Igualdad a martillazos
Un día en que la caridad, o el despiste, se apoderó de la junta directiva de la Hermandad de Amigos del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, me nombraron socio honorario, generosidad que comparto con otros colegas de medios de comunicación.
Lo aviso de antemano, por si el paciente lector observa algún matiz de subjetivismo o parcialidad, antes de declarar que dictar una ley para que las mujeres aspirantes a ingresar en la Guardia Civil puedan tener peores calificaciones que los hombres, y ser admitidas -ellas- y rechazados -ellos- es una de esas discriminaciones que ofenden a las mujeres, segregan a los hombres, denigran a la Guardia Civil y vuelven a poner de actualidad a un Ministerio de Interior manifiestamente mejorable.
Los primeros despachos de guardias civiles femeninos se entregaron en 1988. Fue una novedad, y un gran paso en la igualdad. Es cierto que han pasado 34 años y ninguna mujer ha llegado a coronel, pero también hay que saber que el porcentaje de agentes femeninos está ahora en un 9%, pero hubo unos años en que no llegaba al 4%. No creo que haya discriminación en los ascensos, sino desigualdad en porcentajes, y sería tan injusto como achacar irregularidad en los ascensos, porque no hubiera ningún coronel catalán, cuando, a lo peor, no hay una barbaridad de catalanes que hayan ingresado en la Benemérita.
La discriminación llamada positiva no existe, como no existe la enfermedad saludable o la avaricia generosa. Con discriminación lo que se logra es discriminar y cabrear al discriminado. Y desacreditar a los cientos de agentes de la Guardia Civil, mujeres, que aprobaron su ingreso en la Academia, que se esforzaron en concluir sus estudios con éxito, y que trabajan por la tranquilidad de la sociedad. Y es que, si sigue adelante esta tontería contemporánea, no faltará quien, ante una agente, se pregunte si pertenece a las meritorias promociones de la igualdad, o proviene de las de la discriminación donde ser un pelín tonta, o despistada, o tener menos valía, no importa porque se premia el sexo, como en algunos hospitales secesionistas se premia a los médicos por saber idiomas autonómicos, no por sus diagnósticos.
No es sólo la Guardia Civil: en los cuerpos de funcionarios -respetables por su dificultosa oposición- se está arruinando su consolidado prestigio, porque van a entrar miles de interinos, sin ninguna oposición.
El ministro de Interior ya ha dado muestras de torpeza y autoritarismo, que enfangan su otrora admirable biografía, pero es sorprendente esta última maniobra, en la que, sin finura, ni disimulo, se intenta imponer la igualdad a martillazos.
Lo aviso de antemano, por si el paciente lector observa algún matiz de subjetivismo o parcialidad, antes de declarar que dictar una ley para que las mujeres aspirantes a ingresar en la Guardia Civil puedan tener peores calificaciones que los hombres, y ser admitidas -ellas- y rechazados -ellos- es una de esas discriminaciones que ofenden a las mujeres, segregan a los hombres, denigran a la Guardia Civil y vuelven a poner de actualidad a un Ministerio de Interior manifiestamente mejorable.
Los primeros despachos de guardias civiles femeninos se entregaron en 1988. Fue una novedad, y un gran paso en la igualdad. Es cierto que han pasado 34 años y ninguna mujer ha llegado a coronel, pero también hay que saber que el porcentaje de agentes femeninos está ahora en un 9%, pero hubo unos años en que no llegaba al 4%. No creo que haya discriminación en los ascensos, sino desigualdad en porcentajes, y sería tan injusto como achacar irregularidad en los ascensos, porque no hubiera ningún coronel catalán, cuando, a lo peor, no hay una barbaridad de catalanes que hayan ingresado en la Benemérita.
La discriminación llamada positiva no existe, como no existe la enfermedad saludable o la avaricia generosa. Con discriminación lo que se logra es discriminar y cabrear al discriminado. Y desacreditar a los cientos de agentes de la Guardia Civil, mujeres, que aprobaron su ingreso en la Academia, que se esforzaron en concluir sus estudios con éxito, y que trabajan por la tranquilidad de la sociedad. Y es que, si sigue adelante esta tontería contemporánea, no faltará quien, ante una agente, se pregunte si pertenece a las meritorias promociones de la igualdad, o proviene de las de la discriminación donde ser un pelín tonta, o despistada, o tener menos valía, no importa porque se premia el sexo, como en algunos hospitales secesionistas se premia a los médicos por saber idiomas autonómicos, no por sus diagnósticos.
No es sólo la Guardia Civil: en los cuerpos de funcionarios -respetables por su dificultosa oposición- se está arruinando su consolidado prestigio, porque van a entrar miles de interinos, sin ninguna oposición.
El ministro de Interior ya ha dado muestras de torpeza y autoritarismo, que enfangan su otrora admirable biografía, pero es sorprendente esta última maniobra, en la que, sin finura, ni disimulo, se intenta imponer la igualdad a martillazos.
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