Han salido a la palestra algunos ilustres políticos, empresarios de primer nivel y laureados comunicadores argumentando que ya han bajado los grados de las calefacciones de sus casas para tratar de contener a Vladimir.
De esta manera, dicen, si todos vamos a una, como en Fuenteovejuna -digo yo- se podría terminar más pronto con la contienda, y quizá hasta incluso acabar con el Comendador. Porque arrimando el hombro, una vez más, y poniendo cada uno un poquito de nuestra parte, se le haría el vacío al ruso majareta.
Y es que, claro, si no se le compra energía, y no tiene tanto parné, no podrá financiar su brutal genocidio.
Lo malo es que esto se podría haber pensado antes. Y no haber llegado hasta aquí. Porque, ¿qué puede hacer un gobernante que se le va la olla con ingentes cantidades de dinero? ¿Regalárselo a sus paisanos? ¿Bajarles los impuestos? ¿Proponerles una vida mejor?
Pues obviamente, no. Porque él solo quiere formar parte de la historia universal. Y con el dinero de todos los hijos de Rusia se ha construido tropecientas mansiones por todos los rincones del planeta y un búnker en Siberia para esconderse como conejos mientras juega a los soldados. Además, está financiando su legado en plan Romanov. Lo que pasa es que fíjate tú cómo acabó. Siempre hay un camarada Yurovski que te la puede liar parda. Y esta gente enferma de poder no cuenta con ese minúsculo detalle. Porque a todos los jefes, de una manera u otra, terminan siempre por cortarles la cabellera. Metafóricamente. O no.
No obstante, ¿qué hubiera pasado si no le hubieran comprado durante todos estos años la energía al tarado de Putin? ¿Se podría haber evitado esta guerra? Pues es probable que sí. Aunque no nos quepa ninguna duda de que ese dinero lo estaría moviendo otro mequetrefe para hacer lo mismo, pero en distinto territorio.
El iluminado de Biden ha dicho -aunque ahora parece que está cambiando de opinión- que quiere comprar energía a Maduro. Es decir, que le queremos poner las esposas a Jack El Destripador, pero se las quitamos a Charles Manson. Así nos va.
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