La advertencia de Felipe González
El expresidente del Gobierno Felipe González ha lanzado un llamamiento a salvar la Constitución del 78 que, a su juicio, está siendo atacada de forma "despiadada". ¿Por quién? Por los socios de su compañero de partido Pedro Sánchez, quien mira para otro lado con tal de mantenerse en el poder.
La advertencia de González no está de más. Hay que escucharla y reaccionar porque al mismo tiempo que advertía del "chantaje" de una minoría, esa misma minoría daba una vuelta de tuerca a sus exigencias. Junts, el partido del prófugo Puigdemont, y ERC, el partido del golpista Junqueras, proponían que la amnistía abarque todos los delitos de terrorismo y de traición, enmendando el texto que los propios beneficiarios de esa amnistía han redactado en Waterloo.
El PNV, que ya ha advertido la extrema debilidad de Sánchez, también quiere sumarse a la fiesta y plantea incluir el derecho a la autodeterminación del País Vasco, además de limitar la inviolabilidad del Rey y arrebatar a las Fuerzas Armadas su función principal, la de mantener la integridad territorial. Es decir, un ataque en toda regla contra la Constitución y una hoja de ruta hacia la independencia.
Ante este panorama González pide a la sociedad que reaccione, sin especificar de qué manera. El ex dirigente socialista podría ser más directo y pedir esa reacción al PSOE, que debería tomar medidas ante la deriva separatista. Pero la cuestión es: ¿queda algo de aquél PSOE socialdemócrata y constitucionalista? Evidentemente no porque el advenedizo Sánchez se ha encargado de barrer cualquier atisbo de principios democráticos en las filas socialistas, nombrando además a los integrantes de su grupo parlamentario y de su Ejecutiva para garantizarse la obediencia ciega. ¿Qué diputado o dirigente se va a atrever a criticar las cesiones de su jefe a los independentistas? Uno de los pocos críticos que quedan, el manchego Emiliano García Page, apenas alza su voz contra los pactos del PSOE con Puigdemont y Otegi, pero cuando hay que votar lo hace a favor de los indultos y la amnistía.
Felipe González, harto de que el Gobierno de Sánchez cruce todas las líneas rojas habidas y por haber, se muestra partidario de recuperar el espíritu de la Transición y de los Pactos de la Moncloa y aboga por los acuerdos entre PP y PSOE, que suman los 210 diputados que se necesitan para hacer las reformas imprescindibles. "O aceptan que están condenados a entenderse o siguen enfrentándose creando muros y divisiones ficticias", advierte. Desgraciadamente esas palabras no encontrarán eco en su partido, cuyo líder ya se ha proclamado partidario de levantar un muro contra el PP, sin comprender que de esa forma el PSOE queda al otro lado de ese muro, acompañando a quienes quieren destruir España.
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La advertencia de González no está de más. Hay que escucharla y reaccionar porque al mismo tiempo que advertía del "chantaje" de una minoría, esa misma minoría daba una vuelta de tuerca a sus exigencias. Junts, el partido del prófugo Puigdemont, y ERC, el partido del golpista Junqueras, proponían que la amnistía abarque todos los delitos de terrorismo y de traición, enmendando el texto que los propios beneficiarios de esa amnistía han redactado en Waterloo.
El PNV, que ya ha advertido la extrema debilidad de Sánchez, también quiere sumarse a la fiesta y plantea incluir el derecho a la autodeterminación del País Vasco, además de limitar la inviolabilidad del Rey y arrebatar a las Fuerzas Armadas su función principal, la de mantener la integridad territorial. Es decir, un ataque en toda regla contra la Constitución y una hoja de ruta hacia la independencia.
Ante este panorama González pide a la sociedad que reaccione, sin especificar de qué manera. El ex dirigente socialista podría ser más directo y pedir esa reacción al PSOE, que debería tomar medidas ante la deriva separatista. Pero la cuestión es: ¿queda algo de aquél PSOE socialdemócrata y constitucionalista? Evidentemente no porque el advenedizo Sánchez se ha encargado de barrer cualquier atisbo de principios democráticos en las filas socialistas, nombrando además a los integrantes de su grupo parlamentario y de su Ejecutiva para garantizarse la obediencia ciega. ¿Qué diputado o dirigente se va a atrever a criticar las cesiones de su jefe a los independentistas? Uno de los pocos críticos que quedan, el manchego Emiliano García Page, apenas alza su voz contra los pactos del PSOE con Puigdemont y Otegi, pero cuando hay que votar lo hace a favor de los indultos y la amnistía.
Felipe González, harto de que el Gobierno de Sánchez cruce todas las líneas rojas habidas y por haber, se muestra partidario de recuperar el espíritu de la Transición y de los Pactos de la Moncloa y aboga por los acuerdos entre PP y PSOE, que suman los 210 diputados que se necesitan para hacer las reformas imprescindibles. "O aceptan que están condenados a entenderse o siguen enfrentándose creando muros y divisiones ficticias", advierte. Desgraciadamente esas palabras no encontrarán eco en su partido, cuyo líder ya se ha proclamado partidario de levantar un muro contra el PP, sin comprender que de esa forma el PSOE queda al otro lado de ese muro, acompañando a quienes quieren destruir España.
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