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CHARO ZARZALEJOS
Viernes, 31 de Marzo de 2023

Y en éstas llegó Ana

Enredados con las pensiones, con la evangelista del acto del PP que daba un susto al miedo y ya lanzados a una campaña electoral, fue en éstas cuando llegó Ana Obregón con su bebé logrado a través de una gestación subrogada poniendo todo patas arriba.

 
El sufrimiento de una madre que pierde a un hijo debe ser indescriptible y el hijo muerto es y será siempre el hijo más presente. Pocas cosas en la vida merecen mayor respeto que el duelo ajeno, de ahí que no salga de mis dedos ni una sola palabra que implique juicio alguno ni para Ana Obregón ni para nadie que tenga que convivir con la ausencia de un ser querido.
 
Pienso que los deseos no son derechos, entre ellos el deseo de ser madre o padre pero nos encontramos con que si un hombre desea ser mujer, sin evaluaciones previas, no tiene más que ir al registro y ya es mujer. Admitido esto y otras muchas cuestiones habrá que convenir que el debate sobre la maternidad subrogada era un debate pendiente en España que se ha abierto de manera sorpresiva cuando nadie lo esperaba.
 
Ha sorprendido la predisposición del PP a abrir un debate, que guste o no, ya está entre nosotros y que habrá que abordar tarde o temprano como ya ha ocurrido en muchos países de nuestro entorno. Es un asunto que afecta a la moral, a la ética y a las creencias personales de cada cual. Exactamente lo mismo que ocurre con el aborto o la eutanasia y ambos se han abordado con enorme alegría por parte de la izquierda.
 
La izquierda española o, por lo menos, buena parte de ella ha cogido la bandera de que las mujeres podemos decidir sobre nuestro cuerpo. Somos libres para hacer con él casi todo lo que queramos. Siguiendo este argumento esgrimido por la izquierda, ¿no puede una mujer poner su útero, que forma parte de su cuerpo, a disposición de otra persona para traer al mundo un bebé deseado? Lo que de ninguna manera es aceptable es la explotación, aprovecharse de la pobreza de muchas mujeres y de su vulnerabilidad. Si hablamos de dinero -un hijo no tiene ni debe tener precio- recordar que en España la donación de un óvulo se paga a 1.000 euros. Todo tristes contradicciones.
 
El debate no es fácil. No puede abordarse desde trazos gruesos. No estoy de acuerdo con la maternidad subrogada como no estoy de acuerdo con la autodeterminación de género (otra cosa es la disforia de género), ni con que las menores puedan abortar sin que los padres tengan nada que decir. No estoy de acuerdo pero asumo que el debate está ahí, que vivimos en una sociedad plural y diversa y que, desde la política, hay que ir dando respuestas a realidades que a muchos nos pueden resultar incómodas pero todo aquellos que no se regula se desmadra, se presta al abuso y a la picaresca y cuando se trata de la vida humana, toda cautela, toda reflexión, toda prudencia es poca.
 
Justo lo que no ha habido, por ejemplo, en la ley trans que desde Igualdad, con el aval de todo el Gobierno, no ha tenido debate, ni las consultas necesarias a expertos y médicos. Se ha hecho a medida del proyecto social de UP.
 
Los que estamos en contra de la gestación subrogada tanto por motivos morales como éticos no podemos ni debemos cerrar los ojos ante una realidad extendida en nuestro país y en buena parte de los países de nuestro entorno y porque defendemos la dignidad de la mujer debemos abogar por ese debate sosegado y garantista que ya está entre nosotros y que tarde o temprano habrá que abordar. Ahora, ciertamente, no es el momento. En España tenemos de todo salvo el sosiego necesario para abordar un asunto que no admite frivolidad alguna.
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