Cuentos de Madrid
Dice don Ramón Gómez de la Serna que Madrid es una ciudad tan novelesca que su novela más perfecta es la de lo insucedido. Por eso, hechos que nunca han pasado en la capital de España la están convirtiendo ahora en un auténtico serial.
En este último año muy especialmente se han contado por parte de los que le escriben el relato a Pedro Sánchez muchos cuentos de Madrid que jamás han sucedido. Y, como nuestra capital es tan perfecta y lo soporta todo, podríamos echarle entre todos un poco más de imaginación al asunto. Y tener más versiones. Seguro que de todas estas historias noveladas que se nos ocurrieran, no solo se podría comercializar una película, sino toda una serie distópica.
El primero de los episodios, y el más célebre, podría ser sin duda alguna la adaptación a la ficción del intento de moción de censura contra Ayuso. El maquiavélico engaño de Sánchez a Ciudadanos. Se inspiraría en una vieja historia. Y sería tal que así:
Dice que van unos pocos piratas en plena pandemia mundial a reunirse con unos impostores. Les prometen un tesoro. Llegan a un acuerdo y van poniendo trampas al dueño de la embarcación para que el barco naufrague y así poder quedarse con él. El capitán pirata, que eventualmente está a cargo de la nave, se da cuenta de que si hunden el barco ellos mueren. Se ponen a trabajar arreglando sus propias trampas. Sus compañeros se percatan del boicot. Por vergüenza, algunos estafadores se tiran al mar. Unos cuantos tiburones se dan un manjar. Otros estafadores se logran salvar. Encuentran un mapa. Ponen rumbo a un atolón. Fin del primer capítulo.
Cierto es que este guión, inspirado en parte en "La isla del tesoro de Stevenson", está muy manido. Y tiene infinitas adaptaciones. Pero es tan versátil... Es tan productivo que con solo disfrazar a los piratas de blanco ya se podría, si se quisiera, tener el eje de otro capítulo: el del Hospital Zendal.
Otro episodio de gran éxito en este serial madrileño que tiene inmerso a los guionistas de Sánchez para atacar a su ciudad natal, Madrid, es el del peculiar recuento de víctimas de la pandemia en la Comunidad por parte del sanchismo. Los narradores de aventuras opuestos al Gobierno lo podrían ficcionar así:
Dice que se hunde ese mismo barco de los piratas por las secuelas del motín. El que está al cargo de la embarcación, un analfabeto funcional, para dividir más a la tripulación, va y dice a la tropa: “Uno de esos tres de ahí no sabe contar”. Entonces inmediatamente le rebaten: “¡No son tres; que son cuatro, señor!”. El analfabeto, en vez de avergonzarse, trata de hacerse más locuaz. Y para disputarles la verdad se junta con cuatro monos que encuentra en una península camino al atolón. Inexplicablemente de esa reunión van saliendo más monos. Y más. Y más... Y muchos más. Deciden formar un ejército. Una segunda especie de Bukit Timah. Hay tanto revuelo que se agobia un poco y se va. Logra zafarse de sus propias criaturas. Encuentra un Falcon. Coge el mapa y pone rumbo al atolón. Y allí decide escribir su segunda tesis doctoral. Fin del segundo capítulo.
De este episodio, que está basado obviamente en "La isla del doctor Moreau" de H.G. Wells, podría salir también una escaleta para hacer un par de nuevas entregas más: la jugarreta contra Gabilondo por la subida de impuestos en pleno inicio de campaña y la cesión en la gestión de los presos al País Vasco porque le debe agobiar mucho pensar en dos cosas a la vez: el devenir de su manada y el de la Comunidad de Madrid.
Llegados a este punto, en el desenlace del serial, el último episodio podría ser mucho más espectacular. Vendría a ser una mezcla entre "Robinson Crusoe", de Defoe, y "La hora final", de Nevil Shute. Y se centraría el argumento de la obra en el tema de lo mala que era la Sputnik para Sánchez, pero ahora parece que si llegara alguna caja rusa a España el presidente estamparía rápidamente el sello del Gobierno.
Podría hacer hincapié, por supuesto, en cómo el líder máximo se va apropiando de las ideas y del trabajo de los demás. La última entrega entonces quedaría más o menos así:
Dice que el analfabeto funcional estrella su Falcon cerca de su objetivo. Del atolón. Sale ileso. Logra llegar nadando a tierra con el mapa entre los dientes. Como no sabe leer un croquis aprovecha el papel para escribir su nueva investigación. Aterriza un nuevo avión. Esta vez se trata de uno que es propiedad de unas líneas aéreas caribeñas financiadas con dinero español. Le rescatan. Dice que está inventando una nueva solución de administración rápida, vía intramuscular, que puede salvar el mundo de la pandemia mundial.
Cuando llega a la capital el analfabeto funcional resulta que esa pócima ya estaba inventada. Él dice que no. Y que no. Y que no. Y que no... Como nadie le apea del burro, en un despiste cambia los papeles del laboratorio que realmente ha inventado el ungüento y pone en ellos una gran pegatina del Gobierno de la nación. Vende la idea al mundo diciendo que la receta es suya. El país que ha creado la sanación se da cuenta del sabotaje. Se cabrea el enemigo un montón. Da comienzo una Guerra Nuclear. Fin de la primera temporada de la serie.
Se podría continuar con más entregas. Con más series incluso. Porque Madrid es tan extraordinariamente colosal que puede sobrevivir a cualquier mal guionista, como bien podría ser el caso.
Pero lo novelesco que tiene Madrid, que es lo insucedido -como decía Gómez de la Serna- hace de cada historia una posibilidad para saber más de este lugar a través de sus gentes. De sus vecinos. Que son realmente los que relatan el día a día de cualquier rincón del mundo.
Otra cosa es que los cuentos los cuente un ciudadano como Pedro Sánchez. Un presidente que tiene tanta ficción en su relato que realmente ya no sabe ni quién es. Y tal vez eso sea mejor para él porque, aplicando el aforismo de don Ramón, si Pedro Sánchez se conociera a sí mismo -y se contara su historia- se dejaría de saludar.
En este último año muy especialmente se han contado por parte de los que le escriben el relato a Pedro Sánchez muchos cuentos de Madrid que jamás han sucedido. Y, como nuestra capital es tan perfecta y lo soporta todo, podríamos echarle entre todos un poco más de imaginación al asunto. Y tener más versiones. Seguro que de todas estas historias noveladas que se nos ocurrieran, no solo se podría comercializar una película, sino toda una serie distópica.
























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