Sábado, 06 de Septiembre de 2025

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DAVID LAVILLA
Lunes, 05 de Junio de 2023

No son flojos ni inmaduros

Alrededor de doscientos mil estudiantes están realizando la EVAU este año. Es decir, que una gran parte de los jóvenes españoles apuesta por seguir formándose, a pesar de tener ante sí un futuro bastante incierto.

 
De lunes a jueves todos estos preuniversitarios -palabra que desgraciadamente cada vez está más demodé- se van a encerrar en las aulas. Y se van a enfrentar a un maratón de exámenes con los que, en buena medida, se van a jugar gran parte de su futuro personal y profesional. Un futuro que, por cierto, parte ya de un presente bastante adverso. Porque conviene no olvidar que España está a la cola de Europa a la hora de garantizar un empleo digno para esta franja de edad tan vulnerable y de los que solo se acuerdan cuando truena, o cuando llegan las elecciones para ofrecerles óbolo, en vez de darles recursos para poder desarrollarse como personas y no solo como ganado votante. 
 
Porque, indudablemente, uno de los objetivos principales de cualquier Gobierno debería ser el de velar por el futuro de su propio país, y dar a los más jóvenes la opción real de poder generar riqueza intelectual y económica por sí mismos para hacerles más libres e independientes. Y no meros esclavos de la paga y de la misericordia.
 
Pero no. No contentos con haber heredado -sin merecerlo- un contexto socioeconómico extremadamente adverso, sus propios adultos les insultan y les desprecian. Y reciben una crítica feroz por una gran parte del mundo del filosofeo. Porque a toda esta buena gente que en estos días va a estar luchando en las aulas por conseguir realizar sus sueños ahora van y les llaman, sin vergüenzas, “la generación de cristal”. Un concepto ruin, rastrero e hipócrita, dicho en boca de personas que, o bien no se acuerdan de su adolescencia, o bien la echan tanto de menos que quieren cargar las tintas -quién sabe si por resentimiento o por celos- contra todo un grupo de jóvenes que seguramente haya tenido que luchar contra peores adversidades que quienes les etiquetan con una vitola que poco tiene que ver con ellos.
 
Sobre todo, porque es muy necesario dejar claro al mundo del filosofeo que estos jóvenes han vivido uno de los peores momentos de la historia reciente: la pandemia. Y han visto cómo aquí en España, de manera anticonstitucional, se les ha privado de su libertad y, en buena medida, de gran parte de su infancia; hacinándoles como ganado educativo en sus casas solo con un ordenador -en el mejor de los casos- y unos cuantos libros de texto; mientras veían cómo sus mayores o bien vivían cabreados, impotentes e indefensos; o bien se morían de miedo. 
 
Y no solo eso. No. Además, es importante dejar claro que estos jóvenes han tenido que vivir en carne propia unos cuantos cambios de legislación en el ámbito educativo. Y eso tampoco ha sido por culpa de ellos, sino del mundo turbio de sus etiquetadores. De esos estúpidos que hoy se dignan en llamarles “flojos” e “inmaduros” así, sin despeinarse. Y sin mirarse al espejo.
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