Sea o no sea varón
El otro día me envió un amigo un vídeo de TikTok que era para echarse a llorar. Y sí: fue ese mensaje de audio que mandó una profesora al grupo de WhatsApp de los padres de sus alumnos. Ese que se ha hecho viral. Esa nota de voz que decía que no iban a celebrar el día del padre, sino el día de la persona especial.
La verdad es que no sé qué tendrá un padre de malo para sus hijos. Llevo dándole vueltas a este tema mucho antes de que la profesora de marras armara la mundial, y aún no llego a entender toda esta ira contra los papás o, peor, contra el sexo masculino.
Sí que entiendo perfectamente que haya mujeres muy heridas por el pasado de sus madres o de sus abuelas, justamente tanto como lo estoy yo. Entiendo que haya padres -como también existen madres- que no presten la debida atención a sus hijos, y eso puede estigmatizar a una persona y dejarla herida para siempre. Entiendo que la mujer necesite reivindicarse, luche legítimamente por sus derechos y que, por obcecación, en vez de observar al hombre como un aliado, incluso hasta lo lleguen a percibir de manera equivocada como un adversario. Entiendo también hasta el odio que lleve alguien dentro en un momento dado. Entiendo el resquemor, la mala baba o el veneno por pura cólera o por simple ofuscación. Pero esta historia que estamos viviendo ahora los hombres es insana y antinatural. Por eso debemos todos frenarla inmediatamente, porque no solo atenta contra la propia humanidad, sino que además ya roza la misandria.
Aunque lo peor de todo este fango turbio y patológico no es esta locura tóxica enfermiza que nos vende la ideología ‘woke’. Que también. Lo peor de todo es que nadie alza la voz en favor de sus propios hijos. Y tragamos. Y callamos. Y ya no se sabe bien si por miedo a que nos pase algo, por vergüenza a ser señalados, o por pura estupidez. El caso es que la cosa está ahí, fluye de forma sospechosamente natural en el ambiente y, poco a poco, ya la hemos instalado en el pensamiento colectivo como algo rematadamente chic. Como algo extraordinariamente esnob.
Y si se piensa bien, esta descomunal ida de olla, esta batalla falaz no beneficia a nadie. Porque solo perjudica, por su vulnerabilidad real, al que verdaderamente necesita que le protejamos con más ímpetu: a la persona especial. Al menor. Sea o no sea varón.
La verdad es que no sé qué tendrá un padre de malo para sus hijos. Llevo dándole vueltas a este tema mucho antes de que la profesora de marras armara la mundial, y aún no llego a entender toda esta ira contra los papás o, peor, contra el sexo masculino.
Sí que entiendo perfectamente que haya mujeres muy heridas por el pasado de sus madres o de sus abuelas, justamente tanto como lo estoy yo. Entiendo que haya padres -como también existen madres- que no presten la debida atención a sus hijos, y eso puede estigmatizar a una persona y dejarla herida para siempre. Entiendo que la mujer necesite reivindicarse, luche legítimamente por sus derechos y que, por obcecación, en vez de observar al hombre como un aliado, incluso hasta lo lleguen a percibir de manera equivocada como un adversario. Entiendo también hasta el odio que lleve alguien dentro en un momento dado. Entiendo el resquemor, la mala baba o el veneno por pura cólera o por simple ofuscación. Pero esta historia que estamos viviendo ahora los hombres es insana y antinatural. Por eso debemos todos frenarla inmediatamente, porque no solo atenta contra la propia humanidad, sino que además ya roza la misandria.
Aunque lo peor de todo este fango turbio y patológico no es esta locura tóxica enfermiza que nos vende la ideología ‘woke’. Que también. Lo peor de todo es que nadie alza la voz en favor de sus propios hijos. Y tragamos. Y callamos. Y ya no se sabe bien si por miedo a que nos pase algo, por vergüenza a ser señalados, o por pura estupidez. El caso es que la cosa está ahí, fluye de forma sospechosamente natural en el ambiente y, poco a poco, ya la hemos instalado en el pensamiento colectivo como algo rematadamente chic. Como algo extraordinariamente esnob.
Y si se piensa bien, esta descomunal ida de olla, esta batalla falaz no beneficia a nadie. Porque solo perjudica, por su vulnerabilidad real, al que verdaderamente necesita que le protejamos con más ímpetu: a la persona especial. Al menor. Sea o no sea varón.


























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