Palabras que matan
Nos encontramos en una situación peligrosa, donde observamos con inquietud, si va a comenzar o no la III Guerra Mundial.
Unos pocos, claro, porque los seres humanos no somos muy aficionados a predicciones que nos vayan a causar disgustos. Los que hemos estudiado algo de Historia ya sabemos que, tanto en la I como en la II, las cosas comenzaron con trifulcas incluso algo más leves que la que estamos viviendo.
Por eso mismo resulta inquietante que los diplomáticos chinos denominen a la masacre humana que se está produciendo en Ucrania, y a una invasión brutal e injustificada, como una crisis. O sea, que el poderoso vecino de enfrente, que tiene un piso diez veces más grande que el tuyo, le da una patada a tu puerta, se mete dentro, te refugias en la cocina, y matan a uno de tus hijos que se ha quedado fuera, y toda esa atrocidad, según China se trata de una crisis. Vale. Tíos. Si la cosa va a más, y China y Rusia, aliadas, declaran la guerra a los países de la OTAN, supongo que se tratará de una crisis ampliada, no de la III Guerra Mundial.
Creíamos que esto del juego de las palabras para envolver la croqueta de la realidad era cosa de Pedro I, El Mentiroso, y sus secuaces, pero se encuentra debidamente globalizado. Al primer economista que descubrió que a las pérdidas se les podía llamar crecimiento negativo, sin que la estupidez tuviera respuesta airada y, antes bien, al contrario, fuera admitida, habría que hacerle un monumento, representado por un estúpido, al que se le desliza, desde la comisura de los labios, una fina linea de baba.
Mientras asistimos a este prólogo de la crisis, o sea, de lo que podría ser la III Guerra Mundial, nuestros caritativos gobernantes no nos van a bajar los impuestos para que no adquiramos vicios y nos van a aplicar una armonización fiscal, o sea, nos los van a subir, aunque armonización suene a coro de niños de voces blancas, canta de forma angelical, en lugar de inspectores de Hacienda, vestidos de negro.
Y creen que las palabra no hacen daño, y se pueden emplear como los dados del parchís, con ninguna consecuencia, pero arruinan, desesperan, y, en ocasiones, incluso matan.
Unos pocos, claro, porque los seres humanos no somos muy aficionados a predicciones que nos vayan a causar disgustos. Los que hemos estudiado algo de Historia ya sabemos que, tanto en la I como en la II, las cosas comenzaron con trifulcas incluso algo más leves que la que estamos viviendo.






















Rufino Soriano Tena | Martes, 12 de Abril de 2022 a las 12:08:17 horas
“Nuestros caritativos gobernantes no nos van a bajar los impuestos para que no adquiramos vicios”. Ah, es por eso, claro. “… y nos van a aplicar una armonización fiscal, o sea, nos los van a subir -los impuestos-“. Sí, es que lo que hay aquí, ¡ay!, es mucho vicio y desenfreno. Por eso va el Ejecutivo y pone ese óbice o valladar, ¡faltaría más! Y subido que se hayan los impuestos, si el ejecutivo advirtiera o advirtiese que pasado se había en la cosa impositiva y que nadaba en una opulencia tal que aunque hubiera o hubiese algunos miembros (y miembras, claro) del Gobierno que sustrajeran o sustrajesen una pasta gansa, es decir, ilegal, todavía sobraban recursos, o sea, que había exceso de tesorería, entonces quién se lo llevaría. Y el Gobierno podría decir -aunque no lo diría-: devuélvanse esos recursos a quienes se les cobraron pero hágase en forma de subvención para que quede claro que se les devuelve sin obligación, que podía retenerlo el Gobierno, pero es que éste es tan bueno, tan generoso… ¿O no?
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