Un cínico sin complejos
A estas alturas del debate político no cabe duda que Pedro Sánchez es un gran cínico y, además, sin complejos. Reconocer que la amnistía a los independentistas no era el paso que quería dar, pero que lo ha dado a cambio de los 7 votos que necesitaba para seguir en La Moncloa, es la mejor prueba de su desvergüenza.
Conceder la amnistía a los golpistas catalanes no es una decisión más, que pueda ser más o menos compartida. No, se trata nada menos que de una medida que no cabe en la Constitución, contestada de forma unánime por todos los sectores de la judicatura, así como por los partidos que representan más de la mitad del electorado, incluyendo históricos gobernantes del propio PSOE. El proyecto de ley de amnistía, redactado en el extranjero por el prófugo Carles Puigdemont -principal beneficiario de la misma- es un claro ataque al Estado de Derecho porque acaba con la igualdad de los españoles, favorece a los que trataron de asaltar las instituciones y ataca de lleno a los jueces, fiscales y policías que velaron por el cumplimiento de la ley. En una palabra, esa amnistía es un ataque a la propia democracia.
Y, pese a todo, Sánchez la asume con plena normalidad. Argumenta que en política "hay que optar entre las soluciones ideales o las soluciones posibles", y que él lo ha hecho por las segundas porque no tiene los apoyos suficientes para aplicar las primeras. Una nueva demostración de cinismo porque tenía una alternativa: haber dejado gobernar al PP, que además ganó las elecciones. Pero no, ha preferido poner al Estado de Derecho patas arriba, dividir y enfrentar a los españoles, pactar con todas las fuerzas políticas que no quieren la unidad de España ni el pilar que la sustenta: la Monarquía, y todo ello para seguir en el poder.
Un líder político serio, con principios y valores, respetuoso de la democracia, no se hubiera puesto nunca en manos de un prófugo de la justicia, ni de los golpistas separatistas, ni de los terroristas, ni de quienes quieren implantar el comunismo bolivariano en España, fuerzas todas ellas a las que trata de maquillar bajo el epígrafe de 'Gobierno progresista', que no se creen ni sus propios voceros.
Y en el colmo de ese cinismo de que hace gala, Sánchez justifica la amnistía -esa que decía inconstitucional antes del 23J- en que lo hace por España, porque va a ser una decisión buena para la convivencia, asegura. Pero los españoles no se lo creen y por ello llenan las calles de las ciudades para gritar al 'okupa' de la Moncloa que lo que está haciendo es un golpe, basado en un fraude electoral porque ocultó a sus votantes que con sus votos iba a conceder la amnistía a los enemigos de España.
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Conceder la amnistía a los golpistas catalanes no es una decisión más, que pueda ser más o menos compartida. No, se trata nada menos que de una medida que no cabe en la Constitución, contestada de forma unánime por todos los sectores de la judicatura, así como por los partidos que representan más de la mitad del electorado, incluyendo históricos gobernantes del propio PSOE. El proyecto de ley de amnistía, redactado en el extranjero por el prófugo Carles Puigdemont -principal beneficiario de la misma- es un claro ataque al Estado de Derecho porque acaba con la igualdad de los españoles, favorece a los que trataron de asaltar las instituciones y ataca de lleno a los jueces, fiscales y policías que velaron por el cumplimiento de la ley. En una palabra, esa amnistía es un ataque a la propia democracia.
Y, pese a todo, Sánchez la asume con plena normalidad. Argumenta que en política "hay que optar entre las soluciones ideales o las soluciones posibles", y que él lo ha hecho por las segundas porque no tiene los apoyos suficientes para aplicar las primeras. Una nueva demostración de cinismo porque tenía una alternativa: haber dejado gobernar al PP, que además ganó las elecciones. Pero no, ha preferido poner al Estado de Derecho patas arriba, dividir y enfrentar a los españoles, pactar con todas las fuerzas políticas que no quieren la unidad de España ni el pilar que la sustenta: la Monarquía, y todo ello para seguir en el poder.
Un líder político serio, con principios y valores, respetuoso de la democracia, no se hubiera puesto nunca en manos de un prófugo de la justicia, ni de los golpistas separatistas, ni de los terroristas, ni de quienes quieren implantar el comunismo bolivariano en España, fuerzas todas ellas a las que trata de maquillar bajo el epígrafe de 'Gobierno progresista', que no se creen ni sus propios voceros.
Y en el colmo de ese cinismo de que hace gala, Sánchez justifica la amnistía -esa que decía inconstitucional antes del 23J- en que lo hace por España, porque va a ser una decisión buena para la convivencia, asegura. Pero los españoles no se lo creen y por ello llenan las calles de las ciudades para gritar al 'okupa' de la Moncloa que lo que está haciendo es un golpe, basado en un fraude electoral porque ocultó a sus votantes que con sus votos iba a conceder la amnistía a los enemigos de España.
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