Una impostura

 

Principalmente a la tenacidad de los agentes de la Guardia Civil, la Policía Nacional, los jueces y fiscales de la Audiencia Nacional y la resiliencia de los familiares de las víctimas.

 

Escuchando el discurso de Pedro Sánchez, en el acto convocado para teatralizar la destrucción de varios centenares de armas incautas a la banda terrorista ETA y al GRAPO, parecía que había sido él el protagonista del largo y sufrido proceso que permitió arrinconar a la banda terrorista vasca hasta forzar su desaparición como tal.

 

Al acto no asistieron ninguno de los cuatro presidentes del Gobierno que sufrieron el acoso del terrorismo. En el caso de José María Aznar en primera persona. Los etarras intentaron asesinarle explotando un coche bomba. Tampoco estaban algunos de los guardias civiles cuyo trabajo de inteligencia sostenido durante años fue decisivo en la detención de comandos, el control de los refugios que tenían en Francia y el descubrimiento de los zulos en los que guardaban armas.

 

En contra de lo que dijo Sánchez, la organización terrorista nunca entregó sus armas. Las que trató de aplastar la apisonadora les habían sido incautadas. Querer presentar la desaparición formal de la ETA como fruto de una rendición formal es un acto que falsea la historia.

 

El número de la apisonadora fue diseñado a semejanza de escenas que hemos visto fuera de España. Pero el Colegio de Guardias Jóvenes está en Madrid, no en la selva de Colombia dónde hemos visto escenas de destrucción de armas entregadas por las FARC, el grupo narcoterrorista que firmó la paz con el Gobierno colombiano.

 

La performance de Sánchez estaba diseñada para copar la primera página de los periódicos presentándole como legatario del éxito en la lucha contra la banda terrorista ETA. Pero le salió mal a juzgar por los medios empleados y el resultado obtenido. El acuerdo político con Bildu, delata la falsedad de la proclama, el fondo de impostura del acto.