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FERNANDO JÁUREGUI
Jueves, 03 de Marzo de 2022

En esto, yo estoy con Sánchez

He criticado bastante, y criticaré presumiblemente, muchas actuaciones de Pedro Sánchez. No puedo hacerlo ante la posición a la que está llevando a España ante el conflicto en Ucrania.


Empleó el presidente del Gobierno palabras muy duras, mucho más allá de las convenciones diplomáticas, para referirse a Putin. Estuvo más firme que algunos mandatarios europeos y mundiales, debo decirlo. Era un lenguaje casi de guerra, y creo que hay que apoyarlo porque quizá no queda, ay, otro remedio que extremar el lenguaje, y las medidas --anunció el envío de material militar a la resistencia ucraniana--, ante la increíble actuación, ajena a todas las convenciones internacionales, de Putin. El mundo tiene que protegerse contra los tiranos, los sátrapas, los que cercenan las libertades, los que priorizan la 'mano militar' a la negociación y el diálogo. Y hay que gritarlo alto y claro. Habrá 'sangre, sudor y lágrimas' en la defensa de nuestros principios. Sánchez, es la verdad, lo hizo. Y rectificó, lo que merece aplauso mucho más que crítica.
 
Pienso que es el momento de apoyar a quien ejerce el Gobierno, por mucho que nos hayan irritado su cinismo, su falta de transparencia, sus mentiras y sus actuaciones oportunistas en el pasado inmediato. Hoy, Sánchez es un hombre forzado a ser estadista, y quizá sea capaz de comportarse como tal. Lástima que el debate parlamentario de este miércoles evidenciase la parálisis en el principal partido de la oposición (eché de menos a Casado como parlamentario, la verdad), lo que fue aprovechado por el oportunismo extremista para gritarle a Sánchez que dimita: menudo terremoto se produciría en estos momentos gravísimos en la escena internacional si, de pronto, como quiere Abascal, dimitiese el primer ministro de uno de los países europeos más fuertes. Y España, recordémoslo, sigue siendo la cuarta potencia en la UE.
 
Otra cosa es que en el plano internacional se reconozca este peso de nuestro país. Pero no será mostrando desunión y pidiendo demagógicamente dimisiones como contribuiremos a sobrellevar ahora el conflicto que ya alcanza nivel mundial. Lo imprescindible es unir todas las fuerzas, como ha pedido Sánchez sin sobrarse (demasiado) esta vez en el elogio de sus propias posiciones y logros. Hay que cambiar, como dijeron algunos portavoces, el lenguaje político y abandonar la sal gorda acostumbrada: ¿a qué viene, señor Echenique., decir que Vox "es el partido de Putin"?
 
No es el momento de simplezas dialécticas, y siento que algunos representantes de formaciones extremistas en nuestra Cámara Baja olviden lo obvio: no caben ahora ni demagogias ni juegos partidistas, que sé que tal vez arrastren algunos votos, pero que no redundan, para nada, en el bien del país, ni de esta Europa que cambia a toda velocidad. Yo, este miércoles, al menos este miércoles, apoyé lo que Sánchez nos decía. Incluso le creí. Me encantaría poder seguir haciéndolo, y espero que, para ello, no sea preciso un conflicto que escala hacia lo planetario.
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