La apertura del año demencial, digo judicial
Conste que no prejuzgo culpabilidades (ni inocencias), pero debemos reconocer que la apertura del año judicial el viernes, a la que tradicionalmente asiste el Rey, con un fiscal general del Estado encausado, es algo inédito en los anales de este país nuestro, por lo demás repleto de acontecimientos que no tenían precedentes.
Todo hace pensar que esta atípica inauguración del curso en las muy revueltas y turbias aguas togadas es un símbolo (más) del período demencial que nos espera y al que este lunes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tratará de dotar de un barniz de normalidad en su primera entrevista en más de un año, que tendrá lugar en TVE de la mano de Pepa Bueno.
Pero es patente que aquí y ahora podemos hablar de cualquier cosa menos de normalidad. Sin ir más lejos, en dos semanas deberá comparecer ante el juez, si este no lo aplaza, la esposa del presidente, Begoña Gómez, inaugurando una ristra de protagonismos ante los tribunales. Y, por mucho que la iniciativa del juez Peinado 'versus' Begoña Gómez parezca penalmente excesiva, lo cierto es que añade un clavo más al ataúd político que Sánchez se resiste a asumir. De ahí su ofensiva mediática, nacional e internacional, en el retorno: desde un acto por el pacto medioambiental hasta un viaje al 10 de Downing Street para presentarse ante el primer ministro británico como el adalid europeo frente a los excesos de Trump y los asesinatos de Netanyahu.
Lo primero nos puede costar caro, porque desde Washington llegan serias advertencias contra la 'rebeldía' española en la OTAN y en cuestiones latinoamericanas. Para no hablar del tema Israel, que se venga dejándonos sin la información del Mossad, entre otras cosas. Todo ello dificulta, sin duda, la posición de Sánchez, que no ha querido seguir la senda marcada por el alemán Scholtz, por los portugueses Costa y Montenegro y, ahora, por el francés Bayrou: someterse a la cuestión de confianza ante la pérdida de apoyos y, si no se logra esta confianza en el Parlamento, convocatoria de elecciones.
Bueno, de hecho, las previsiones son que Sánchez, en su entrevista de la noche de este lunes, no solo diga que es que él no ha perdido apoyos (ahora es el mismísimo Arnaldo Otegi quien negocia los respaldos periféricos al Gobierno central de España), sino que asegure que está muy contento con todos sus ministros y que no piensa cambiarlos. Y por tanto, claro, de adelantar elecciones ya ni hablamos: él piensa durar hasta 2027, y después ya veremos lo que ocurre, que eso de la limitación de mandatos no va con los espíritus resilientes.
Desde luego, ocurrir, lo que se dice ocurrir, van a ocurrir muchas cosas, la mayor parte de las cuales ni siquiera Sánchez puede preverlas. El mundo, la propia Europa y la sociología española se comportan de un modo bien extraño, que hace que las sorpresas dejen de serlo. Y una de las cosas que ocurren es que es patente la pérdida de respaldo popular que Sánchez está sufriendo, mientras lo contrario le ocurre, hablo de las últimas encuestas que conocemos, a Alberto Núñez Feijoo, que este domingo inauguraba, como es tradición, curso político en Cotobade.
Sánchez no ha salido demasiado quemado por los incendios -otra cosa es que las ayudas aprobadas en Consejo de Ministros no hayan convencido a nadie--, pero se abrasa en los sondeos, para lo que valgan: un 72 por ciento de los españoles desaprueba su gestión, y el 70 por ciento le pide que dimita y que convoque elecciones de inmediato, según una encuesta dominical de El Español. Ya sé que no es bueno gobernar meramente a golpe de encuestas, que las cargan diablos varios, pero ¿se puede razonablemente pensar en seguir así, como si tal cosa, durante todavía veintidós meses, contando desde este septiembre que ahora nos llega, tan demencial, ya digo?
Todo hace pensar que esta atípica inauguración del curso en las muy revueltas y turbias aguas togadas es un símbolo (más) del período demencial que nos espera y al que este lunes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tratará de dotar de un barniz de normalidad en su primera entrevista en más de un año, que tendrá lugar en TVE de la mano de Pepa Bueno.
Pero es patente que aquí y ahora podemos hablar de cualquier cosa menos de normalidad. Sin ir más lejos, en dos semanas deberá comparecer ante el juez, si este no lo aplaza, la esposa del presidente, Begoña Gómez, inaugurando una ristra de protagonismos ante los tribunales. Y, por mucho que la iniciativa del juez Peinado 'versus' Begoña Gómez parezca penalmente excesiva, lo cierto es que añade un clavo más al ataúd político que Sánchez se resiste a asumir. De ahí su ofensiva mediática, nacional e internacional, en el retorno: desde un acto por el pacto medioambiental hasta un viaje al 10 de Downing Street para presentarse ante el primer ministro británico como el adalid europeo frente a los excesos de Trump y los asesinatos de Netanyahu.
Lo primero nos puede costar caro, porque desde Washington llegan serias advertencias contra la 'rebeldía' española en la OTAN y en cuestiones latinoamericanas. Para no hablar del tema Israel, que se venga dejándonos sin la información del Mossad, entre otras cosas. Todo ello dificulta, sin duda, la posición de Sánchez, que no ha querido seguir la senda marcada por el alemán Scholtz, por los portugueses Costa y Montenegro y, ahora, por el francés Bayrou: someterse a la cuestión de confianza ante la pérdida de apoyos y, si no se logra esta confianza en el Parlamento, convocatoria de elecciones.
Bueno, de hecho, las previsiones son que Sánchez, en su entrevista de la noche de este lunes, no solo diga que es que él no ha perdido apoyos (ahora es el mismísimo Arnaldo Otegi quien negocia los respaldos periféricos al Gobierno central de España), sino que asegure que está muy contento con todos sus ministros y que no piensa cambiarlos. Y por tanto, claro, de adelantar elecciones ya ni hablamos: él piensa durar hasta 2027, y después ya veremos lo que ocurre, que eso de la limitación de mandatos no va con los espíritus resilientes.
Desde luego, ocurrir, lo que se dice ocurrir, van a ocurrir muchas cosas, la mayor parte de las cuales ni siquiera Sánchez puede preverlas. El mundo, la propia Europa y la sociología española se comportan de un modo bien extraño, que hace que las sorpresas dejen de serlo. Y una de las cosas que ocurren es que es patente la pérdida de respaldo popular que Sánchez está sufriendo, mientras lo contrario le ocurre, hablo de las últimas encuestas que conocemos, a Alberto Núñez Feijoo, que este domingo inauguraba, como es tradición, curso político en Cotobade.
Sánchez no ha salido demasiado quemado por los incendios -otra cosa es que las ayudas aprobadas en Consejo de Ministros no hayan convencido a nadie--, pero se abrasa en los sondeos, para lo que valgan: un 72 por ciento de los españoles desaprueba su gestión, y el 70 por ciento le pide que dimita y que convoque elecciones de inmediato, según una encuesta dominical de El Español. Ya sé que no es bueno gobernar meramente a golpe de encuestas, que las cargan diablos varios, pero ¿se puede razonablemente pensar en seguir así, como si tal cosa, durante todavía veintidós meses, contando desde este septiembre que ahora nos llega, tan demencial, ya digo?
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.124