No se quiten la mascarilla
El Covid no se había ido e incluso puede volver con más letalidad. Uno de los más reconocidos epidemiólogos con el que cuenta la Sanidad Pública explicaba hace dos días que uno de los principales motivos para el bajo nivel de contagios en España (en relación con los vecinos europeos) era la permanencia en el uso de mascarillas, no solo en los espacios cerrados, sino incluso en la calle.
Dada la evidencia científica, reconocida por la Organización Mundial de la Salud, de que el virus se trasmite al inhalar aerosoles o gotículas que entran en contacto con la nariz o la boca, la mascarilla es la primera barrera y, de momento, junto a las vacunas, la más eficaz para evitar recontagiarse.
Porque, ¿quién no se ha cruzado en las abarrotadas calles de las grandes ciudades y más ahora con las compras prenavideñas, con alguien a menos de medio metro? ¿Y cómo saber que ese amable vecino, que pide disculpas por el codazo, no forma parte de los casi cuatro millones de españoles que no se han vacunado? Porque esa es otra de las claves del relativamente bajo nivel de contagios: el setenta por ciento de la población adulta ha recibido la pauta completa y avanza a buen ritmo la administración de la tercera dosis.
Pero el miedo que invade a Occidente, y que el viernes hundió las Bolsas de Europa y Estados Unidos, es la nueva variante sudafricana con un altísimo poder de contagio. Las grandes farmacéuticas, como Pfizer o Moderna, aseguran que adaptarán sus vacunas ante el centenar de mutaciones que presenta. De momento, la UE cierra sus aeropuertos a los vuelos de los países del sur del continente africano y Alemania empieza a desplazar enfermos por el colapso de las Unidades de Cuidados Intensivos.
Aunque queramos mirar para otro lado, el riesgo de mutaciones, cada vez más peligrosas, ya había sido advertido por el director general de la OMS, Tedros Adhanom, cuando proclamó que el riesgo solo desaparecería cuando "todos" recibieran las vacunas. Se refería, lógicamente, a los países pobres del continente africano cuya dosis de vacunación sólo alcanza al cinco por ciento de la población.
Paradojas del destino; el acaparamiento de dosis por parte de Occidente vuelve, como un 'boomerang' envenenado, con una nueva variante aún más peligrosa que amenaza, no sólo con provocar otra ola que nos lleve al temido confinamiento, si no con hundir las expectativas de recuperación económica. Y ya se sabe que los mercados financieros (el dinero es muy cobarde) se adelantan siempre a las crisis.
La salida no puede ser otra que la protección personal: mascarillas, vacunarse y que los gobiernos dejen de acaparar viales que acaban en la basura.
Dada la evidencia científica, reconocida por la Organización Mundial de la Salud, de que el virus se trasmite al inhalar aerosoles o gotículas que entran en contacto con la nariz o la boca, la mascarilla es la primera barrera y, de momento, junto a las vacunas, la más eficaz para evitar recontagiarse.
Porque, ¿quién no se ha cruzado en las abarrotadas calles de las grandes ciudades y más ahora con las compras prenavideñas, con alguien a menos de medio metro? ¿Y cómo saber que ese amable vecino, que pide disculpas por el codazo, no forma parte de los casi cuatro millones de españoles que no se han vacunado? Porque esa es otra de las claves del relativamente bajo nivel de contagios: el setenta por ciento de la población adulta ha recibido la pauta completa y avanza a buen ritmo la administración de la tercera dosis.
Pero el miedo que invade a Occidente, y que el viernes hundió las Bolsas de Europa y Estados Unidos, es la nueva variante sudafricana con un altísimo poder de contagio. Las grandes farmacéuticas, como Pfizer o Moderna, aseguran que adaptarán sus vacunas ante el centenar de mutaciones que presenta. De momento, la UE cierra sus aeropuertos a los vuelos de los países del sur del continente africano y Alemania empieza a desplazar enfermos por el colapso de las Unidades de Cuidados Intensivos.
Aunque queramos mirar para otro lado, el riesgo de mutaciones, cada vez más peligrosas, ya había sido advertido por el director general de la OMS, Tedros Adhanom, cuando proclamó que el riesgo solo desaparecería cuando "todos" recibieran las vacunas. Se refería, lógicamente, a los países pobres del continente africano cuya dosis de vacunación sólo alcanza al cinco por ciento de la población.
Paradojas del destino; el acaparamiento de dosis por parte de Occidente vuelve, como un 'boomerang' envenenado, con una nueva variante aún más peligrosa que amenaza, no sólo con provocar otra ola que nos lleve al temido confinamiento, si no con hundir las expectativas de recuperación económica. Y ya se sabe que los mercados financieros (el dinero es muy cobarde) se adelantan siempre a las crisis.
La salida no puede ser otra que la protección personal: mascarillas, vacunarse y que los gobiernos dejen de acaparar viales que acaban en la basura.
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