Cuando las barbas de Macron veas pelar, Pedro, pon las tuyas a...
Confieso que me irritan quienes, en su afán legítimo de criticar a un Gobierno obviamente criticable, insisten en los males que aquejan a la política económica española.
Según algún especialista radiofónico que conozco, todo va mal: si baja el paro es algo coyuntural o simplemente falseado; si el FMI dice que nuestro PIB crece más que el de los demás, es error del Fondo; si la inflación se contiene más que en los países de nuestro entorno, no se corresponde con la realidad que se vive en los mercados. Son estas gentes las que dicen, alegrando el día a la oposición, que 'cuando las barbas de tu vecino francés veas pelar, pon las tuyas españolas a remojar', refiriéndose al brutal recorte del estado de bienestar decretado por el primer ministro francés, François Bayrou. Y no es eso, no es eso; al menos, a mi entender.
Todos los indicadores macroeconómicos dicen que los números en España salen mucho mejor que en Francia, un país admirable sin duda --mis nietos son franceses--, pero también indudablemente hedonista. Solo a Francia podría ocurrírsele organizar la que organizó reivindicando algo tan imposible en estos tiempos como la jubilación a los 62 años. Francia ha hecho dispendios en gasto público que ni siquiera la megalomanía del Gobierno de Pedro Sánchez, con su incesante creación de funcionarios, asesores y asimilados, ha logrado ni remotamente. Y, de manera algo misteriosa para mí, lo cierto es que España gana en la comparación con los 'colegas' europeos, aunque sea cierto también que partíamos de datos mucho más modestos que los vecinos del norte.
Sinceramente, los expertos con los que consulto, gentes que aceptan la maldición de Lawrence J. Peter y de Galbraith, que coinciden en que 'economista es aquel que sabe explicar brillantemente por qué se equivocó en sus predicciones', se muestran tan despistados como yo mismo a la hora de razonar cuáles son los aciertos de un Gobierno a la desbandada, como el español, para que los grandes números vayan tan bien. Aunque luego, ya se sabe, este es el país de las desigualdades y nos encontramos con un ejército de gentes al borde de la exclusión social.
No sé si la razón de la prosperidad será tan simple como la ofrecida por Pedro Sánchez en Mauritania, según la cual nos va tan bien económicamente porque hemos tenido una inmigración que ha funcionado bien. Eso solo en parte justifica y equilibra lo que por otro lado son inseguridades jurídicas y arbitrariedades, que acaban de hacer que Bruselas expediente a España por las leyes usadas para obstruir la OPA BBVA-Sabadell.
Ignoro, la verdad, si tenemos razones para ser optimistas a largo plazo o pesimistas a medio y corto. Las políticas de este Gobierno nuestro son aún más imprevisibles que las de Donald Trump en Estados Unidos, y esto es algo que los 'cabezas de huevo' de la UE reconocen abiertamente. Sánchez es un misterio, pero ese misterio puede ahora, al menos, ufanarse de que la economía va bien, el paro se reduce, el consumo aumenta --lo mismo que la deuda, dicho sea de paso-- y eso hace que los ciudadanos se desentiendan no poco de los patentes 'fallos democráticos' y pisotones a las 'líneas rojas' de este Ejecutivo. Así, lo que está ocurriendo en Francia es un bálsamo para un Pedro Sánchez que puede decir algo así como "¿veis? Aquí no nos pasa lo que a los franceses, que antes nos miraban por encima del hombro". No, él no pone su barba a remojar. Por ahora, que el péndulo es implacable, en política y en economía.
Según algún especialista radiofónico que conozco, todo va mal: si baja el paro es algo coyuntural o simplemente falseado; si el FMI dice que nuestro PIB crece más que el de los demás, es error del Fondo; si la inflación se contiene más que en los países de nuestro entorno, no se corresponde con la realidad que se vive en los mercados. Son estas gentes las que dicen, alegrando el día a la oposición, que 'cuando las barbas de tu vecino francés veas pelar, pon las tuyas españolas a remojar', refiriéndose al brutal recorte del estado de bienestar decretado por el primer ministro francés, François Bayrou. Y no es eso, no es eso; al menos, a mi entender.
Todos los indicadores macroeconómicos dicen que los números en España salen mucho mejor que en Francia, un país admirable sin duda --mis nietos son franceses--, pero también indudablemente hedonista. Solo a Francia podría ocurrírsele organizar la que organizó reivindicando algo tan imposible en estos tiempos como la jubilación a los 62 años. Francia ha hecho dispendios en gasto público que ni siquiera la megalomanía del Gobierno de Pedro Sánchez, con su incesante creación de funcionarios, asesores y asimilados, ha logrado ni remotamente. Y, de manera algo misteriosa para mí, lo cierto es que España gana en la comparación con los 'colegas' europeos, aunque sea cierto también que partíamos de datos mucho más modestos que los vecinos del norte.
Sinceramente, los expertos con los que consulto, gentes que aceptan la maldición de Lawrence J. Peter y de Galbraith, que coinciden en que 'economista es aquel que sabe explicar brillantemente por qué se equivocó en sus predicciones', se muestran tan despistados como yo mismo a la hora de razonar cuáles son los aciertos de un Gobierno a la desbandada, como el español, para que los grandes números vayan tan bien. Aunque luego, ya se sabe, este es el país de las desigualdades y nos encontramos con un ejército de gentes al borde de la exclusión social.
No sé si la razón de la prosperidad será tan simple como la ofrecida por Pedro Sánchez en Mauritania, según la cual nos va tan bien económicamente porque hemos tenido una inmigración que ha funcionado bien. Eso solo en parte justifica y equilibra lo que por otro lado son inseguridades jurídicas y arbitrariedades, que acaban de hacer que Bruselas expediente a España por las leyes usadas para obstruir la OPA BBVA-Sabadell.
Ignoro, la verdad, si tenemos razones para ser optimistas a largo plazo o pesimistas a medio y corto. Las políticas de este Gobierno nuestro son aún más imprevisibles que las de Donald Trump en Estados Unidos, y esto es algo que los 'cabezas de huevo' de la UE reconocen abiertamente. Sánchez es un misterio, pero ese misterio puede ahora, al menos, ufanarse de que la economía va bien, el paro se reduce, el consumo aumenta --lo mismo que la deuda, dicho sea de paso-- y eso hace que los ciudadanos se desentiendan no poco de los patentes 'fallos democráticos' y pisotones a las 'líneas rojas' de este Ejecutivo. Así, lo que está ocurriendo en Francia es un bálsamo para un Pedro Sánchez que puede decir algo así como "¿veis? Aquí no nos pasa lo que a los franceses, que antes nos miraban por encima del hombro". No, él no pone su barba a remojar. Por ahora, que el péndulo es implacable, en política y en economía.
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