Tontadas peligrosas
El amor y la ideología alteran el raciocinio de todos los seres humanos, hasta que el tiempo logra madurar el "amor fou", que dicen los franceses, en un amor más estable, mientras la experiencia y la realidad nos alejan de extremismos políticos. Pero es más fácil curarse de la locura del amor que de la locura ideológica, y la Ley de Seguridad Ciudadana puede desproteger a los cuerpos de seguridad y a los ciudadanos.
Recuerdo que Antonio Pérez Henares escribió un libro nostálgico, rememorando aquella etapa, entre adolescente y juvenil, en la que corríamos delante de los grises. Gris era el uniforme de la Policía Nacional en la Dictadura y, por eso, Martín Villa -un excelente ministro de Interior- ordenó cambiar el color de los uniformes para evidenciar que la tonalidad de la autoridad democrática era diferente del color de la autoridad dictatorial.
Pero, así como Antonio y, muchos otros, aprendimos que lo que entonces denominábamos "fuerzas represivas del Estado" se habían convertido en garantes de la libertad de todos, quedan especímenes en el Congreso de los Diputados y en el Gobierno, quienes, sin haber sufrido en sus carnes la represión -gracias a haber nacido más recientemente- miran a los guardias como los mirábamos los que hoy peinamos canas. Y la tontada puede ser peligrosa, porque nos desprotege a todos, y no garantiza más libertad para el ciudadano, sino para el delincuente, para el gamberro y para el terrorista.
Ignoro cómo va a quedar la chapuza, pero asusta, simplemente, que haya estado a punto de prohibirse que los agentes de la autoridad no puedan cachear a un sospechoso en la calle. O sea, que cualquiera puede llevar un cinturón de bombas al cinto, y negarse a que lo registren. O un arma, o un simple cuchillo, no tan simple, porque con un cuchillo también se puede asesinar. Algunos de nuestros estúpidos gobernantes o diputados pueden ser cómplices de un terrorismo letal, y deben creerse que ya ha acabado, como se olvidan de la guerra de Ucrania, y de que China, cuando domine el mundo, será de una crueldad marxista, pasada por la frialdad oriental.
Que salga gratis insultar a un agente, que se está jugando su físico en una manifestación, no impulsa más libertad para los ciudadanos, sino la petición de jubilaciones anticipadas en la Policía y la Guardia Civil, y el deseo de que patrullen, protejan, se arriesguen, y se jueguen la vida, los tontos y adolescentes legisladores que nos ha tocado en mala suerte. Porque es mala suerte que los tontos redacten las leyes.
Recuerdo que Antonio Pérez Henares escribió un libro nostálgico, rememorando aquella etapa, entre adolescente y juvenil, en la que corríamos delante de los grises. Gris era el uniforme de la Policía Nacional en la Dictadura y, por eso, Martín Villa -un excelente ministro de Interior- ordenó cambiar el color de los uniformes para evidenciar que la tonalidad de la autoridad democrática era diferente del color de la autoridad dictatorial.
Pero, así como Antonio y, muchos otros, aprendimos que lo que entonces denominábamos "fuerzas represivas del Estado" se habían convertido en garantes de la libertad de todos, quedan especímenes en el Congreso de los Diputados y en el Gobierno, quienes, sin haber sufrido en sus carnes la represión -gracias a haber nacido más recientemente- miran a los guardias como los mirábamos los que hoy peinamos canas. Y la tontada puede ser peligrosa, porque nos desprotege a todos, y no garantiza más libertad para el ciudadano, sino para el delincuente, para el gamberro y para el terrorista.
Ignoro cómo va a quedar la chapuza, pero asusta, simplemente, que haya estado a punto de prohibirse que los agentes de la autoridad no puedan cachear a un sospechoso en la calle. O sea, que cualquiera puede llevar un cinturón de bombas al cinto, y negarse a que lo registren. O un arma, o un simple cuchillo, no tan simple, porque con un cuchillo también se puede asesinar. Algunos de nuestros estúpidos gobernantes o diputados pueden ser cómplices de un terrorismo letal, y deben creerse que ya ha acabado, como se olvidan de la guerra de Ucrania, y de que China, cuando domine el mundo, será de una crueldad marxista, pasada por la frialdad oriental.
Que salga gratis insultar a un agente, que se está jugando su físico en una manifestación, no impulsa más libertad para los ciudadanos, sino la petición de jubilaciones anticipadas en la Policía y la Guardia Civil, y el deseo de que patrullen, protejan, se arriesguen, y se jueguen la vida, los tontos y adolescentes legisladores que nos ha tocado en mala suerte. Porque es mala suerte que los tontos redacten las leyes.
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