San Isidro no creo que esté por la labor
Los bueyes no aran solos, como le pasaba a San Isidro. Hay que trabajar. Lo malo es que los que quieren no pueden hacerlo y, los que pueden, y deben velar por los derechos de los demás, no echan una mano ni al cuello. Y, si no, que se lo pregunten a los agricultores.
La Unión Europea, con Sánchez como gran valedor, se ha propuesto acabar con la economía tradicional española siguiendo las directrices de una agenda que, llegado el dos mil treinta, tendrá que idear una nueva hoja de ruta para salvar al Viejo Continente de todas las miserias que ha ido sembrando por el camino.
Entre toda esa retahíla de malas decisiones se encuentra su política contra el sector primario. Un sector primordial en la economía de un país. Máxime en estos tiempos de crisis e incertidumbre en los que en cualquier momento puede sobrevenir una alerta alimentaria.
Quizá a muchos ciudadanos la denuncia de esta situación les puede causar ahora cabreo, disgusto o excesivo alarmismo a cuenta de un hecho poco concluyente e incluso hasta demasiado nefasto y atroz.
No obstante, sería muy comprensible ese enfado. Sobre todo porque vendría justo de las mismas personas incrédulas que un día se escandalizaron cuando algunos expertos vaticinaron la crisis energética rusa o la sanitaria de Wuhan.
Pero, ya sabiendo que una cosa puede llevar a la otra, es necesario que estemos muy atentos todos -incrédulos o no- a los pasos que se están dando desde las instituciones europeas. No sea que por no estar lo suficientemente espabilados luego solo nos pueda salvar un milagro. Y San Isidro, ahora mismo, no creo que esté por la labor.
La Unión Europea, con Sánchez como gran valedor, se ha propuesto acabar con la economía tradicional española siguiendo las directrices de una agenda que, llegado el dos mil treinta, tendrá que idear una nueva hoja de ruta para salvar al Viejo Continente de todas las miserias que ha ido sembrando por el camino.
Entre toda esa retahíla de malas decisiones se encuentra su política contra el sector primario. Un sector primordial en la economía de un país. Máxime en estos tiempos de crisis e incertidumbre en los que en cualquier momento puede sobrevenir una alerta alimentaria.
Quizá a muchos ciudadanos la denuncia de esta situación les puede causar ahora cabreo, disgusto o excesivo alarmismo a cuenta de un hecho poco concluyente e incluso hasta demasiado nefasto y atroz.
No obstante, sería muy comprensible ese enfado. Sobre todo porque vendría justo de las mismas personas incrédulas que un día se escandalizaron cuando algunos expertos vaticinaron la crisis energética rusa o la sanitaria de Wuhan.
Pero, ya sabiendo que una cosa puede llevar a la otra, es necesario que estemos muy atentos todos -incrédulos o no- a los pasos que se están dando desde las instituciones europeas. No sea que por no estar lo suficientemente espabilados luego solo nos pueda salvar un milagro. Y San Isidro, ahora mismo, no creo que esté por la labor.
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