En una votiva ofrenda
Ha dicho el Ministerio de Antigüedades egipcio que han descubierto en la vieja ciudad de Abidos cerca de dos mil momias de carneros en la zona del templo de Ramsés. De momento no se ha visto a ningún diputado socialista, pero ya se sabe que el cavar es como el rascar: todo es empezar.
Cenar al lado de un carnero no te convierte en momia, eso es verdad. Además, como dice Patxi, los diputados cenan todos los días. Y aquí hay que darle la razón, lo malo es que el rebaño ingiera antes, durante o después del papeo sustancias que le coloquen. Porque si una persona de a pie se administra la cosa, conoce las sanciones a las que está expuesto y no hace mal a nadie, allá cada uno. Lo malo es si eres diputado y tienes que representar los intereses del Estado. Entonces ahí varía sustancialmente el panorama.
Además, si el mandangueo corre a cuenta del ciudadano, pues el problema ya no es solo serio, sino que se convierte en algo muy peligroso. Un ejemplo. Pongamos que uno de los camaradas de Patxi quiere fumar o inhalar. Llega al Congreso pasado de vueltas. Se dispone a votar. Y en vez de dar al botón con el dedo, le da por aspirar. Pues al final ni vota, ni aprieta, ni se puede colocar.
Y esa es la historia. Es triste, pero si no es tal cual sí que podría ser al menos algo parecida. Porque un diputado debería ser un ciudadano ejemplar y tiene la obligación de representar los intereses de sus paisanos. Le voten, o no.
Pero, en caso de ser cierto todo este asunto del ‘Tito Berni’, ¿qué lección magistral puede dar una persona que se pone hasta las trancas cuando tiene que tomar decisiones que afectan a un país entero? ¿Cuál puede ser la catadura moral de un tipo que en plena pandemia va dando clases de cómo se debe comportar la ciudadanía mientras él mismo se va saltando las normas que va dictando? ¿Dónde queda el recato, la mesura, la decencia o la propia dignidad de una persona que representa a un partido que defiende la sanidad? ¿Y en qué lugar queda la honestidad de un elemento que hace alarde de los valores feministas de su gente y luego utiliza el cuerpo de una mujer en un prostíbulo?
He estado mucho tiempo dándole bastantes vueltas al ‘caso Mediador’, pero ciertamente no encuentro ninguna excusa -al menos deontológica o moral- que justifique que los hombres -y mujeres- de Patxi se pongan hasta las trancas de mandanga, y luego tomen decisiones con algo de cordura para ayudar a los españoles en momentos tan complejos como éste.
Tampoco encuentro una respuesta lógica a la pregunta de por qué esta banda nos representa. Ni por qué continúan aún aquí. Ni cuánto tiempo van a permanecer en sus poltronas rascándose la nariz. A menos que todo lo que estén haciendo sea por una mera cuestión de obediencia. Y estén actuando así durante todo este tiempo solo para rendir cuentas ante su faraón. Mansamente. Puestos en fila como carneros en una votiva ofrenda.
Cenar al lado de un carnero no te convierte en momia, eso es verdad. Además, como dice Patxi, los diputados cenan todos los días. Y aquí hay que darle la razón, lo malo es que el rebaño ingiera antes, durante o después del papeo sustancias que le coloquen. Porque si una persona de a pie se administra la cosa, conoce las sanciones a las que está expuesto y no hace mal a nadie, allá cada uno. Lo malo es si eres diputado y tienes que representar los intereses del Estado. Entonces ahí varía sustancialmente el panorama.
Además, si el mandangueo corre a cuenta del ciudadano, pues el problema ya no es solo serio, sino que se convierte en algo muy peligroso. Un ejemplo. Pongamos que uno de los camaradas de Patxi quiere fumar o inhalar. Llega al Congreso pasado de vueltas. Se dispone a votar. Y en vez de dar al botón con el dedo, le da por aspirar. Pues al final ni vota, ni aprieta, ni se puede colocar.
Y esa es la historia. Es triste, pero si no es tal cual sí que podría ser al menos algo parecida. Porque un diputado debería ser un ciudadano ejemplar y tiene la obligación de representar los intereses de sus paisanos. Le voten, o no.
Pero, en caso de ser cierto todo este asunto del ‘Tito Berni’, ¿qué lección magistral puede dar una persona que se pone hasta las trancas cuando tiene que tomar decisiones que afectan a un país entero? ¿Cuál puede ser la catadura moral de un tipo que en plena pandemia va dando clases de cómo se debe comportar la ciudadanía mientras él mismo se va saltando las normas que va dictando? ¿Dónde queda el recato, la mesura, la decencia o la propia dignidad de una persona que representa a un partido que defiende la sanidad? ¿Y en qué lugar queda la honestidad de un elemento que hace alarde de los valores feministas de su gente y luego utiliza el cuerpo de una mujer en un prostíbulo?
He estado mucho tiempo dándole bastantes vueltas al ‘caso Mediador’, pero ciertamente no encuentro ninguna excusa -al menos deontológica o moral- que justifique que los hombres -y mujeres- de Patxi se pongan hasta las trancas de mandanga, y luego tomen decisiones con algo de cordura para ayudar a los españoles en momentos tan complejos como éste.
Tampoco encuentro una respuesta lógica a la pregunta de por qué esta banda nos representa. Ni por qué continúan aún aquí. Ni cuánto tiempo van a permanecer en sus poltronas rascándose la nariz. A menos que todo lo que estén haciendo sea por una mera cuestión de obediencia. Y estén actuando así durante todo este tiempo solo para rendir cuentas ante su faraón. Mansamente. Puestos en fila como carneros en una votiva ofrenda.
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