Miércoles, 15 de Octubre de 2025

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DAVID LAVILLA
Lunes, 21 de Febrero de 2022

La ciénaga definitiva

Un animal carroñero es el que se alimenta de los restos de las víctimas que ha dejado el depredador entre el barro y la mugre. O también de aquellas presas que han mostrado síntomas de flaqueza y parece que van a morir.


Pues algo así se está cociendo en la ciénaga del PP, pero con un pequeño matiz.
 
A veces las hienas, e incluso los leones cuando se sienten débiles, recurren a la carroñería porque son incapaces de cazar por sus propios medios, bien sea por enfermedad, bien por incompetencia, bien por ineptitud, bien por suma pereza. O por todo a la vez. El caso es que hasta incluso el ser humano a veces se puede convertir en eso, en un necrófago. En un canalla. En una rémora. En un chacal.
 
En política pasa mucho que unos manden matar a sus víctimas -o les pongan trampas- para después destriparlas públicamente y sacar buen partido de ello. En el PP eso no es nuevo. Ya pasó, por ejemplo, con Francisco Camps, con Rita Barberá, con Esperanza Aguirre, con Cristina Cifuentes, con Cayetana Álvarez de Toledo y ahora sucede algo parecido con Isabel Díaz Ayuso. 
 
Lo curioso de todo esto es que las personas que primero te vienen a la cabeza casi siempre son mujeres. Y te deja esa amarga sensación de que algo raro está pasando en el cenagal que está montado Casado con la acuciante ayuda de García Egea en la calle Génova. Quizá haya muchas más víctimas varones que hayan sucumbido a los buitres del politiqueo, pero solo pensar en que ese sea parte de su ‘modus operandi’ te deja muy mal cuerpo.
 
No obstante, lo que ocurre ahora es diferente, porque los carroñeros han medido mal a la presa en esta ocasión. Y ese es el matiz. 
 
Porque Isabel Díaz Ayuso no es poca cosa: cuenta con el beneplácito de los madrileños, que la anteponen al actual jefe de la oposición. Además se siente muy fuerte ahora al amparo del 4M, cuando arrasó. Así que Casado y su tropa no lo van a tener nada fácil para devorársela personal o políticamente. De momento, en el primer envite, ya se han tenido que echar para atrás. 
 
Y es que desde el 17 de febrero -“San Teodoro, cuando la lluvia se hace lodos”- se han puesto de barro algunos machotes cretinos hasta las trancas. Y ahora han hecho uno de los ridículos más estrepitosos que se recuerdan en el pantano político. Solo falta saber cuál es su maravilloso plan de fuga para salir de este lodazal. Del fango de mugre y de miseria que esos mismos carroñeros se han encargado de fabricar. 
 
Porque se han metido sin querer, como diría Giorgio Manganelli, en un lugar en el que aparentemente era muy difícil entrar, pero del que ahora ya es casi imposible salir. En la ciénaga definitiva.
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