Puffin y su fábrica del disparate
Han estado a punto de cargarse a ‘Charlie y la fábrica de chocolate’. También a ‘Matilda’, y a ‘Las brujas’ de Roald Dahl. Y es que el creador de Willy Wonka también ha sido víctima de ese nuevo extremismo que cree tener la llave que abre la puerta del bien, de la justicia y de la verdad.
Hace muy poco conocíamos por el diario ‘The Daily Telegraph’ que la editorial ‘Puffin’ quería modificar los textos de uno de los mejores escritores infantiles de todos los tiempos. Y, sin despeinarse, pretendían socavar el trabajo creativo y literario que había realizado el bueno de Dahl a lo largo de toda su vida. Aspiraban a hacerlo simplemente corrigiendo algunos detalles de sus obras. Porque, a su juicio, quizá pensaban que el escritor podría haber estado dañando a la infancia desde hacía mucho tiempo. Es cierto que por ahora parece que se han echado para atrás, pero no del todo.
Porque la idea de estos iluminados vende mandangas es tan simple como mezquina. Nos roban a los lectores por nuestro bien parte del contenido literario de Roald Dahl, y luego sacan al mercado una nueva “versión mejorada”. Así que, por un lado, por supuesto que no renuncian a los más que suculentos beneficios que el autor había ofrecido a la editorial durante todos estos años y, por otro, se llevan las futuras ganancias que les pueda generar una nueva obra repleta de tachones.
Pero los borrones a los que se enfrenta la obra de Dalh son para echarse a llorar. Uno de ellos sería que en el libro ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, Augustus Gloop, pasaría de ser “enormemente gordo” a ser solo “enorme”. Otro se encontraría en ‘Matilda’; y Miss Trunchbull ya no sería “una hembra formidable”, sino “una mujer formidable”. También se suprimirían en todos sus textos palabras como “feo”, “flácido” y “loco”. Aunque no contentos con prohibir el lenguaje, y la forma de expresarse del autor, también quedaría a gusto del censor la propia narrativa. Y en ‘Las brujas’, por ejemplo, una cajera de supermercado pasaría a ser una reputada científica. ¿Es que acaso es algo malo ser una cajera? ¿La ciencia, aunque no la subvencionen como es debido, tiene que ser el trabajo mejor? Pero, la cosa no queda solo ahí. Y estos son solo algunos meros apuntes de los más de cien cambios con los que se habrían topado algunos periodistas que están investigando esta miserable infamia.
No obstante, es muy probable que al final todo este cóctel de barrabasadas quede en saco roto; y que este artificio de sandeces por ahora sea solo una salva de honor para toda la censura que nos viene. Por eso hay que estar muy atentos, porque la quema de libros de mil novecientos treinta y tres podría quedarse muy corta. Y es que como se dice -al menos por ahora- en la obra de Orwell “el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado y todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo”. Y justamente de eso va esta nueva obra que se está marcando ‘Puffin’ con su fábrica del disparate.
Hace muy poco conocíamos por el diario ‘The Daily Telegraph’ que la editorial ‘Puffin’ quería modificar los textos de uno de los mejores escritores infantiles de todos los tiempos. Y, sin despeinarse, pretendían socavar el trabajo creativo y literario que había realizado el bueno de Dahl a lo largo de toda su vida. Aspiraban a hacerlo simplemente corrigiendo algunos detalles de sus obras. Porque, a su juicio, quizá pensaban que el escritor podría haber estado dañando a la infancia desde hacía mucho tiempo. Es cierto que por ahora parece que se han echado para atrás, pero no del todo.
Porque la idea de estos iluminados vende mandangas es tan simple como mezquina. Nos roban a los lectores por nuestro bien parte del contenido literario de Roald Dahl, y luego sacan al mercado una nueva “versión mejorada”. Así que, por un lado, por supuesto que no renuncian a los más que suculentos beneficios que el autor había ofrecido a la editorial durante todos estos años y, por otro, se llevan las futuras ganancias que les pueda generar una nueva obra repleta de tachones.
Pero los borrones a los que se enfrenta la obra de Dalh son para echarse a llorar. Uno de ellos sería que en el libro ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, Augustus Gloop, pasaría de ser “enormemente gordo” a ser solo “enorme”. Otro se encontraría en ‘Matilda’; y Miss Trunchbull ya no sería “una hembra formidable”, sino “una mujer formidable”. También se suprimirían en todos sus textos palabras como “feo”, “flácido” y “loco”. Aunque no contentos con prohibir el lenguaje, y la forma de expresarse del autor, también quedaría a gusto del censor la propia narrativa. Y en ‘Las brujas’, por ejemplo, una cajera de supermercado pasaría a ser una reputada científica. ¿Es que acaso es algo malo ser una cajera? ¿La ciencia, aunque no la subvencionen como es debido, tiene que ser el trabajo mejor? Pero, la cosa no queda solo ahí. Y estos son solo algunos meros apuntes de los más de cien cambios con los que se habrían topado algunos periodistas que están investigando esta miserable infamia.
No obstante, es muy probable que al final todo este cóctel de barrabasadas quede en saco roto; y que este artificio de sandeces por ahora sea solo una salva de honor para toda la censura que nos viene. Por eso hay que estar muy atentos, porque la quema de libros de mil novecientos treinta y tres podría quedarse muy corta. Y es que como se dice -al menos por ahora- en la obra de Orwell “el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado y todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo”. Y justamente de eso va esta nueva obra que se está marcando ‘Puffin’ con su fábrica del disparate.
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