Tensión y confrontación
La Conferencia de Presidentes celebrada el viernes estuvo lejos de ser un espacio de entendimiento o consenso. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no aceptó ninguna de las propuestas planteadas por la oposición y convirtió el encuentro en un monólogo sin espacio para la réplica. La tensión se evidenció cuando incluso llegó a retirar la palabra al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, cuya intervención crítica incomodó visiblemente al jefe del Ejecutivo.
Lejos de buscar acuerdos, Sánchez pareció utilizar la reunión como una cortina de humo para desviar la atención de los escándalos de corrupción que salpican a su entorno y a su propio partido. A pesar de su llamada previa a la "concordia", el tono del encuentro demostró que aquella apelación era más bien una puesta en escena sin intención real de entendimiento. El muro político que el presidente levantó sigue firme, incluso más alto tras esta cita.
Los presidentes autonómicos del PP, que representan a más del 70% de la población española, acudieron con una petición conjunta: convocar elecciones y dar la palabra a los ciudadanos. O como pidió días antes el propio García Page "frenar la hemorragia" ante la crisis institucional y de liderazgo que estamos viviendo. Pero Sánchez no dio ni un paso atrás. Enrocado en su palacio reiteró su intención de agotar la legislatura, ignorando las peticiones de los barones populares y la creciente presión política. Su actitud, según fuentes presentes en la reunión, osciló entre la condescendencia y el desafío.
La Conferencia terminó con más distancia que acercamiento. Para muchos, fue la confirmación de que el diálogo que propugna el Gobierno es papel mojado y que Sánchez, lejos de buscar soluciones compartidas, opta por atrincherarse y resistir el temporal, sin importar el ruido político que deja a su paso.
Lejos de buscar acuerdos, Sánchez pareció utilizar la reunión como una cortina de humo para desviar la atención de los escándalos de corrupción que salpican a su entorno y a su propio partido. A pesar de su llamada previa a la "concordia", el tono del encuentro demostró que aquella apelación era más bien una puesta en escena sin intención real de entendimiento. El muro político que el presidente levantó sigue firme, incluso más alto tras esta cita.
Los presidentes autonómicos del PP, que representan a más del 70% de la población española, acudieron con una petición conjunta: convocar elecciones y dar la palabra a los ciudadanos. O como pidió días antes el propio García Page "frenar la hemorragia" ante la crisis institucional y de liderazgo que estamos viviendo. Pero Sánchez no dio ni un paso atrás. Enrocado en su palacio reiteró su intención de agotar la legislatura, ignorando las peticiones de los barones populares y la creciente presión política. Su actitud, según fuentes presentes en la reunión, osciló entre la condescendencia y el desafío.
La Conferencia terminó con más distancia que acercamiento. Para muchos, fue la confirmación de que el diálogo que propugna el Gobierno es papel mojado y que Sánchez, lejos de buscar soluciones compartidas, opta por atrincherarse y resistir el temporal, sin importar el ruido político que deja a su paso.
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