Decía Hans Morgenthau tras la Segunda Guerra Mundial, en su obra ‘Politics among nations’ (Política entre las naciones), que el imperialismo "no aspira a la conquista territorial o al control de la vida económica, sino a la conquista y dominio de las mentes de los hombres como un instrumento para la transformación de las relaciones de poder”. Y parece que no ha cambiado nada. Al contrario: esa manera de proceder se ha potenciado con el relato de Internet.
Existen infinidad de métodos para hacer que el contrario dude y se encuentre a merced. Desde Lenin, pasando por Stalin o Nikita Kruschev, hasta llegar a Putin, los soviéticos -y ahora los rusos- han utilizado técnicas de manipulación y propaganda muy efectivas para convencer a la opinión pública de que aquello por lo que se luchaba era lo más justo. Y se servían de los medios de comunicación para estafar a un pueblo somnoliento. Adormecido. Ensimismado por los cantos de sirena de un estado opresor que únicamente buscaba el beneficio del déspota de turno y no el bien del pueblo. No obstante, ya si además, con esas tretas miserables, se engañaba a un posible oponente, todavía mejor.
La ‘maskirovka’, que traducido del ruso quiere decir “camuflaje” o “engaño”, no es solo la utilización de tanques de goma para despistar al enemigo, como han publicado recientemente algunos ‘mass media’. El concepto ha evolucionado y va mucho más allá. No es una mera estrategia militar más. La 'maskirovka' de hoy podría decirse que es una técnica psicopolítica que tiene como principal objetivo la desinformación del receptor al que va destinado un mensaje masivo cargado de miedo y dependencia. Y se utiliza en pro de una causa máxima. Una guerra. Un cambio de gobierno. Un alzamiento popular. Una crisis sanitaria.
Todos los mensajes que devienen de esta treta de la 'maskirovka' se generan para promover una acción aparentemente justa. Provienen de historias popularmente aceptadas. Y son disparadas a mansalva por la artillería del show business. Utilizan como principal munición las ‘fake news’ o las ‘deepfake’. Inundan de miseria y basura las redes sociales para engañar al ciudadano somnoliento, adormecido. Y lo “infoxican”.
Conviene insistir en que toda esta manera de proceder, que ahora gana en sofisticación, no es nueva. Viene de lejos. Ya el mariscal Matvéi Zajárov dijo en plena Guerra Fría que siempre es importante que "los servicios de desinformación sean tan poderosos como las armas nucleares y cubran al mundo entero al igual que los satélites”. Y en eso andan ahora tanto Putin como Pedro Sánchez. Echando más leña al fuego de la desinformación. Más metralla al cañón lanzabulos. Más maskirovka.
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