"El Congreso de los Diputados ha decidido seguir adelante con la tramitación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. Es una mala noticia, pues la vida humana no es un bien a disposición de nadie", subrayan los obispos de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Según precisan "el sí a la dignidad de la persona, más aún en sus momentos de mayor indefensión y fragilidad", les "obliga" a "oponerse" a esta ley que, "en nombre de una presunta muerte digna, niega en su raíz la dignidad de toda vida humana".
"No se entiende la propuesta de una ley para poner en manos de otros, especialmente de los médicos, el poder quitar la vida de los enfermos", insisten.
La Conferencia Episcopal Española ha reflexionado repetidas veces sobre este asunto. El último texto fue publicado el pasado 1 de noviembre de 2019 bajo el título 'Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de la vida humana'.
A su juicio, quienes desean favorecer la eutanasia y el suicidio asistido parten de "premisas ideológicas" y son "inconsistentes". "Se afirma una radical autonomía individual y, al mismo tiempo, se reclama una intervención 'compasiva' de la sociedad a través de la medicina, originándose una incoherencia antropológica", critican.
Para los obispos, insistir en el 'derecho a la eutanasia' es propio de "una visión individualista y reduccionista" del ser humano y de "una libertad desvinculada de la responsabilidad".
También señalan que "se niega la dimensión social del ser humano, 'diciendo mi vida es mía y sólo mía y me la puedo quitar' y, por otro lado, se pide que sea otro --la sociedad organizada-- quien legitime la decisión o la sustituya y elimine el sufrimiento".
Los obispos creen que la pandemia del Covid-19, con la muerte en soledad de tantos enfermos y mayores, interpela a los ciudadanos para recordarles que son "responsables unos de otros".
Por otro lado, advierten de que la legalización de formas de suicidio asistido "no ayudará" a "quienes están tentados por el suicidio".
Para los obispos, "no hay enfermos incuidables, aunque sean incurables" y, por ello, abogan por una adecuada legislación de los cuidados paliativos.
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