que hacerlo, desde luego. Lo que me chirría es que haya que hacer tales preguntas en un país democrático, y que esos sean los titulares de la primera entrevista que el presidente del Gobierno concedía a cualquier medio periodístico en más de un año. Porque...
Porque Pedro Sánchez es el jefe del Gobierno de la que se considera cuarta potencia de la Unión Europea. Y la entrevista se celebraba un día después de que el presidente chino alterase el orden mundial estableciendo una alianza pública con la India y con Rusia, en un claro desafío a Occidente por parte de tres países que entre ellos suman un total de tres mil millones de personas, sin contar a los restantes miembros del grupo BRIC aliados con ellos. Yo creo que Sánchez, cuya pérdida de influencia en la Unión Europea y en el concierto occidental es patente, sobre todo a raíz de sus públicas discrepancias con Trump, bien podría haberse referido a una cuestión como esta, que va a afectar a nuestras vidas de manera decisiva: ha nacido un nuevo orden mundial y nosotros aquí, con el juez Peinado.
O bien podría haberse referido Sánchez a otro hecho a mi modo de ver trascendental que ocurrió el mismo día en el que era entrevistado por TVE: un presunto atentado, claramente atribuible y atribuido a Rusia, contra el avión en el que viajaba la presidenta de la Unión Europea, Úrsula von der Leyen. Alterar el GPS del avión es más que un sabotaje o una advertencia: es casi una declaración de guerra a la UE, aunque en Bruselas han procurado no dramatizar demasiado sobre tan peligroso hecho, no vaya a ser que el oso ruso, que por supuesto niega la autoría del hecho, se enfade en exceso.
Que no digo yo -todo lo contrario- que el presidente del Gobierno de España no fuese obligado a responder, si es que se considera que respondió, sobre cuestiones familiares, de las corruptelas de su partido, o acerca de sus incumplimientos constitucionales. Lo que estoy diciendo es que, salpicada la actualidad política española de casos que afectan de una u otra manera a nombres como Abalos, Koldo, Cerdán o, en otro orden de cosas, a Begoña Gómez o al hermano del presidente, apenas queda espacio en una entrevista periodística para hablar de la mala marcha del mundo y de unas mudanzas que tendrán una enorme incidencia en lo que nos vaya a ocurrir de aquí a 2050, cuando les toque a nuestros hijos y nietos gerenciar el país. Pero claro, aquí ¿quién está pensando en nuestros hijos y nietos, cuando el horizonte se acaba en el verano de 2027?
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