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Domingo, 27 de Julio de 2025
Así fue cómo el Lozoya brotó en plena calle ancha de San Bernardo

Una proeza de la ingeniería para llevar agua a Madrid

La Fuente del Lozoya, en Chamberí, marcó la creación del Canal de Isabel II y ahora vuelve a estar abierta a los madrileños

Madrid no siempre fue una ciudad de agua. Hasta mediados del siglo XIX, sus habitantes sobrevivían con apenas 7 litros diarios por persona, abastecidos por viejos sistemas de captación subterránea conocidos como "viajes del agua".

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Pero todo cambió el 24 de junio de 1858, cuando en plena calle ancha de San Bernardo brotó por primera vez las aguas claras y abundantes del río Lozoya. Su llegada no fue casualidad. Suponía el resultado de toda una proeza de la ingeniería que transformaría para siempre la vida de los madrileños.
 
En aquella época, Madrid era una ciudad en crecimiento. Más de 220.000 personas convivían con epidemias y enfermedades provocadas por la falta de agua potable. El auge demográfico de los años 30 del siglo XIX agravó una situación ya crítica, convirtiendo la escasez de agua en un asunto de Estado.
 
Tal y como recoge el tomo 'Madrid en la sociedad del siglo XIX' editado por la Comunidad de Madrid, para dar con la solución se sucedieron las propuestas: traer agua del Jarama, del Guadalix, del Manzanares e, incluso, se llegó a plantear bombear las aguas de la fuente de los Once Caños mediante una máquina de vapor.
 
Pero finalmente, fue el Lozoya el elegido, gracias al impulso del presidente del Consejo de Ministros bajo el reinado de Isabel II, Juan Bravo Murillo, quien encargó a los ingenieros Juan Rafo y Juan de Rivera una gran traída de aguas que se materializaría el 18 de junio de 1851, y con ella, el nacimiento del Canal de Isabel II por Real Decreto.
 
Esa sería la primera gota que llevaría el agua del Lozoya al centro de Madrid en el año 1858 y que se iniciaba con la construcción de un embalse, un canal de más de 70 kilómetros de longitud y un depósito de 48.000 metros cúbicos de capacidad.
 
EL PONTÓN DE LA OLIVA
 
La primera piedra de la primera gran traída de aguas de Madrid se colocó el 11 de agosto de 1851 en el Pontón de la Oliva, una presa de gravedad de 27 metros de altura situada en el río Lozoya. Aquel acto simbólico, presidido por el rey consorte Francisco de Asís, marcó el inicio oficial de una de las mayores obras hidráulicas de Europa.
 
Alrededor de 2.000 trabajadores levantaron esta infraestructura, enfrentándose a un terreno complicado y a constantes filtraciones que ponían a prueba el proyecto. Pero el esfuerzo valió la pena. Siete años después, el agua del Lozoya llegaba por fin al centro de la capital.
 
El momento fue celebrado con una gran ceremonia: fuentes adornadas, calles engalanadas y una multitud que aclamaba a la reina Isabel II al ver cómo el surtidor se alzaba en la calle ancha de San Bernardo.
 
Una vez solucionado el problema de traer el agua hasta la ciudad, quedaba el siguiente desafío, repartirla. Se creó una red de arterias principales y cañerías de hierro fundido para distribuir el agua por todo Madrid.
 
No pasó mucho tiempo antes de que el crecimiento imparable de Madrid volviera a poner presión sobre el sistema. Nacieron entonces nuevas infraestructuras, como el dique de Navarejos y la emblemática presa del Villar, obra de los ingenieros Boix y Morer. Esta última, aún en funcionamiento, fue en su momento la presa más alta del país.
 
LA FUENTE DEL LOZOYA VUELVE A ABRIRSE A LOS MADRILEÑOS
 
Esta misma semana, la Comunidad de Madrid, a través de la empresa pública Canal de Isabel II, reabrió al público la histórica Fuente del río Lozoya tras retirar el vallado que impedía el acceso a este conjunto del siglo XIX, patrimonio de todos los madrileños.
 
El monumento, uno de los más representativos del origen del Canal y del abastecimiento moderno de agua en la capital, se localiza justo en el mismo punto donde manó por primera vez el agua del Lozoya en 1858, en la calle Bravo Murillo (Chamberí), donde también se encuentra el primer depósito enterrado, el de Campo de Guardias, con unas dimensiones suficientes para almacenar hasta 58.000 metros cúbicos de agua en dos compartimentos.
 
El conjunto ornamental de la fuente, proyectado por el ingeniero Juan de Ribera, fue concebido como un arco de triunfo clásico, en cuya hornacina central se encuentra una monumental personificación del río Lozoya tallada por el escultor madrileño Sabino de Medina Peñas. A su izquierda hay una imagen que representa a la Agricultura, creada por el escultor gallego Andrés Rodríguez, y a la derecha otra que representa a la Industria, obra del madrileño José Pagniucci Zúmel.
 
Hoy, el legado del Canal de Isabel II sigue presente por toda la ciudad, aunque muchas veces pase desapercibido. Los depósitos, las presas, las canalizaciones y edificios históricos forman parte del patrimonio urbano y del paisaje madrileño. Son testigos de una hazaña que permite a Madrid presumir de "una de las mejores aguas del mundo".
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