La digestión
Las urnas han hablado y sus resultados están requiriendo una difícil digestión para todos, incluido el presidente en funciones cuando desde Ferraz dijo aquello de que "somos muchísimos más".
Si en esa cuenta incluye a todos aquellos partidos dispuestos a apoyarle en la investidura, tiene razón. Si se refería al PSOE, es un hecho objetivo que son más los ciudadanos que han votado al PP que a los socialistas. Y es que no hay que olvidar que es el PP el ganador de los comicios aunque desde el discurso socialista pueda llegar a pensarse que las ganaron de calle. No ha sido así. Lo que sí ha ocurrido en las filas socialistas es que Pedro Sánchez ha ganado con claridad en su puesto de secretario general. Su mando en plaza dentro de las filas socialistas es absoluto, indiscutible.
Siendo esto así, Núñez Feijóo, ganador de las elecciones, no puede esperar nada del llamado a revalidar su puesto en Moncloa. Si hace algún tiempo el lema era "no es no", ahora es el famoso "no pasarán". Y así será.
Para que no quepa duda alguna de que no pasarán, las negociaciones para la mayoría parlamentaria necesaria para la investidura, acabarán, previsiblemente, con acuerdo. Será un acuerdo polifónico, muy polifónico, tanto que el futuro Presidente necesitará de todos para todo. Cualquier parpadeo del Gobierno deberá contar con el apoyo, con el concurso de, si no me fallan las cuentas, seis partidos y eso contando con que Podemos no quiera para sí grupo parlamentario.
Si de algo se jactan los socialistas es que el PP está solo, que nadie quiere hablar con él y en términos parlamentarios tienen razón, pero no deberían pasar por alto el inmenso poder territorial de los populares. Sería una irresponsabilidad para con España ignorar hechos objetivos pero si algo une al que parece será el próximo Gobierno es precisamente el rechazo, a VOX, por supuesto, pero sobre todo al PP.
No voy a caer en la ingenuidad de pedir un gran acuerdo entre PSOE y PP. El esfuerzo inútil conduce a la melancolía. Dadas las circunstancias este sí que sería un acuerdo que permitiría dormir tranquilos a los españoles, aunque también hay que reconocer que a muchos, muchísimos, nada les quita el sueño.
En estas elecciones, no ha habido un ciudadano que no haya votado sabiendo las consecuencias de su voto. Quienes votaron a Sánchez supongo que daban por descontado que, cuando menos, se repetiría el acuerdo de la legislatura ya decaída. Para ello se ha venido trabajando en estos últimos cuatro años.
En igual medida, los que apostaron por Feijóo no podían ignorar la existencia de VOX y aquí viene gran parte del problema. Es obvio que el PP ha cometido errores de campaña, su discurso no ha estado siempre bien armado y que en el tramo final Feijóo se vio sometido a una estruendosa campaña de desprestigio personal. Dicho esto, Vox es, incluso para muchos votantes del PP, un compañero de viaje incómodo, muy incómodo. Su discurso de trazo grueso, su afán no ya de poder, que también, sino de controlar al PP y los personajes más visibles a raíz de los pactos autonómicos resultan inasumibles, tan inasumibles que a lo mejor consideran un triunfo censurar obras de teatro o quitar bancos con la bandera arco iris. ¡Grandes gestas! Para colmo ni media autocrítica ante unos resultados que en cualquier partido obligarían a una profunda reflexión. Ellos tan contentos.
El futuro, por definición, siempre es incierto pero el futuro de lo que pueda ocurrir en la vida política española es un futuro que genera perplejidad. ¿No es para estar perplejos que Puigdemont sea el hombre fuerte del futuro gobierno? Muchos estamos perplejos pero las urnas han hablado y en un sistema parlamentario al final gana el que Gobierna, es decir, el que suma. Y Sánchez suma. Lo que no se sabe es cómo ni cuánto tiempo: el fantasma de nuevas elecciones no es una alucinación.
Si en esa cuenta incluye a todos aquellos partidos dispuestos a apoyarle en la investidura, tiene razón. Si se refería al PSOE, es un hecho objetivo que son más los ciudadanos que han votado al PP que a los socialistas. Y es que no hay que olvidar que es el PP el ganador de los comicios aunque desde el discurso socialista pueda llegar a pensarse que las ganaron de calle. No ha sido así. Lo que sí ha ocurrido en las filas socialistas es que Pedro Sánchez ha ganado con claridad en su puesto de secretario general. Su mando en plaza dentro de las filas socialistas es absoluto, indiscutible.
Siendo esto así, Núñez Feijóo, ganador de las elecciones, no puede esperar nada del llamado a revalidar su puesto en Moncloa. Si hace algún tiempo el lema era "no es no", ahora es el famoso "no pasarán". Y así será.
Para que no quepa duda alguna de que no pasarán, las negociaciones para la mayoría parlamentaria necesaria para la investidura, acabarán, previsiblemente, con acuerdo. Será un acuerdo polifónico, muy polifónico, tanto que el futuro Presidente necesitará de todos para todo. Cualquier parpadeo del Gobierno deberá contar con el apoyo, con el concurso de, si no me fallan las cuentas, seis partidos y eso contando con que Podemos no quiera para sí grupo parlamentario.
Si de algo se jactan los socialistas es que el PP está solo, que nadie quiere hablar con él y en términos parlamentarios tienen razón, pero no deberían pasar por alto el inmenso poder territorial de los populares. Sería una irresponsabilidad para con España ignorar hechos objetivos pero si algo une al que parece será el próximo Gobierno es precisamente el rechazo, a VOX, por supuesto, pero sobre todo al PP.
No voy a caer en la ingenuidad de pedir un gran acuerdo entre PSOE y PP. El esfuerzo inútil conduce a la melancolía. Dadas las circunstancias este sí que sería un acuerdo que permitiría dormir tranquilos a los españoles, aunque también hay que reconocer que a muchos, muchísimos, nada les quita el sueño.
En estas elecciones, no ha habido un ciudadano que no haya votado sabiendo las consecuencias de su voto. Quienes votaron a Sánchez supongo que daban por descontado que, cuando menos, se repetiría el acuerdo de la legislatura ya decaída. Para ello se ha venido trabajando en estos últimos cuatro años.
En igual medida, los que apostaron por Feijóo no podían ignorar la existencia de VOX y aquí viene gran parte del problema. Es obvio que el PP ha cometido errores de campaña, su discurso no ha estado siempre bien armado y que en el tramo final Feijóo se vio sometido a una estruendosa campaña de desprestigio personal. Dicho esto, Vox es, incluso para muchos votantes del PP, un compañero de viaje incómodo, muy incómodo. Su discurso de trazo grueso, su afán no ya de poder, que también, sino de controlar al PP y los personajes más visibles a raíz de los pactos autonómicos resultan inasumibles, tan inasumibles que a lo mejor consideran un triunfo censurar obras de teatro o quitar bancos con la bandera arco iris. ¡Grandes gestas! Para colmo ni media autocrítica ante unos resultados que en cualquier partido obligarían a una profunda reflexión. Ellos tan contentos.
El futuro, por definición, siempre es incierto pero el futuro de lo que pueda ocurrir en la vida política española es un futuro que genera perplejidad. ¿No es para estar perplejos que Puigdemont sea el hombre fuerte del futuro gobierno? Muchos estamos perplejos pero las urnas han hablado y en un sistema parlamentario al final gana el que Gobierna, es decir, el que suma. Y Sánchez suma. Lo que no se sabe es cómo ni cuánto tiempo: el fantasma de nuevas elecciones no es una alucinación.


























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