El Gobierno de los lobos
Érase una vez un cuento que hablaba de las mentiras de un pastor llamado Pedro que engañaba a los otros pastores gritando ¡qué viene el lobo!
Pero con la llegada de los adanes del tercer milenio, se establecieron unas extrañas correcciones y censuras burlescas, en las que nada era lo que era, sino lo contrario y lo inverso. Así, que ese cuento ya no valía.
Ahora había que gritar ¡qué vienen las ovejas!
Así idearon un plan político para que las ovejas les votaran, con promesas de igualdad y todo eso, de manera que luego se aliaría con los lobos para comerse todos juntos a las ovejas, hasta que no quedase ninguna. Y les dirían que no se preocuparan que era por su bien.
Había que hacer otro cuento. Ya nadie era libre de beber leche ni de oveja, sin ser señalado como maltratador, ni de vaca, y porque ordeñar a la vaca podría ser incluso acoso, que comer carne no era un pecado religioso de ayuno, sino un dislate propio de seres omnívoros, y que debían reconvertir su dieta paleolítica en herbívora.
Tampoco los lobos debían ser controlados por la naturaleza de la caza, sino absueltos para que crecieran, se multiplicaran y se comieran a las ovejas tranquilamente, arruinando así a los ovejeros, que con mimo cuidan a sus animales con perros adiestrados, pero que debían ofrendar y adorar a los lobos protegidos por los nuevos pastores, claro.
Decidieron que no era suficiente, y que era mejor aliarse en la ciudad contra todo lo rural, porque eso del campo era todo primitivo y antiguo.
Tal vez habría que buscar alguna solución, alguna comisión para debatir si la comida de cemento, tal vez de ladrillos, era viable ya que los productos del campo iban a ser todos prohibidos. Así, todos estos líderes y sus amigas fundamentaron una nueva construcción bíblica en la que fuera ilícita comer manzanas, o patatas, por qué no. Los censores y las inquisidoras dijeron que ya era hora de cambiar la historia, que todos esos cuentos antiguos eran una farsa. Había que permitir que cualquier animal político se inventara las leyes de la naturaleza sin importar la ruina de los campesinos o trabajadores del campo, la verdad que sí, porque madrugar tanto para ordeñar al ganado todas las mañanas, o trabajar de sol a sol es un castigo divino, y así, todos los pastores normales debían hacerse políticos, sindicalistas de sillón y vagos por iguales.
-¿Y qué vamos a comer? -dijo uno, un poco ignorante.-¿Cómo que qué vamos a comer? Pues mariscadas -contestó ufano.Y entonces otro preguntó, sin darse cuenta:-Oye, ¿los mariscos son animales?, ¿hay que protegerlos?-Sí, sí, hay gente que trabaja y vive de marisquear.-Pues eso no puede ser -dijo el jefe, o jefa.-¿Y qué hacemos?-Pues cerramos los bares. Y a los otros les pareció bien.-Y entonces, ¿dónde nos reunimos? -dijo una fiscala que pasaba por allí tan contenta.-Pues, vamos a convocar a nuestros amigos lobos a ver qué opinan.Y otro dijo:-Igualdad, igualdad, y a las lobas, y a las lobas.Y otro dijo:-Eso, eso, vamos a proteger también a los tiburones.
Así, acordaron que éste gobernaría con todes sus amigues, les lobes, les tiburones,...
-¿Y qué hacemos con les ovejes? -dijo otro-Nada, nada tú, que nos sigan votando, que para esto nos han elegido.
Y así, todos los lobos y lobas se fueron a comer otra mariscada, mientras Pedro gritaba, ¡qué vienen las ovejas! Y es que su idea era que votasen otra vez por él, líder de ovejas y lobos, aunque mentiroso. Y colorín colorado... ¡uy perdón!, o rojín o rojeado, este cuentín se acabará acabando.
![[Img #109358]](https://madridpress.com/upload/images/02_2021/6918_lobosovejas14sv.jpg)
Pero con la llegada de los adanes del tercer milenio, se establecieron unas extrañas correcciones y censuras burlescas, en las que nada era lo que era, sino lo contrario y lo inverso. Así, que ese cuento ya no valía.
Ahora había que gritar ¡qué vienen las ovejas!
Así idearon un plan político para que las ovejas les votaran, con promesas de igualdad y todo eso, de manera que luego se aliaría con los lobos para comerse todos juntos a las ovejas, hasta que no quedase ninguna. Y les dirían que no se preocuparan que era por su bien.
Había que hacer otro cuento. Ya nadie era libre de beber leche ni de oveja, sin ser señalado como maltratador, ni de vaca, y porque ordeñar a la vaca podría ser incluso acoso, que comer carne no era un pecado religioso de ayuno, sino un dislate propio de seres omnívoros, y que debían reconvertir su dieta paleolítica en herbívora.
Tampoco los lobos debían ser controlados por la naturaleza de la caza, sino absueltos para que crecieran, se multiplicaran y se comieran a las ovejas tranquilamente, arruinando así a los ovejeros, que con mimo cuidan a sus animales con perros adiestrados, pero que debían ofrendar y adorar a los lobos protegidos por los nuevos pastores, claro.
Decidieron que no era suficiente, y que era mejor aliarse en la ciudad contra todo lo rural, porque eso del campo era todo primitivo y antiguo.
Tal vez habría que buscar alguna solución, alguna comisión para debatir si la comida de cemento, tal vez de ladrillos, era viable ya que los productos del campo iban a ser todos prohibidos. Así, todos estos líderes y sus amigas fundamentaron una nueva construcción bíblica en la que fuera ilícita comer manzanas, o patatas, por qué no. Los censores y las inquisidoras dijeron que ya era hora de cambiar la historia, que todos esos cuentos antiguos eran una farsa. Había que permitir que cualquier animal político se inventara las leyes de la naturaleza sin importar la ruina de los campesinos o trabajadores del campo, la verdad que sí, porque madrugar tanto para ordeñar al ganado todas las mañanas, o trabajar de sol a sol es un castigo divino, y así, todos los pastores normales debían hacerse políticos, sindicalistas de sillón y vagos por iguales.
-¿Y qué vamos a comer? -dijo uno, un poco ignorante.-¿Cómo que qué vamos a comer? Pues mariscadas -contestó ufano.Y entonces otro preguntó, sin darse cuenta:-Oye, ¿los mariscos son animales?, ¿hay que protegerlos?-Sí, sí, hay gente que trabaja y vive de marisquear.-Pues eso no puede ser -dijo el jefe, o jefa.-¿Y qué hacemos?-Pues cerramos los bares. Y a los otros les pareció bien.-Y entonces, ¿dónde nos reunimos? -dijo una fiscala que pasaba por allí tan contenta.-Pues, vamos a convocar a nuestros amigos lobos a ver qué opinan.Y otro dijo:-Igualdad, igualdad, y a las lobas, y a las lobas.Y otro dijo:-Eso, eso, vamos a proteger también a los tiburones.
Así, acordaron que éste gobernaría con todes sus amigues, les lobes, les tiburones,...
-¿Y qué hacemos con les ovejes? -dijo otro-Nada, nada tú, que nos sigan votando, que para esto nos han elegido.
Y así, todos los lobos y lobas se fueron a comer otra mariscada, mientras Pedro gritaba, ¡qué vienen las ovejas! Y es que su idea era que votasen otra vez por él, líder de ovejas y lobos, aunque mentiroso. Y colorín colorado... ¡uy perdón!, o rojín o rojeado, este cuentín se acabará acabando.
Madrileño | Sábado, 20 de Febrero de 2021 a las 17:28:47 horas
Entretenido y muy ilustrativo artículo sr.Rosado.
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