La cuesta de septiembre
Tras regresar de sus vacaciones en Lanzarote y Andorra Pedro Sánchez descubrirá que los problemas que dejó al atrincherarse en La Mareta seguían donde los dejó. Como en el cuento famoso del dinosaurio, en este caso rodeado por los incendios. La España que se quema y sigue sin Presupuestos porque venimos renqueando con prórrogas sucesivas.
Por otra parte, sumario a sumario, también se irá concretando una nutrida agenda judicial. A los casos de Santos Cerdán, que sigue en prisión, y los de Ábalos y Koldo, sobre los que estarían al caer más informes de la UCO, se unen las nuevas diligencias del juez que investiga a Begoña Gómez, su esposa, y también el que instruye en Badajoz contra a su hermano David. Por no hablar del procedimiento judicial si cabe más escandaloso de cuantos ahora asoman en la crónica de tribunales: el procesamiento de Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, a quien el Tribunal Supremo sentará en el banquillo acusado de un presunto delito de revelación de secretos.
No hay precedentes de un caso similar en la historia de la judicatura española. Demasiado incluso para un político como Sánchez de acreditada trayectoria escapista. Si damos por buenos los anuncios de antes de las vacaciones -con riesgo de que todo lo dicho, como en tantas ocasiones se quede en nada ante los constantes cambios de opinión a los que nos tiene acostumbrado-, en septiembre asistiríamos a negociaciones con los socios de la investidura orientadas a conseguir aprobar un proyecto de Presupuestos. Negociación que en el caso de los partidos separatistas se planteará a tanto la pieza. Con ERC con la vidriosa cuestión del cupo catalán -"financiación singular" en términos eufemísticos- y con Junts con el hándicap para Sánchez de que su líder Carles Puigdemont exige -o así venia exigiendo hasta hace poco-, un encuentro personal. Una foto mano a mano con un huido a quien reclama la Justicia española sería la penúltima felonía que podríamos ver con un presidente del Gobierno de España acudiendo a humillarse al Canosa de Waterloo. Conociendo a Sánchez no habría que descartarlo. Ya en su día vimos a la vicepresidenta Yolanda Díaz peregrinando a Bélgica.
La ética de la responsabilidad de la que hablaba Weber a algunos les queda lejos. La tensión social no inquieta al Gobierno porque mantiene apesebrados a los sindicatos. La que se desprende de la política, sí. Núñez Feijoo anuncia que estaría trabajando en una agenda de "derogación" del sanchismo. Visto el horizonte ominoso para el PSOE que apuntan los sondeos de intención de voto la percepción política podría derivar en pánico. Con todo lo que aparejaría en términos de incremento de la confrontación política en un escenario en el que lo que está en juego es la alternancia, es decir: el relevo en el control del poder. Tenso, ya digo, se anuncia septiembre.
Por otra parte, sumario a sumario, también se irá concretando una nutrida agenda judicial. A los casos de Santos Cerdán, que sigue en prisión, y los de Ábalos y Koldo, sobre los que estarían al caer más informes de la UCO, se unen las nuevas diligencias del juez que investiga a Begoña Gómez, su esposa, y también el que instruye en Badajoz contra a su hermano David. Por no hablar del procedimiento judicial si cabe más escandaloso de cuantos ahora asoman en la crónica de tribunales: el procesamiento de Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, a quien el Tribunal Supremo sentará en el banquillo acusado de un presunto delito de revelación de secretos.
No hay precedentes de un caso similar en la historia de la judicatura española. Demasiado incluso para un político como Sánchez de acreditada trayectoria escapista. Si damos por buenos los anuncios de antes de las vacaciones -con riesgo de que todo lo dicho, como en tantas ocasiones se quede en nada ante los constantes cambios de opinión a los que nos tiene acostumbrado-, en septiembre asistiríamos a negociaciones con los socios de la investidura orientadas a conseguir aprobar un proyecto de Presupuestos. Negociación que en el caso de los partidos separatistas se planteará a tanto la pieza. Con ERC con la vidriosa cuestión del cupo catalán -"financiación singular" en términos eufemísticos- y con Junts con el hándicap para Sánchez de que su líder Carles Puigdemont exige -o así venia exigiendo hasta hace poco-, un encuentro personal. Una foto mano a mano con un huido a quien reclama la Justicia española sería la penúltima felonía que podríamos ver con un presidente del Gobierno de España acudiendo a humillarse al Canosa de Waterloo. Conociendo a Sánchez no habría que descartarlo. Ya en su día vimos a la vicepresidenta Yolanda Díaz peregrinando a Bélgica.
La ética de la responsabilidad de la que hablaba Weber a algunos les queda lejos. La tensión social no inquieta al Gobierno porque mantiene apesebrados a los sindicatos. La que se desprende de la política, sí. Núñez Feijoo anuncia que estaría trabajando en una agenda de "derogación" del sanchismo. Visto el horizonte ominoso para el PSOE que apuntan los sondeos de intención de voto la percepción política podría derivar en pánico. Con todo lo que aparejaría en términos de incremento de la confrontación política en un escenario en el que lo que está en juego es la alternancia, es decir: el relevo en el control del poder. Tenso, ya digo, se anuncia septiembre.
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