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DAVID LAVILLA
Lunes, 17 de Enero de 2022

La tiranía contra Djokovic

Bueno, pues ya hay una víctima propiciatoria para enjuiciarla públicamente y así magnificar la cuestión: si a Djokovic le pueden deportar, ¿por qué a cualquiera de nosotros no? 

 
No es cuestión, por el momento, de entrar en los aciertos o en los descalabros biológicos y médicos del bálsamo de Fierabrás, porque las consecuencias de los puyazos masivos, para bien o para mal, se irán haciendo notar más tarde o más temprano. Así que, en este sentido, hay que dar tiempo al tiempo. No queda otra. 
 
Con el transcurso de los años sabremos si la vacuna ha llegado a ser la panacea del milenio o un remedio económico para que la industria farmacéutica pueda hacer más cash. ¿Pero no está en nuestro derecho poder dudar de todo este dislate? ¿Djokovic, o cualquier otro ciudadano, es un asesino por no quererse vacunar? 
 
Lo que no arroja ninguna sospecha infundada es que el pinchazo está generando cantidades insultantes de parné, y no solo a los creadores de las vacunas. El tenista lo sabe. Y la gente, quiera o no el presidente Frankenstein, también. 
 
No hace falta ser un portento de las pelotas -y de la raqueta- para darse cuenta de que, de manera periférica, se están llenando los bolsillos los de siempre. Test, mascarillas, ungüentos hidroalcohólicos, desinfectantes, suplementos vitamínicos, termómetros, guantes, ansiolíticos… Es decir, que hay un interminable listado de cosas, aparentemente básicas, que ya están formando parte de las alacenas de nuestras casas sin darnos cuenta. Y toda esa retahíla de productos está conviviendo con total naturalidad al lado de utensilios tan corrientes como una pastilla de jabón, el desodorante o el champú. 
 
Los productos pandémicos son ya enseres indispensables en nuestras vidas. Y, por supuesto, todos están gravados con IVA. Un impuesto que, obviamente, va a ayudar también a mantener los presupuestos de todos los ministerios de Sánchez. Unos ministerios llenos de gente, pero vacíos de cordura. Eso sí, están colmados de gastos innecesarios que poco ayudan a pagar, por ejemplo, el agujero negro de las pensiones. 
 
Todo esto es muy raro. No cabe duda, aunque no se puede cuestionar. Porque si alguien lo hace parece que es portador de un delito de lesa humanidad. ¿Pero no estamos en nuestro derecho a pensar que es muy extraño que el virus de la gripe lleva mucho más tiempo entre nosotros y sigue sin haber una vacuna eficaz? ¿Acaso, en todos estos años atrás, ha creado la industria farmacéutica un antigripal realmente contundente? ¿Cuántos lustros lleva el VIH matando personas? ¿Y el cáncer? Ya mejor no hablar del problema de las “enfermedades raras”. Pero claro, ninguna de estas patologías es capaz de generar tanto dinero a la industria de la pastilla de la leche de burra en tan poco tiempo.  
 
Así que, para que todo esto no se ponga en entredicho, se ha creado un relato apocalíptico. Lo escribe y lo dirige expresamente el Ministerio de La Verdad Universal. Y ahora se está encargando de sacar a la luz a deportistas que no están vacunados para ahorcarles públicamente.  
 
Sin duda quieren señalarles y hacerles quedar mal. Tite, el seleccionador de Brasil, ha dicho que no lleva a Renan Lodi porque no está vacunado. Marco Melandri curiosamente ha manifestado que se ha querido contagiar para no tenerse que vacunar. Tuchel ha dejado entrever a la prensa que N´Golo Kanté no se ha pinchado. Y Angela Merkel pidió públicamente a la estrella del Bayern de Múnich, Joshua Kimmich, que “reconsiderara su decisión”. No obstante, lo de Djokovic ha ido un paso más allá. Ha resultado ser como esa bazofia de teleserie de la Rociíto, pero esta vez se ha emitido incluso en riguroso directo. Y ha dado por supuesto que la libertad y el derecho de Djokovic de no querer vacunarse es inferior al mío si he decidido hacerlo.  
 
La cosa es más grave de lo que parece. Muchas masacres mundiales han surgido por creer que aquellos que manejaban el relato eran los que estaban en posesión de la verdad. De la legitimidad. Conviene no olvidar que algunos tiranos comenzaron sus genocidios castigando públicamente a personas célebres que pensaban diferente. Como Djokovic. 
 
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