Expedientes XPANA (o la España de Quantico, Virginia)
Hace ya mucho tiempo que descubrí que la «Marca España» consiste en el esperpento, en lo grotesco, en lo ridículo. Desde luego, no ha sido siempre así, ya que podemos ser en la actualidad un país de pícaros, de meapilas y cantamañanas, pero también lo hemos sido de aventureros, de héroes, de capitanes valerosos, de descubridores, de caudillos.
Esta era antiguamente nuestra «marca», pero desde que la izquierda progre empezó a asaltar nuestra cultura y nuestras instituciones, se ha producido un deslizamiento trágico desde lo heroico hasta lo burlesco, hasta el punto de que con mucha frecuencia las lágrimas que debería verter todo patriota al ver los muros derruidos de nuestra patria se pueden metamorfosear en risas, en estruendosas carcajadas, ante el colosal grado de ridiculez que preside la vida nacional.
La bipolaridad entre lo esperpéntico y lo heroico, entre lo grotesco y lo grandioso, entre lo estrambótico y lo admirable es la marca más perfecta de nuestra idiosincrasia, lo que nos hace “diferentes”.
“España es diferente” fue el eslogan de una campaña turística promovida por el ministro Manuel Fraga Iribarne en la década de los años 60, que fue la que dio origen al enorme éxito que tiene España como lugar de turismo.
Esas supuestas diferencias que daban a España su originalidad como país tenían como denominador común su propensión a convertir a nuestro país en un territorio que no se podía homologar con el resto de los países europeos en una variedad de características: no éramos una democracia al uso, teníamos un nivel de vida inferior a los países de nuestro entorno, nuestra idiosincrasia chocaba un tanto con los parámetros europeos, el nacionalcatolicismo patrio no encajaba en la modernidad laica de Europa, éramos un secarral caluroso muy diferente de los idílicos paisajes verdes de la Europa atlántica, etc.
Sin embargo, gran parte de esa diferenciación española radicaba en que teníamos unas costumbres un tanto extravagantes imposibles de ver en otros lugares, como era los toros y el flamenco, las procesiones de la semana Santa, la siesta, los horarios intempestivos de comercios y bares, nuestro espíritu dicharachero...
Han pasado muchos años desde entonces, pero lo español sigue siendo diferente, aunque con unas variables que no tienen nada que ver con aquellas que antaño nos hacían originales. El globalismo (siempre sincretizando las culturas, siempre igualándolo todo para diluir identidades) ha desmochado una parte no desdeñable de nuestro casticismo de antaño, pieza clave en nuestro ser diferente, por eso los vectores que nos siguen marcando como un país extravagante y singular pertenecen en la actualidad a otra dimensión, a otros paradigmas.
Su característica común es que esas variables tienen como naturaleza el ser esperpénticas, estrambóticas, grotescas, cuya conjunción convierten a España en un circo grotesco, donde las marjorettes femenvestales desfilan a la par que los pícaros, los puteros, los sacamantecas, los quincalleros, los milicianos redivivos, los lameculos, los chupópteros-lo-juro-por-mi madre, los sociatas-comunatas-separatas… constelación de payasos que causan —a la vez que sonrojo y carcajadas— un pasmo cósmico.
Todas estas patochadas patrias, cómicas a la par que trágicas, se pueden llamar, con lenguaje más moderno, verdaderos “Expedientes X”, que ubican a España en Quantico (Virginia), donde está la Academia del FBI y sus laboratorios, a los que les compete la investigación de los fenómenos paranormales.
Tenemos a un Rey de la estirpe Dolfos, que fue incapaz de defender de la profanación al hombre que le dio el trono.
Un Rey que, en vez de llevar el pin de la bandera de España, luce con descaro el de la Agenda 2030.
También exhibe España la cuadratura del círculo, un expediente imposible: tenemos a una consorte que es republicana: im-presionante.
Reyes que, descendientes de una acrisolada monarquía católica, apenas saben hacer la señal de la Cruz, lo mismo que las princesitas.
Es digno de ver también, es “diferente” tener un gobierno socialcomunista, algo imposible de ver en ningún país europeo… y es que estamos en almoneda.
Exhibimos sin recato a un presidente que ganó las primarias de su partido cum fraude, que es doctor cum fraude, que es presidente cum fraude, que es español cum fraude… Todo en él es fraude, truhanería, quincallería, picaresca, hamponería, mafiosería… Imposible homologarle con ningún gobernante de nuestro entorno, ya que hay que irse al Caribe para ver algo parecido.
Un presidente que tiene por suegro a un empresario de prostíbulos asaunados, y que, sin embargo, pretende ilegalizar la prostitución. Cosas veredes…
¿Qué país del mundo mundial tiene por “primera dama” a una mujer que gestionaba las “saunas” prostitucionales de su progenitor?
Sí, tenemos meapilas, truhanes, corruptos, como en todas partes, pero en cantidades cósmicas, más que botellines, con la particularidad “diferente” de que nadie dimite de sus cargos.
Por presumir, podemos hacer ostentación de una democracia que no lo es, sino una trampantoja, una tocomocha, que no guía a España como la Libertad guiaba al pueblo, sino que nos lleva de la mano hacia los despeñaderos del Tártaro, y no con los pechos desnudos, sino con una joroba de aquí te espero.
Ah, y somos e único país del mundo que no celebra la festividad de su santo Patrón, Santiago, igual porque nos ayudó contra los musulmanes en la batalla de Clavijo, según la leyenda.
También somos uno de los 4 países del mundo mundial que no tiene letra en su himno, sino el lololololo… Lamentable, ¿verdad?
Por otra parte, somos sin duda el país donde la Agenda 2030 tiene sus más relevantes Guinness: mayor número de presas destruidas, mayor apocalipsis fumigador, de las mayores cuotas de pinchaos, mayor paro de Europa, mayor paro juvenil, con un 26,8% de la población en riesgo de pobreza o exclusión social, mayor avalancha migratoria, menor índice de natalidad, mayor número de horas de trabajo, mayor número de Zonas de Bajas Emisiones, mayor número de Data Centers…
Bondad graciosa que el español sea el segundo idioma del mundo —el primero en cuanto a países que lo tienen de lengua materna—, y sea perseguido en algunas CC.AA.
País grotesco, cuyos gobernantes felicitan el Ramadán —“Kareem Ramadán—, pero no hacen lo mismo con nuestra Pascua, o con la Navidad , ya que a lo más que llegan es a felicitar el solsticio.
País de pandereta, que desentierra momias de hace 90 años para echarlos en las cunetas de una memoria que llaman “democrática”, elaborada por bildutarras, por ectoplasmas de milicianos que no dijeron ni mu en tiempos de Franco.
España, casa batida por el viento, católica de toda la vida, pero que derriba cruces mientras los chacales rojos aúllan de placer, y los demonios de toda la vida bailotean en Monte Pelado.
País de héroes, de caudillos, de aventureros, de líderes asombrosos, devenido ahora en solar de pussycats, donde una población heidiana bala en sus apriscos con ojos ovejunos.
Monarquía imperial, protagonista de la mayor aventura conquistadora, colonizadora y civilizadora que vieron los siglos, gesta asombrosa convertida por satánicas mafias en genocidio, en exterminio y latrocinio.
Los ciudadanos de todos los países aman a su Patria, aunque sean rojos, pero España es “diferente”, ya que la mitad del Kongreso odia a España, la mitad de los españoles no aman a su Patria, y se tragan como ruedas de molino los innumerables Himalayas de mentiras sobre nuestra historia.
Monarquía siempre centralizada, la nación más antigua de Europa, descuartizada en 17 taifas autonómicas, ruinosas, centrífugas, que son la antesala de la Confederación de Repúblikas socialistas hispanas”.
Hay muchos más “Expedientes Xpana”, pero el más importante, el más portentoso fenómeno paranormal que se da en nuestros solares consiste en el hecho de que, a pesar de todas estas monstruosidades que hemos enumerado, siempre hemos vencido a nuestros enemigos, a nuestros invasores, a poderes y fuerzas presuntamente invencibles que solamente han sido derrotadas por nosotros, aunque recurramos demasiado a la estrategia de hacernos el muerto.
Ésta es nuestra verdadera “Marca”: somos invencibles… ¡¡¡Y LO SABEN!!!
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Esta era antiguamente nuestra «marca», pero desde que la izquierda progre empezó a asaltar nuestra cultura y nuestras instituciones, se ha producido un deslizamiento trágico desde lo heroico hasta lo burlesco, hasta el punto de que con mucha frecuencia las lágrimas que debería verter todo patriota al ver los muros derruidos de nuestra patria se pueden metamorfosear en risas, en estruendosas carcajadas, ante el colosal grado de ridiculez que preside la vida nacional.
La bipolaridad entre lo esperpéntico y lo heroico, entre lo grotesco y lo grandioso, entre lo estrambótico y lo admirable es la marca más perfecta de nuestra idiosincrasia, lo que nos hace “diferentes”.
“España es diferente” fue el eslogan de una campaña turística promovida por el ministro Manuel Fraga Iribarne en la década de los años 60, que fue la que dio origen al enorme éxito que tiene España como lugar de turismo.
Esas supuestas diferencias que daban a España su originalidad como país tenían como denominador común su propensión a convertir a nuestro país en un territorio que no se podía homologar con el resto de los países europeos en una variedad de características: no éramos una democracia al uso, teníamos un nivel de vida inferior a los países de nuestro entorno, nuestra idiosincrasia chocaba un tanto con los parámetros europeos, el nacionalcatolicismo patrio no encajaba en la modernidad laica de Europa, éramos un secarral caluroso muy diferente de los idílicos paisajes verdes de la Europa atlántica, etc.
Sin embargo, gran parte de esa diferenciación española radicaba en que teníamos unas costumbres un tanto extravagantes imposibles de ver en otros lugares, como era los toros y el flamenco, las procesiones de la semana Santa, la siesta, los horarios intempestivos de comercios y bares, nuestro espíritu dicharachero...
Han pasado muchos años desde entonces, pero lo español sigue siendo diferente, aunque con unas variables que no tienen nada que ver con aquellas que antaño nos hacían originales. El globalismo (siempre sincretizando las culturas, siempre igualándolo todo para diluir identidades) ha desmochado una parte no desdeñable de nuestro casticismo de antaño, pieza clave en nuestro ser diferente, por eso los vectores que nos siguen marcando como un país extravagante y singular pertenecen en la actualidad a otra dimensión, a otros paradigmas.
Su característica común es que esas variables tienen como naturaleza el ser esperpénticas, estrambóticas, grotescas, cuya conjunción convierten a España en un circo grotesco, donde las marjorettes femenvestales desfilan a la par que los pícaros, los puteros, los sacamantecas, los quincalleros, los milicianos redivivos, los lameculos, los chupópteros-lo-juro-por-mi madre, los sociatas-comunatas-separatas… constelación de payasos que causan —a la vez que sonrojo y carcajadas— un pasmo cósmico.
Todas estas patochadas patrias, cómicas a la par que trágicas, se pueden llamar, con lenguaje más moderno, verdaderos “Expedientes X”, que ubican a España en Quantico (Virginia), donde está la Academia del FBI y sus laboratorios, a los que les compete la investigación de los fenómenos paranormales.
Tenemos a un Rey de la estirpe Dolfos, que fue incapaz de defender de la profanación al hombre que le dio el trono.
Un Rey que, en vez de llevar el pin de la bandera de España, luce con descaro el de la Agenda 2030.
También exhibe España la cuadratura del círculo, un expediente imposible: tenemos a una consorte que es republicana: im-presionante.
Reyes que, descendientes de una acrisolada monarquía católica, apenas saben hacer la señal de la Cruz, lo mismo que las princesitas.
Es digno de ver también, es “diferente” tener un gobierno socialcomunista, algo imposible de ver en ningún país europeo… y es que estamos en almoneda.
Exhibimos sin recato a un presidente que ganó las primarias de su partido cum fraude, que es doctor cum fraude, que es presidente cum fraude, que es español cum fraude… Todo en él es fraude, truhanería, quincallería, picaresca, hamponería, mafiosería… Imposible homologarle con ningún gobernante de nuestro entorno, ya que hay que irse al Caribe para ver algo parecido.
Un presidente que tiene por suegro a un empresario de prostíbulos asaunados, y que, sin embargo, pretende ilegalizar la prostitución. Cosas veredes…
¿Qué país del mundo mundial tiene por “primera dama” a una mujer que gestionaba las “saunas” prostitucionales de su progenitor?
Sí, tenemos meapilas, truhanes, corruptos, como en todas partes, pero en cantidades cósmicas, más que botellines, con la particularidad “diferente” de que nadie dimite de sus cargos.
Por presumir, podemos hacer ostentación de una democracia que no lo es, sino una trampantoja, una tocomocha, que no guía a España como la Libertad guiaba al pueblo, sino que nos lleva de la mano hacia los despeñaderos del Tártaro, y no con los pechos desnudos, sino con una joroba de aquí te espero.
Ah, y somos e único país del mundo que no celebra la festividad de su santo Patrón, Santiago, igual porque nos ayudó contra los musulmanes en la batalla de Clavijo, según la leyenda.
También somos uno de los 4 países del mundo mundial que no tiene letra en su himno, sino el lololololo… Lamentable, ¿verdad?
Por otra parte, somos sin duda el país donde la Agenda 2030 tiene sus más relevantes Guinness: mayor número de presas destruidas, mayor apocalipsis fumigador, de las mayores cuotas de pinchaos, mayor paro de Europa, mayor paro juvenil, con un 26,8% de la población en riesgo de pobreza o exclusión social, mayor avalancha migratoria, menor índice de natalidad, mayor número de horas de trabajo, mayor número de Zonas de Bajas Emisiones, mayor número de Data Centers…
Bondad graciosa que el español sea el segundo idioma del mundo —el primero en cuanto a países que lo tienen de lengua materna—, y sea perseguido en algunas CC.AA.
País grotesco, cuyos gobernantes felicitan el Ramadán —“Kareem Ramadán—, pero no hacen lo mismo con nuestra Pascua, o con la Navidad , ya que a lo más que llegan es a felicitar el solsticio.
País de pandereta, que desentierra momias de hace 90 años para echarlos en las cunetas de una memoria que llaman “democrática”, elaborada por bildutarras, por ectoplasmas de milicianos que no dijeron ni mu en tiempos de Franco.
España, casa batida por el viento, católica de toda la vida, pero que derriba cruces mientras los chacales rojos aúllan de placer, y los demonios de toda la vida bailotean en Monte Pelado.
País de héroes, de caudillos, de aventureros, de líderes asombrosos, devenido ahora en solar de pussycats, donde una población heidiana bala en sus apriscos con ojos ovejunos.
Monarquía imperial, protagonista de la mayor aventura conquistadora, colonizadora y civilizadora que vieron los siglos, gesta asombrosa convertida por satánicas mafias en genocidio, en exterminio y latrocinio.
Los ciudadanos de todos los países aman a su Patria, aunque sean rojos, pero España es “diferente”, ya que la mitad del Kongreso odia a España, la mitad de los españoles no aman a su Patria, y se tragan como ruedas de molino los innumerables Himalayas de mentiras sobre nuestra historia.
Monarquía siempre centralizada, la nación más antigua de Europa, descuartizada en 17 taifas autonómicas, ruinosas, centrífugas, que son la antesala de la Confederación de Repúblikas socialistas hispanas”.
Hay muchos más “Expedientes Xpana”, pero el más importante, el más portentoso fenómeno paranormal que se da en nuestros solares consiste en el hecho de que, a pesar de todas estas monstruosidades que hemos enumerado, siempre hemos vencido a nuestros enemigos, a nuestros invasores, a poderes y fuerzas presuntamente invencibles que solamente han sido derrotadas por nosotros, aunque recurramos demasiado a la estrategia de hacernos el muerto.
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