El descontento de muchos sectores productivos es evidente. A los problemas que ya venían sufriendo desde hace meses se ha unido la desbocada subida de los carburantes y de la luz, lo que les hace inviable mantener sus negocios. Agricultores, ganaderos, pescadores, camioneros y otros millones de autónomos trabajan incluso a pérdidas y así no pueden aguantar más. Reclaman soluciones urgentes para evitar cierres que, de llevarse a cabo, podrían dar la puntilla a otros sectores productivos, haciendo inviable la recuperación económica de la que presume Moncloa porque además supondría un aumento del paro.
Y ante esta desesperada situación ¿qué hace el Gobierno de Sánchez? Nada. Sencillamente deja correr el tiempo sin tomar ninguna medida que ayude a frenar el deterioro de la economía y de millones de familias. Ha anunciado que el día 29 tomará medidas, sin dignarse adelantar en qué consistirán. ¿A qué espera Sánchez para reaccionar? La gira propagandística que acaba de realizar por Europa no ha servido para nada. Sólo ha conseguido unas palmaditas en la espalda de los líderes italiano y portugués, Mario Draghi y Antonio Costa, frente a la oposición del canciller alemán, Olaf Scholz, a sus propuestas.
El presidente del Gobierno debería tomar nota de cómo hay que actuar ante situaciones críticas como la que vivimos. Varios de sus colegas europeos no se andan con paños calientes y ya han tomado medidas tendentes a bajar los precios de los carburantes y de la luz y el gas, bien por la vía de las rebajas de impuestos o por la concesión de bonos o de otro tipo de ayudas directas a los consumidores y empresas.
Pero Sánchez sigue impertérrito, mientras millones de españoles tienen incluso serias dificultades para llegar a fin de mes. Su economía no resiste más. Y, mientras, los ministros se lanzan en tromba contra los manifestantes con el peregrino argumento de que son la extrema derecha. Estos baratos lemas propagandísticos ya no cuelan porque los sectores afectados exigen soluciones urgentes y concretas. Pero el inquilino de la Moncloa permanece sordo ante unas reclamaciones justas. Definitivamente, ha perdido la calle.
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