Pablo y el cocodrilo
Ir de víctima es lo mismo que ser un verdugo. Solo hay que ver cómo se comporta un manipulador. Cuando alguien se pone a llorar por todo lo que hace por los demás, sal corriendo. Porque justo en ese momento es cuando te puede empezar a devorar. Es justamente lo mismo que hace un cocodrilo. Mientras come, llora.
Pablo Iglesias, que pelea ahora por hacerse con un nuevo manjar, está tratando de dar lástima. Y esa sí que es un arma letal. Dice que ha renunciado a su vicepresidencia por el bien de España y de Madrid. Que le interesa mucho la gente del barrio. Que las víctimas del Covid-19 y las personas mayores merecen más respeto. Que él solo se paga su casa sin que le subvencione nadie. Que se maneja en taxi. Y que la ultraderecha le trata de disparar.
Y este es su escaparate. ¿Pero qué hay dentro de la tienda? Nada que se pueda comprar. El producto que vende dista mucho de la realidad. Está pasado de fecha. Es comunismo llorón y hace tiempo que de ese cuento ya no vive nadie. Salvo su amigo Nicolás, la familia Castro y un par de genocidas más.
Vistos estos lamentables ejemplos para la humanidad, lo que realmente más le interesa al candidato por Madrid para venderse mejor es lo que llevó a Chávez, y ahora a Maduro, a poder comer muy bien: la televisión. “Dame a mí los telediarios”, ha dicho Pablo en alguna que otra ocasión. Le faltó añadir: “Para convencer a la audiencia mientras lloro”.
Porque kleenex va y kleenex viene, Pablo se va guardando en el bolsillo, junto al pañuelo, 5.316 euros al mes. Y así lo va a hacer durante algo más de un año por haber sido ministro. Así que, sofocón a sofocón, se lo está llevando muerto. Sin arrimar el hombro. Sin hacerse un lamparón.
Aún se le espera a Pablo que asome el cuello de la camisa por las residencias y por los hospitales de Madrid. Ahí sí que iba a llorar. Y con razón. Pero va dejando pasar los días. No se sabe bien si por cobardía o si por si acaso queda en el olvido que él estaba al mando de todo ese lodazal repleto de muerte y de miseria. Pero mientras dura la espera, algunos medios le van consintiendo.
En televisión le siguen grabando la broma de llegar en taxi, cuando presume de escolta y coche oficial. En la radio paran los programas en pleno directo cuando las cosas le salen mal. Y la prensa le sigue publicando el cuento de que la muchadada que él espolea no agrede. Que agreden los demás.
¿Pero qué hacen entonces sus amigos de las herriko tabernas? ¿Acaso sembraron paz con sus balas? ¿No iba diciendo Pablo que eran buena gente y estar al lado de Sabino y sus compadres era todo un honor? ¿Y qué pasa con Hasél? Antes aseguraba que tenía que estar en un psiquiátrico. Pero ahora que le conviene esa historia para armar su revolución, el rapero ya no es un loco, ahora es un poeta callejero. Y por su arte de agitación bélica hay que hacerle una ley ad hoc.
Y es que el victimismo tiene estas cosas. Todo lo que dé para echar un lagrimeo público le puede venir bien al cocodrilo mientras se harta de comer. Y por eso estos animales políticos utilizan esa técnica tan cruel de lo dual. Ese estúpido maniqueismo para crear división y en el despiste quedarse ellos con la pieza más grande de todo el charco. Y así deviene ese invento suyo de lo bueno y de lo malo. De lo cruel y de lo compasivo. De lo filantrópico y de lo misantrópico. De lo codicioso y de lo altruista. De la cal y de la arena. Porque de esta forma es como verdaderamente suele operar un castigador. Dicotómicamente.
Por eso Pablo, como el cocodrilo, sonríe lo que le trae la vida mientras llora. Y de esta forma va sacando el máximo rédito en cada gemido. En cada plañido. Pero se le ve muy feliz en la aventura de su viaje. Porque entre charca y charca va llenando su mochila de sonrisas a costa de echar muchas lágrimas. Porque Pablo es muy dual. Y entiende que la risa no existiría sin el llanto. Por eso en la radio se pone a llorar. Porque sabe que luego viene lo de mamar.
Pablo Iglesias, que pelea ahora por hacerse con un nuevo manjar, está tratando de dar lástima. Y esa sí que es un arma letal. Dice que ha renunciado a su vicepresidencia por el bien de España y de Madrid. Que le interesa mucho la gente del barrio. Que las víctimas del Covid-19 y las personas mayores merecen más respeto. Que él solo se paga su casa sin que le subvencione nadie. Que se maneja en taxi. Y que la ultraderecha le trata de disparar.























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