Recuperar el control sobre unos políticos corruptos
La inesperada, absurda y empobrecedora guerra comercial desatada por el presidente de EEUU, Donald Trump, a cuenta de los aranceles, así como otras desgraciadas medidas adoptadas por los mediocres políticos que gobiernan el globo, debería hacernos reflexionar sobre si estos dirigentes pueden hacer libre e impunemente lo que se les ocurre, o los ciudadanos deberíamos darles un severo toque de atención porque, al fin y al cabo, quien paga los platos rotos son siempre los mismos.
Cuando no es Putin, que un día se levanta con la idea de agredir e invadir Ucrania, es Trump con la locura de los aranceles que empobrecerán a millones de personas, o la señora Von der Layen, ocupada en imponer a los europeos una Agenda 2030 diseñada por quienes persiguen un Nuevo Orden Mundial distópico, o, en España, un presidente al que sólo le importa permanecer en el poder al precio que sea, aunque para ello se entregue en manos de los enemigos del país.
¿Hasta cuándo vamos a callar los ciudadanos, que somos los damnificados por sus decisiones? ¿Basta y sobra con depositar el voto en la urna cada cuatro años? ¿Es éste suficiente pasaporte para que unos pocos impongan su voluntad por encima del bien común? ¿Qué se puede hacer para tomar el control sobre unos políticos corruptos que se creen todopoderosos por el simple hecho de haber ganado unas elecciones y, en algunos casos, ni eso?
Muchos lamentamos el estruendoso silencio de unas masas que tragan con todo lo que deciden o imponen unos dirigentes que están desconectados de la realidad y que ven el mundo bajo sus ansias de poder y codicia. Si un tirano desata una guerra, los que morirán serán los más débiles; si un visionario tiene una ocurrencia sobre los aranceles quien se empobrecerá no será él, sino miles de millones de personas; y si un autócrata está dispuesto a trocear su país y acabar con las instituciones democráticas con tal de mantenerse en el poder aunque esté acorralado por la corrupción, es porque el daño causado a los ciudadanos no le afecta lo más mínimo.
El mundo está cambiando a velocidad de vértigo. Los avances tecnológicos lo posibilitan y favorecen. Pero lo que vemos es que los dirigentes mundiales, regionales y locales han acaparado demasiado poder. En ese cambio, los ciudadanos han dejado de representar la soberanía popular. Ni siquiera se gobierna para el pueblo, sin el pueblo. Los gobiernos lo son todo. Los políticos se han dotado de un poder omnímodo. Ellos deciden quiénes pueden participar en el juego, ellos reparten las cartas y ellos se quedan con todo, muy alejados del sentir ciudadano.
En el caso de España, cuatro o cinco políticos deciden quiénes integran las listas electorales que luego convertirán a unos centenares de subalternos en ministros, diputados o concejales, obedientes y genuflexos con el líder porque es quien les ha abierto la vía de un sueldo y unas prebendas que en la mayoría de los casos no tendrían en la vida civil. En la práctica es un sistema formalmente democrático, pero es corrupto en el fondo, porque ya se sabe que nada es menos democrático que un partido político. Por tanto, no podemos confíar en que quieran cambiar un sistema en el que se sienten cómodos.
Ante esta situación, nos volvemos a preguntar qué se puede hacer para que los ciudadanos recuperen el control sobre unos políticos corruptos morales, cuando no también materiales. A estas alturas la solución es más que difícil, pero ésta debería pasar por dejar de callar mansamente. Los ciudadanos debemos levantar la voz y hacernos oír y más cuándo las ocurrencias de los plutócratas nos afectan de lleno. No vale señalar que no nos interesa la política porque ésta se encargará de pasarnos por encima. Y llegado el momento de las urnas -única vez que nos consultan- habrá que acudir dejando de mirar el color de la camiseta del equipo de toda la vida y votar con exigencias, advirtiendo a quien venga dispuesto a mentir y engañar que ya no cuela su impostura. Sería un primer paso para que empiecen a temer y respetar a los ciudadanos, que recuperarían algo del poder entregado a esos iluminados.
![[Img #161998]](https://madridpress.com/upload/images/04_2025/7997_putin-trump.jpg)
Cuando no es Putin, que un día se levanta con la idea de agredir e invadir Ucrania, es Trump con la locura de los aranceles que empobrecerán a millones de personas, o la señora Von der Layen, ocupada en imponer a los europeos una Agenda 2030 diseñada por quienes persiguen un Nuevo Orden Mundial distópico, o, en España, un presidente al que sólo le importa permanecer en el poder al precio que sea, aunque para ello se entregue en manos de los enemigos del país.
¿Hasta cuándo vamos a callar los ciudadanos, que somos los damnificados por sus decisiones? ¿Basta y sobra con depositar el voto en la urna cada cuatro años? ¿Es éste suficiente pasaporte para que unos pocos impongan su voluntad por encima del bien común? ¿Qué se puede hacer para tomar el control sobre unos políticos corruptos que se creen todopoderosos por el simple hecho de haber ganado unas elecciones y, en algunos casos, ni eso?
Muchos lamentamos el estruendoso silencio de unas masas que tragan con todo lo que deciden o imponen unos dirigentes que están desconectados de la realidad y que ven el mundo bajo sus ansias de poder y codicia. Si un tirano desata una guerra, los que morirán serán los más débiles; si un visionario tiene una ocurrencia sobre los aranceles quien se empobrecerá no será él, sino miles de millones de personas; y si un autócrata está dispuesto a trocear su país y acabar con las instituciones democráticas con tal de mantenerse en el poder aunque esté acorralado por la corrupción, es porque el daño causado a los ciudadanos no le afecta lo más mínimo.
El mundo está cambiando a velocidad de vértigo. Los avances tecnológicos lo posibilitan y favorecen. Pero lo que vemos es que los dirigentes mundiales, regionales y locales han acaparado demasiado poder. En ese cambio, los ciudadanos han dejado de representar la soberanía popular. Ni siquiera se gobierna para el pueblo, sin el pueblo. Los gobiernos lo son todo. Los políticos se han dotado de un poder omnímodo. Ellos deciden quiénes pueden participar en el juego, ellos reparten las cartas y ellos se quedan con todo, muy alejados del sentir ciudadano.
En el caso de España, cuatro o cinco políticos deciden quiénes integran las listas electorales que luego convertirán a unos centenares de subalternos en ministros, diputados o concejales, obedientes y genuflexos con el líder porque es quien les ha abierto la vía de un sueldo y unas prebendas que en la mayoría de los casos no tendrían en la vida civil. En la práctica es un sistema formalmente democrático, pero es corrupto en el fondo, porque ya se sabe que nada es menos democrático que un partido político. Por tanto, no podemos confíar en que quieran cambiar un sistema en el que se sienten cómodos.
Ante esta situación, nos volvemos a preguntar qué se puede hacer para que los ciudadanos recuperen el control sobre unos políticos corruptos morales, cuando no también materiales. A estas alturas la solución es más que difícil, pero ésta debería pasar por dejar de callar mansamente. Los ciudadanos debemos levantar la voz y hacernos oír y más cuándo las ocurrencias de los plutócratas nos afectan de lleno. No vale señalar que no nos interesa la política porque ésta se encargará de pasarnos por encima. Y llegado el momento de las urnas -única vez que nos consultan- habrá que acudir dejando de mirar el color de la camiseta del equipo de toda la vida y votar con exigencias, advirtiendo a quien venga dispuesto a mentir y engañar que ya no cuela su impostura. Sería un primer paso para que empiecen a temer y respetar a los ciudadanos, que recuperarían algo del poder entregado a esos iluminados.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.167