La España de la charanga y pandereta
Los pactos de Carlos Mazón con Vox en la Comunidad Valenciana están dando a Feijóo y a la cúpula de Génova más quebraderos de cabeza de lo que imaginaban. Cuando creían haberse quitado de encima a Carlos Flores, condenado por maltrato a su ex pareja, la violencia de género vuelve a la palestra y por la puerta grande.
José María Llanos, el candidato a presidir las Cortes valencianas --de Vox, por supuesto-- ha asegurado que "la violencia de género no existe, la violencia machista no existe". Obligando a Feijoo a ratificar su apoyo a la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
Aunque en un principio se quisieron limitar los "daños" a una cuestión semántica, el dato escalofriante de las veinte mujeres asesinadas en lo que va de año a manos de sus parejas o ex parejas, deja poco espacio al intento de mirar para otro lado. Este tipo de declaraciones, como ya ha dejado claro Abascal, que insiste en que los pactos no acuerdan nombres sino políticas, definen cómo va a abordar el nuevo Ejecutivo valenciano las inversiones en proyectos para evitar el maltrato y la violencia. No sirve de nada mandar a Madrid al acusado de violencia contra su mujer si los que se quedan piensan lo mismo y sin complejos.
No le conviene nada al PP, en ciernes de la campaña para las generales, dar esta imagen de charanga y pandereta que tan bien retrató Antonio Machado en su poema. La violencia machista existe, y si no que se lo pregunten a los niños que en los últimos meses han contemplado como su padre asesinaba ante sus ojos a su madre. También choca y causa estupor que la Conselleria de Cultura recaiga en manos del torero Vicente Barrera, que asumirá también la vicepresidencia de la Generalitat.
Teniendo en cuenta que uno de los puntos del pacto de Gobierno ya cerrado contempla una reducción fiscal, con la desaparición de los impuestos de patrimonio, sucesiones y donaciones, los ingresos se reducirán en 615 millones, con un incremento del 0,4 en el déficit. Si a esto añadimos que Valencia es la comunidad más endeudada de España, su intención de aumentar el gasto público es una quimera. Lo que parece meridianamente claro es que las partidas de Cultura, exceptuando las destinadas a la Fiesta Nacional y las de protección a las mujeres maltratadas, serán las más afectadas por los recortes.
Aunque Feijóo y los suyos quieran hacer como que no pasa nada, la ultra derecha no es un buen compañero de viaje y estos pactos y sus propósitos recuerdan una España rancia, de testosterona y festejos taurinos, muy alejada de la propuesta de centralidad y moderación con que pretenden llegar a Moncloa.
José María Llanos, el candidato a presidir las Cortes valencianas --de Vox, por supuesto-- ha asegurado que "la violencia de género no existe, la violencia machista no existe". Obligando a Feijoo a ratificar su apoyo a la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
Aunque en un principio se quisieron limitar los "daños" a una cuestión semántica, el dato escalofriante de las veinte mujeres asesinadas en lo que va de año a manos de sus parejas o ex parejas, deja poco espacio al intento de mirar para otro lado. Este tipo de declaraciones, como ya ha dejado claro Abascal, que insiste en que los pactos no acuerdan nombres sino políticas, definen cómo va a abordar el nuevo Ejecutivo valenciano las inversiones en proyectos para evitar el maltrato y la violencia. No sirve de nada mandar a Madrid al acusado de violencia contra su mujer si los que se quedan piensan lo mismo y sin complejos.
No le conviene nada al PP, en ciernes de la campaña para las generales, dar esta imagen de charanga y pandereta que tan bien retrató Antonio Machado en su poema. La violencia machista existe, y si no que se lo pregunten a los niños que en los últimos meses han contemplado como su padre asesinaba ante sus ojos a su madre. También choca y causa estupor que la Conselleria de Cultura recaiga en manos del torero Vicente Barrera, que asumirá también la vicepresidencia de la Generalitat.
Teniendo en cuenta que uno de los puntos del pacto de Gobierno ya cerrado contempla una reducción fiscal, con la desaparición de los impuestos de patrimonio, sucesiones y donaciones, los ingresos se reducirán en 615 millones, con un incremento del 0,4 en el déficit. Si a esto añadimos que Valencia es la comunidad más endeudada de España, su intención de aumentar el gasto público es una quimera. Lo que parece meridianamente claro es que las partidas de Cultura, exceptuando las destinadas a la Fiesta Nacional y las de protección a las mujeres maltratadas, serán las más afectadas por los recortes.
Aunque Feijóo y los suyos quieran hacer como que no pasa nada, la ultra derecha no es un buen compañero de viaje y estos pactos y sus propósitos recuerdan una España rancia, de testosterona y festejos taurinos, muy alejada de la propuesta de centralidad y moderación con que pretenden llegar a Moncloa.
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