Mantuve una educada discusión con un contertulio radiofónico que aseguraba que lo dicho por el alto representante era "una tontería; quien tiene que hacer algo son los gobiernos, no los ciudadanos". Enorme error: claro que los gobiernos europeos en general, y el español en particular, han dejado de hacer cosas que se ven ahora necesarias, y claro que la mayor parte del esfuerzo les corresponde ahora para atajar la 'economía de guerra que nos viene'. Pero los ciudadanos no podemos descolgarnos de ciertas actitudes solidarias, aportando nuestro grano de arena para que las cosas dejen de ser tan horribles como hoy son. Con la actitud del 'piove, porco Governo', jamás iremos a parte alguna.
Lo que Borrell, con su peculiar estilo, hizo fue, simplemente, sacudir conciencias: esta guerra es de todos y, si en muchas partes de Ucrania hay ciudadanos ateridos que no tienen manera de calentarse, ni de comer, ni de comunicarse, y estoy pensando en la ciudad mártir de Mariupol, bien podemos en esta Europa confortable renunciar a un grado de calefacción. Incluso arrostrar una subido de los precios, si ello contribuye a recordar al tirano ruso que el mundo está en su contra.
Sí, yo rebajaré un grado mi termostato y me apuntaré en la lista de quienes se ofrecen para acoger temporalmente a una familia ucraniana. Eso, y esto que escribo, que jamás será leído por Putin, pero puede que sí por sus espías, es mi única contribución posible a la guerra que otros libran valerosamente porque no les han dejado otro remedio.
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