La piel más fina
Mientras las mamis veganas españolas escupen veneno contra los profesores porque no quieren que sus hijos se disfracen de pescadores por ir en contra de su moral, muchas madres turcas y sirias están tratando de sacar a sus familias de entre los escombros.
De igual modo que la sociedad ucraniana reza todo lo que sabe para que termine la guerra y ganarse la vida en paz, hay más de un millón de jóvenes españoles que andan desmotivados y no quieren ni estudiar ni trabajar.
A la vez que Zelensky busca incesantemente aliados para firmar tratados, y que le presten material defensivo para hacer frente a la invasión rusa, Biden dedica todas sus fuerzas a esconder papeles en su casa y a explotar globos chinos en el hielo de Alaska.
Al mismo ritmo en que los independentistas catalanes hacen Magia Borrás y llenan sus bolsillos emulando a los Pujol, millones de españoles no paran de hacer malabares para hacer la cesta de la compra en plena crisis inflacionista.
Al tiempo que algunos futbolistas de salón se quejan porque el balón con el que juegan bota un poco regular en el césped de tecnología híbrida de su estadio, millones de menores inmigrantes tienen muy difícil federarse en el equipo de su nuevo barrio por mandato de la FIFA.
Mientras miles de niños congoleños, bajo un sol de justicia, sobreviven pescando con extremas concentraciones de dióxido de carbono en el lago Kivu, otros tantos turistas están dándose baños de sol embadurnados en crema de alta protección -y sin parabenos- en las playas de Almería.
Es lo que tiene esta sociedad antitética a la hora de priorizar asuntos. Así que cuando unos están haciendo callo a base de solucionar sus graves problemas otros, paliando los suyos, cada vez tienen la piel más fina.
De igual modo que la sociedad ucraniana reza todo lo que sabe para que termine la guerra y ganarse la vida en paz, hay más de un millón de jóvenes españoles que andan desmotivados y no quieren ni estudiar ni trabajar.
A la vez que Zelensky busca incesantemente aliados para firmar tratados, y que le presten material defensivo para hacer frente a la invasión rusa, Biden dedica todas sus fuerzas a esconder papeles en su casa y a explotar globos chinos en el hielo de Alaska.
Al mismo ritmo en que los independentistas catalanes hacen Magia Borrás y llenan sus bolsillos emulando a los Pujol, millones de españoles no paran de hacer malabares para hacer la cesta de la compra en plena crisis inflacionista.
Al tiempo que algunos futbolistas de salón se quejan porque el balón con el que juegan bota un poco regular en el césped de tecnología híbrida de su estadio, millones de menores inmigrantes tienen muy difícil federarse en el equipo de su nuevo barrio por mandato de la FIFA.
Mientras miles de niños congoleños, bajo un sol de justicia, sobreviven pescando con extremas concentraciones de dióxido de carbono en el lago Kivu, otros tantos turistas están dándose baños de sol embadurnados en crema de alta protección -y sin parabenos- en las playas de Almería.
Es lo que tiene esta sociedad antitética a la hora de priorizar asuntos. Así que cuando unos están haciendo callo a base de solucionar sus graves problemas otros, paliando los suyos, cada vez tienen la piel más fina.
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