Jueves, 25 de Diciembre de 2025

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DAVID LAVILLA
Lunes, 21 de Marzo de 2022

Rojos de pastel

Ya se ha demostrado que en Podemos, los que en teoría deberían defender a la clase trabajadora, no se tiene dignidad. Porque, si la tuvieran, ya le habrían dado hace mucho tiempo un buen escarmiento a Pedro Sánchez. O al que fuera menester.

 
Lo más importante para los jefazos del partido de los ‘moraos’ son ellos mismos. Les da igual su ideario. Sus afiliados. Sus votantes. Todo les da lo mismo con tal de poder tener su ego bien alto. Y su trasero bien apostado.
 
Ha quedado de manifiesto hasta ahora que lo más prioritario para ellos era encabezar algunos ministerios hechos ‘ad hoc’, ampliar el número de propiedades de los ideólogos de la causa, mantener sus cuentas en números verde chillón, tener sus piscinas limpias para el verano y poder tuitear desde la hamaca para hacer como que trabajan. Poco más. Por no decir nada.
 
Y es que poco dura la alegría en la casa del que piensa que se puede vivir del comunismo. A no ser que seas Maduro, Putin o Xi Jinping. O la familia Castro, que llevan chupando del bote rojo de la hoz y el martillo más que toda la estirpe de Lenin. O de Mao. Y, si no, que se lo pregunten a sus nietísimos. 
 
Así que la buena gente que confiaba en que se iba a acabar con la casta tiene tres malas noticias. La primera es que no están haciendo lo que han prometido. La segunda, que les han traicionado ideológicamente. La tercera, que han creado una nueva estirpe que incluso es mucho peor que la anterior.
 
Porque, ahora, ¿qué milongas les van a contar a los obreros de verdad? Los que hacen más horas que el reloj. Los que empalman el día con la noche en el campo casi a cielo raso. Los que se suben a sus camiones y apenas les da para echar gasolina para regresar a casa. Los que lloran por sus animales por no poder darles de comer. Pues apenas les pueden decir nada. Aunque, siendo sinceros, tampoco lo quieren hacer. 
 
Ya se ha visto en esta legislatura todo lo que han peleado los podemitas por bajar la factura de la luz, que ha alcanzado cifras históricas. También se ha comprobado la traición a sus votantes con su inoperancia y su apoltronamiento cuando gritaron a los cuatro vientos que iban a reducir el gasto militar y en este preciso momento ven cómo Sánchez les va a volver a torear. Y, por supuesto, por qué no hablar de cuando prometieron a toda su gente eso de que iban a defender al oprimido, empeñándose incluso en enarbolar la bandera saharaui por encima de la de su país. Pues eso, que no dan una a derechas. Y mucho menos a izquierdas. Solo saben palabrear y lucir en sus mítines falsarios sus pañuelos beduinos de la marca Christian Dior. 
 
Pero la gente parece que se ha dado cuenta y está desencantada. Este realmente va a ser “el fin de la opresión”. Porque al obrero que lucha diariamente por su trabajo ya no se la dan. Por eso han salido en hordas a las calles de Madrid. Para calentarles el hocico de verdad y protestar como es debido contra un gobierno socialpopulista. Un gobierno dictador que llama fachas a sus propios votantes potenciales porque, obviamente, ya no se fían de ellos. Ni compran en sus chiringuitos. Esos que dirigen los comunistas de boquilla. Los rojos de pastel.
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