¿Cuándo van a expulsar a Felipe y a Guerra?
El PSOE de Sánchez es una caldera a punto de explotar. La expulsión de Nicolás Redondo Terreros habla por sí sola. Es la reacción cobarde a una crítica política razonable ante la deriva totalitaria y anticonstitucional de Sánchez, dispuesto a pactar con todos los que quieren acabar con España con tal de seguir en La Moncloa.
La vicesecretaria general del PSOE y palmera oficial, María Jesús Montero, justifica la expulsión de Redondo por "desprecio público a las siglas" y rechaza que sea una advertencia a críticos. Y lo dice un día después de jugar con la frase de que en el PSOE quien se mueve sí sale en la foto. Y su compañera de filas y portavoz del Gobierno en funciones, Isabel Rodríguez, se permite el lujo de usar la tribuna del Consejo de Ministros para tachar de golpista al ex presidente Aznar por hacer un llamamiento a manifestarse pacíficamente contra las maniobras ilegales y anticonstitucionales que preparan los socialistas. A los demócratas los tachan de golpistas y a quienes han sido condenados por sedición les abrazan y se arrodillan ante ellos. No tienen la más mínima vergüenza. Es tal la deriva totalitaria del Partido Sanchista que todo lo que huele a libertades o crítica constructiva y razonable les produce urticaria.
Pero por mucho que les moleste, en el PSOE empieza a aflorar el malestar. Felipe González dio hace unos días el banderazo de salida a la oposición contra la ley de amnistía que prepara el PSOE para favorecer a Puigdemont y sus compañeros golpistas. Alfonso Guerra no tardó en seguir sus pasos y no se cansa de alertar de los intentos de "destrucción del pacto constitucional" que implica el pago de Sánchez a sus socios Frankenstein2. Y empiezan a escucharse voces de destacados socialistas, como los exministros Jáuregui, Elena Valenciano, Matilde Fernández, Belloch, o Tomás Gómez y otros muchos, contrarios a los peligrosos juegos de Sánchez.
Sin embargo, lejos de escuchar esas voces de alerta, Ferraz opta por abrir la caza de brujas en un claro ataque contra las libertades. Expulsado Redondo, uno de los socialistas más queridos por su trayectoria democrática y honesta, a qué espera Sánchez para expulsar también a Felipe González y Alfonso Guerra, refundadores del PSOE en la Transición y actores decisivos en el Régimen del 78, ese régimen democrático al que tan alérgicos se muestran Sánchez y sus socios comunistas, separatistas y filoetarras. Pero no lo hará porque entonces el PSOE quedaría reducido a una manada de palmeros y grumetes, en palabras de Guerra, que lo único que defienden es su poltronita, sabedores de que fuera de ese paraguas es muy duro ganarse la vida.
Hay líneas que no se pueden rebasar, pero el actual inquilino de La Moncloa no las ve ni las quiere ver. No quiere asumir que ha perdido las elecciones, que el PSOE ya no tiene poder territorial, y que en esas condiciones no se puede gobernar la nación. Sería un rehén permanente de 24 partidos y partidillos a los que les úne su odio a España y a la democracia.
![[Img #148514]](https://madridpress.com/upload/images/09_2023/7700_felipe-alfonso.png)
La vicesecretaria general del PSOE y palmera oficial, María Jesús Montero, justifica la expulsión de Redondo por "desprecio público a las siglas" y rechaza que sea una advertencia a críticos. Y lo dice un día después de jugar con la frase de que en el PSOE quien se mueve sí sale en la foto. Y su compañera de filas y portavoz del Gobierno en funciones, Isabel Rodríguez, se permite el lujo de usar la tribuna del Consejo de Ministros para tachar de golpista al ex presidente Aznar por hacer un llamamiento a manifestarse pacíficamente contra las maniobras ilegales y anticonstitucionales que preparan los socialistas. A los demócratas los tachan de golpistas y a quienes han sido condenados por sedición les abrazan y se arrodillan ante ellos. No tienen la más mínima vergüenza. Es tal la deriva totalitaria del Partido Sanchista que todo lo que huele a libertades o crítica constructiva y razonable les produce urticaria.
Pero por mucho que les moleste, en el PSOE empieza a aflorar el malestar. Felipe González dio hace unos días el banderazo de salida a la oposición contra la ley de amnistía que prepara el PSOE para favorecer a Puigdemont y sus compañeros golpistas. Alfonso Guerra no tardó en seguir sus pasos y no se cansa de alertar de los intentos de "destrucción del pacto constitucional" que implica el pago de Sánchez a sus socios Frankenstein2. Y empiezan a escucharse voces de destacados socialistas, como los exministros Jáuregui, Elena Valenciano, Matilde Fernández, Belloch, o Tomás Gómez y otros muchos, contrarios a los peligrosos juegos de Sánchez.
Sin embargo, lejos de escuchar esas voces de alerta, Ferraz opta por abrir la caza de brujas en un claro ataque contra las libertades. Expulsado Redondo, uno de los socialistas más queridos por su trayectoria democrática y honesta, a qué espera Sánchez para expulsar también a Felipe González y Alfonso Guerra, refundadores del PSOE en la Transición y actores decisivos en el Régimen del 78, ese régimen democrático al que tan alérgicos se muestran Sánchez y sus socios comunistas, separatistas y filoetarras. Pero no lo hará porque entonces el PSOE quedaría reducido a una manada de palmeros y grumetes, en palabras de Guerra, que lo único que defienden es su poltronita, sabedores de que fuera de ese paraguas es muy duro ganarse la vida.
Hay líneas que no se pueden rebasar, pero el actual inquilino de La Moncloa no las ve ni las quiere ver. No quiere asumir que ha perdido las elecciones, que el PSOE ya no tiene poder territorial, y que en esas condiciones no se puede gobernar la nación. Sería un rehén permanente de 24 partidos y partidillos a los que les úne su odio a España y a la democracia.
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