Las diez plagas de Pedro Sánchez
Dicen que hubo varias plagas en Egipto en tiempos de Moisés. Los teóricos no dudan de ellas, pero sí de su cuantía. Y mientras unos apuntan a que solo hubo dos, otros dicen que fueron hasta diez. Es realmente complicado conocer el número exacto de catástrofes que asolaron a las personas de aquella época, pero ahora las plagas de Pedro Sánchez las conocemos bastante bien.
Mosquitos, tábanos, langostas, ranas, tinieblas, sangre en el agua, úlceras, granizo, peste y la muerte de primogénitos aseguran que fueron los diez castigos que vivieron los egipcios. Pero no va a ser el único pueblo devastado por las desgracias en toda la historia, porque ya hace unos cuantos años que los españoles estamos pasando por algo parecido desde que Pedro juega a ser nuestro faraón.
Y es que Sánchez es el gobernante que peor fario ha tenido en menos tiempo. Al menos en España. Lo que no sabemos con certeza es si todo este despliegue de mala leche contra la ciudadanía española es un castigo caído del cielo o simplemente es la suma de muchos acontecimientos aciagos traídos por el azar. Aunque el padecimiento de los españoles es el que es. Y de eso no cabe ninguna duda.
Pandemia gestionada de forma funesta. Bosques arrasados por el fuego. Ríos de lava producidos por un volcán que ha registrado una actividad sobrecogedora que no se experimentaba desde hacía siglos. Guerra desproporcionada e inconcebible a las puertas de Europa. Crisis financiera de altísimo riesgo para los bolsillos más débiles. Escasez de energía sin parangón. Delincuencia sexual más propia de otro tiempo que de este. Sequía extrema. Colas del hambre. Movimientos migratorios descontrolados. Diez plagas malditas que todavía siguen produciendo miseria y muerte. Y sí, aunque cueste creerlo, todo esto lo ha vivido España en solo unos pocos años con Sánchez; un engreído gobernante atroz dispuesto en un escenario letal.
Al hilo de su excelso engreimiento, de su excesiva petulancia, cuenta Maxim Huerta como anécdota que cuando Pedro prescindió de él solo hablaba de sí mismo, y de cómo le vería la historia cuando ya no estuviera en La Moncloa. Y no hay que ser muy máquina -como dice ahora Bisbal- para saber que no va a ser recordado como un dirigente afortunado. Porque una flor en el culo ya ha quedado claro que no tiene. A no ser que en vez de una flor sea un capullo.
Mosquitos, tábanos, langostas, ranas, tinieblas, sangre en el agua, úlceras, granizo, peste y la muerte de primogénitos aseguran que fueron los diez castigos que vivieron los egipcios. Pero no va a ser el único pueblo devastado por las desgracias en toda la historia, porque ya hace unos cuantos años que los españoles estamos pasando por algo parecido desde que Pedro juega a ser nuestro faraón.
Y es que Sánchez es el gobernante que peor fario ha tenido en menos tiempo. Al menos en España. Lo que no sabemos con certeza es si todo este despliegue de mala leche contra la ciudadanía española es un castigo caído del cielo o simplemente es la suma de muchos acontecimientos aciagos traídos por el azar. Aunque el padecimiento de los españoles es el que es. Y de eso no cabe ninguna duda.
Pandemia gestionada de forma funesta. Bosques arrasados por el fuego. Ríos de lava producidos por un volcán que ha registrado una actividad sobrecogedora que no se experimentaba desde hacía siglos. Guerra desproporcionada e inconcebible a las puertas de Europa. Crisis financiera de altísimo riesgo para los bolsillos más débiles. Escasez de energía sin parangón. Delincuencia sexual más propia de otro tiempo que de este. Sequía extrema. Colas del hambre. Movimientos migratorios descontrolados. Diez plagas malditas que todavía siguen produciendo miseria y muerte. Y sí, aunque cueste creerlo, todo esto lo ha vivido España en solo unos pocos años con Sánchez; un engreído gobernante atroz dispuesto en un escenario letal.
Al hilo de su excelso engreimiento, de su excesiva petulancia, cuenta Maxim Huerta como anécdota que cuando Pedro prescindió de él solo hablaba de sí mismo, y de cómo le vería la historia cuando ya no estuviera en La Moncloa. Y no hay que ser muy máquina -como dice ahora Bisbal- para saber que no va a ser recordado como un dirigente afortunado. Porque una flor en el culo ya ha quedado claro que no tiene. A no ser que en vez de una flor sea un capullo.
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