Rojo, par y pasa. Y eso es todo. No va más
A Illa en Cataluña le ha sucedido lo mismo que al presidente Sánchez en todo el territorio español: ha ganado la partida pero van a gobernar sus socios separatistas. Así que, como estos dos secuaces van a la par… Pues eso, que solo tienen que pasar.
Es verdad que en esta ocasión el tema era menos complejo: los votantes que han ido a las urnas sabían sin engaños lo que se hacían. Fueron a votar conscientemente a un candidato más trasparente que un cristal. Un tipo que sanitariamente ha arruinado España y que, además, nunca ha escondido su tendencia hacia la fragmentación del territorio nacional.
No ha habido trilerismo por tanto en esta ocasión. Nadie ha silenciado nada. Las cartas estaban puestas sobre el tapete, e Illa y sus secuaces no iban de farol. Cierto también es que a ese full le ha ganado otro full. Incluso hasta ha sido más bajo, pero uniendo las cartas de todos los jugadores ha dado para lo que ha dado. Si el juego soporta esa regla no queda otra que aceptarla. Pero así va España y sus regiones, muy pocas veces gobierna el candidato que más veces se ha votado.
Este plan estaba escrupulosamente trazado. Hay gente que hila muy bien y muy fino: Carnaval, unos trajes, unos locales, unas mesas, una partida casi en clandestinidad. Dicho de otra forma: febrero, unos EPI, los colegios, el deplorable y desgarrador juego de la pandemia de por medio, la gente con miedo a salir de sus casas... Pero es lo que tiene que gobierne España un presidente que se maneja en los casinos (políticos) mejor que un gato en la oscuridad.
El jefe de la pandemia de este país por supuesto que ya contaba con el miedo a salir a la calle. Y el desenlace era más predecible que el “dembow”, ese infernal ritmo chunda-chunda de un reguetón. Así que el resultado final era bastante presumible: la participación ha caído casi hasta el cincuenta por ciento, lo que supone cerca de unos 25 puntos menos que en las elecciones de 2017, cuando casi se rozó el ochenta por ciento de actividad en el voto por parte de la ciudadanía catalana.
Ahora solo nos queda esperar a conocer los pactos que se hagan por encima del tapete, y los que se lleguen a establecer por debajo de la mesa. Que si unos políticos presos por aquí, que si unas rebajas fiscales por allá. Una selección de fútbol catalana escondida por una manga, unas cuantas embajadas ocultas en la otra. Infinidad de mejoras en el sistema de financiación en el bolillo derecho, veto al Rey de España en el izquierdo. Y eso es lo que se ha votado. Tampoco parece que vaya a haber mucho más de lo que no se supiera que pasaría.
Por eso, a estas horas, es muy probable que más de una formación política española, excepto VOX, estará rasgándose las vestiduras. Tanto o más de lo que ya lo hiciera Rubén al enterarse de que habían vendido como esclavo a su hermano José en aquel tiempo bíblico. Y esta analogía no es baladí. Pero es lo que tiene callar y otorgar. Y jugar partidas al póquer, o a la ruleta, con personajes que se manejan extraordinariamente bien en el fango. En el lodo. En las porquerizas. Pero si has decidido aceptar: ahora a comer y a tragar. Y a esperar con toda la paz que se pueda a que llegue San Martín. Suelen decir los abuelos que si juegas con el tabernero perderás tiempo y dinero. Pues eso, que la suerte ya estaba echada. Todo lo que se había callado, ya lo tenemos aquí. Y el que no lo quiera ver, que se ponga gafas de leer. Bien clara estaba esta baza: rojo, par y pasa. Y eso es todo. No va más.
Es verdad que en esta ocasión el tema era menos complejo: los votantes que han ido a las urnas sabían sin engaños lo que se hacían. Fueron a votar conscientemente a un candidato más trasparente que un cristal. Un tipo que sanitariamente ha arruinado España y que, además, nunca ha escondido su tendencia hacia la fragmentación del territorio nacional.
No ha habido trilerismo por tanto en esta ocasión. Nadie ha silenciado nada. Las cartas estaban puestas sobre el tapete, e Illa y sus secuaces no iban de farol. Cierto también es que a ese full le ha ganado otro full. Incluso hasta ha sido más bajo, pero uniendo las cartas de todos los jugadores ha dado para lo que ha dado. Si el juego soporta esa regla no queda otra que aceptarla. Pero así va España y sus regiones, muy pocas veces gobierna el candidato que más veces se ha votado.
Este plan estaba escrupulosamente trazado. Hay gente que hila muy bien y muy fino: Carnaval, unos trajes, unos locales, unas mesas, una partida casi en clandestinidad. Dicho de otra forma: febrero, unos EPI, los colegios, el deplorable y desgarrador juego de la pandemia de por medio, la gente con miedo a salir de sus casas... Pero es lo que tiene que gobierne España un presidente que se maneja en los casinos (políticos) mejor que un gato en la oscuridad.
El jefe de la pandemia de este país por supuesto que ya contaba con el miedo a salir a la calle. Y el desenlace era más predecible que el “dembow”, ese infernal ritmo chunda-chunda de un reguetón. Así que el resultado final era bastante presumible: la participación ha caído casi hasta el cincuenta por ciento, lo que supone cerca de unos 25 puntos menos que en las elecciones de 2017, cuando casi se rozó el ochenta por ciento de actividad en el voto por parte de la ciudadanía catalana.
Ahora solo nos queda esperar a conocer los pactos que se hagan por encima del tapete, y los que se lleguen a establecer por debajo de la mesa. Que si unos políticos presos por aquí, que si unas rebajas fiscales por allá. Una selección de fútbol catalana escondida por una manga, unas cuantas embajadas ocultas en la otra. Infinidad de mejoras en el sistema de financiación en el bolillo derecho, veto al Rey de España en el izquierdo. Y eso es lo que se ha votado. Tampoco parece que vaya a haber mucho más de lo que no se supiera que pasaría.
Por eso, a estas horas, es muy probable que más de una formación política española, excepto VOX, estará rasgándose las vestiduras. Tanto o más de lo que ya lo hiciera Rubén al enterarse de que habían vendido como esclavo a su hermano José en aquel tiempo bíblico. Y esta analogía no es baladí. Pero es lo que tiene callar y otorgar. Y jugar partidas al póquer, o a la ruleta, con personajes que se manejan extraordinariamente bien en el fango. En el lodo. En las porquerizas. Pero si has decidido aceptar: ahora a comer y a tragar. Y a esperar con toda la paz que se pueda a que llegue San Martín. Suelen decir los abuelos que si juegas con el tabernero perderás tiempo y dinero. Pues eso, que la suerte ya estaba echada. Todo lo que se había callado, ya lo tenemos aquí. Y el que no lo quiera ver, que se ponga gafas de leer. Bien clara estaba esta baza: rojo, par y pasa. Y eso es todo. No va más.
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