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DAVID LAVILLA
Lunes, 05 de Abril de 2021

España y el Ever Given

No sé lo que portarían los buques que estaban bloqueados por Ever Given en el canal de Suez, pero si trasladaban jeringuillas y algodón lo llevamos de colores. Obviamente solo es un supuesto. Pero no sería de extrañar que los doscientos barcos atascados portaran material de primera necesidad.


De momento Osama Rabie, el presidente de la Autoridad del Canal de Suez (SCA), quiere pedir una compensación de 1.000 millones de dólares por estos días que el buque ha estado encallado. La cadena del transporte marítimo, ha dicho el jefe Osama, se ha visto seriamente afectada y de esas pérdidas alguien tiene que hacerse cargo. Vamos, algo muy parecido a lo que podría ocurrir en este país en cuanto se constate la terrible gestión económica de la pandemia, donde nadie va a asumir errores, ni tampoco se depurarán responsabilidades. Y si no, que se lo pregunten a Diego Pérez de los Cobos.
 
Pero volviendo al bloqueo del buque estrictamente, su análisis nos podría venir muy bien. Al menos para aprender de lo que no se ha hecho y de lo que realmente se debería hacer.
 
Históricamente, hace menos de un siglo, un país de primer orden mundial podía ser capaz de elaborar su propia producción si el contexto le era adverso. Estaba preparado para ello. Es decir, si un par de centenares de barcos no suministraban un producto específico podría, con paciencia al menos, intentar fabricárselo él. Hoy, no.
 
Para bien o para mal la economía del Long Tail lo ha cambiado todo. Se ha encargado de relajarlo todo. De dilatar el mercado. Y aquello que parecía ser un río abierto, fluido y calmo ha resultado ser una torrentera. Sobre todo por la velocidad a la que circulan todos los canales por los que fluye la información. 
 
Así que, teniendo en cuenta todo este contexto para generar un símil con esta situación, un país que ha vivido tan al día como España no ha estado nunca preparado para un comportamiento tan brusco de las aguas. Del mercado. Y ahora que nos ha pillado el toro, o el Cisne Negro, como diría Nassim Taleb, ¿qué se puede hacer?
 
Malas noticias. Apenas nada a corto plazo. Sobre todo porque el mundo del negocio digital se ha encargado de embotellar al mundo físico, cuando por pura lógica tendría que haber sido al revés. Así que esa corriente invisible de la Red se ha encargado de arrastrar todo el entramado económico del espacio físico a un embudo virtual mucho más estrecho que el Canal Suez. Y por supuesto en España no estábamos listos para tanta estrechez.
 
El gurú del Long Tail, Chris Anderson, vaticinó que uno podía hacerse muy rico si se dedicara plenamente a una actividad. Si se especializara. Fundamentalmente porque el experto en elaborar ese producto, o en gestionar ese servicio particular, podría ser capaz de vender una cosa sola a infinidad de personas. ¿Y cuántos internautas hay en la Red? Pues más de 4.500 millones, lo que vendría a suponer alrededor del 60 por ciento de la población mundial. Y además ahora, con la pandemia, ese número a buen seguro lo habrá incrementado si cabe un poco más. Y si no que se lo pregunten a Facebook, que sigue sumando habitantes del planeta a su territorio virtual.
 
Hasta aquí la teoría está muy bien. Mucho mercado para poder vender y un lugar incluso no presencial para poner todo el esfuerzo posible en una labor que se haga a la perfección. Y que tenga como objetivo poder posicionarse en ese nicho, generar riqueza y, a partir de ahí, luego comprar aquello que realmente no se sepa hacer tan bien. Pero, ¿qué ocurre con los países que no han sabido interpretar el mundo virtual, como es el caso de España? ¿Qué sucede en un lugar que ni la conexión funciona bien? 
 
Hace mucho tiempo, desde el “boom de Internet”, nos vienen diciendo expertos -pero los de verdad- que había que adaptarnos a las nuevas exigencias del mercado. Pero no los hemos hecho caso. Es cierto que hemos seguido apostando por el sector turístico, porque era en esto donde nos diferenciábamos del resto, pero no les hemos dado suficientes herramientas para permanecer. Y ya no digamos para crecer. ¿Entonces qué pasa cuando el propio Gobierno, que es el que tiene que apostar por su mejor arma, les pone trabas a los emprendedores y empresarios para poder intentar adaptarse mejor al contexto actual? ¿Qué ocurre cuando el capitán del barco no sabe qué es lo que transporta? Es obvio, encalla. Y no solo eso: atasca a los demás.
 
Suele decirse que en toda crisis sobreviene una oportunidad. Durante este tiempo hemos tenido una maravillosa ocasión para dar a entender al mundo que en España estamos hechos de otra pasta. Que somos gente trabajadora, valiente, creativa. Sobre todo creativa, pero no nos han dejado demostrarlo. Y es que la cobardía es un paso clave para hacerte encallar, y finalmente no llevarte a ningún lugar. Porque si nos quitan el arrojo tan propio del pueblo español que nos ha hecho salir de tantos atolladeros a lo largo de nuestra historia ¿entonces qué?
 
El principal motor de la economía, el turismo y la restauración, está viviendo un maltrato sin precedentes. Fundamentalmente porque no han sabido escucharles. No han confiado en su profesionalidad, ni en su capacidad de trabajo. Ni obviamente tampoco en sus dotes creativas. Y ahora se ha embarrancado todo el país. Y se ha atascado justo por la vía por la que nuestros grandes barcos podrían intentar llegar a salir.
 
La solución más inmediata quizá podría pasar por escuchar de una vez por todas a los que son expertos de verdad. Porque este podría ser un buen momento para apostar por la creatividad y el emprendimiento en España. Quizá así podríamos algún día poder comprar sin problemas algodones y jeringuillas, o lo que fuera menester, sin tener que esperar que las traigan barcos encallados que vengan con retraso. Pero entre tanto, mientras esto no suceda, aquí estaremos. Atascados. Como le ha pasado al Ever Given.
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