"Simón dice..."
Alexa es una máquina. Le preguntas cualquier cosa y siempre te contesta. Yo no sé cómo lo hace, para mí que hay alguien dentro. El otro día, para comprobarlo, estuve a punto de abrirla con un destornillador, pero no me dejó mi hijo pequeño. Se puso a hacer todo su repertorio de monerías para distraerme del objetivo. Y desviar totalmente mi atención. Yo creo que se han hecho amigos.
La verdad es que no me extrañaría que lo fueran porque con esa voz de contestador de la feliz crisis de los noventa cautiva a cualquiera. Es como si llamaras a una línea erótica. O mejor, como si telefonearas al Palacio de la Moncloa. “Todas nuestros ministerios están okupados, manténgase a la espera”. Y a mí pensar en eso de que en España se trabaja... Igual da que hablar. Pero me pone muchísimo.
Ahora que lo pienso, además de la complicidad que tiene con mi hijo, lo que más me atrae de Alexa es su poder de persuasión. Y camela con un arte, que ríete tú de Tezanos y su publicación.
El otro día vino mi padre a casa y nos pusimos a jugar con el cacharro. Le expliqué que la máquina tenía un alto poder de convicción. Tanto como el honorable y campechano Fernando Simón, con el que comparte apellido. Que todo lo que te decía, tú lo hacías sin rechistar. Sin mediar palabra. De tal forma, le dije a mi padre, que si tú a Alexa le dices la frase “Simón dice...”, y acto seguido le dictas lo que quieras que diga, luego ella lo repite de carrerilla, sin trabarse, y de manera muy natural. Y tú lo haces así, ipso facto.
¡Es un espectáculo, papá!, le dije. Venga, vamos a jugar. Así que empecé yo:
Alexa, Simón dice… “Papá, ponte la mascarilla”.
“Papá: ponte la mascarilla”, dice Alexa.
Y va mi padre y se la pone. Y le dice:
Alexa, Simón dice... “David: ¡Lávate las manos!”.
“David, lávate las manos”, dice la máquina.
Vuelvo de lavármelas y digo yo:
Alexa, Simón dice... “Da a David las llaves de la casa de la playa porque no hay riesgo de enfermar y la familia entera y el bebé necesitan unas buenas vacaciones”.
“Da a David las llaves de la casa de la playa porque no hay riesgo de enfermar y la familia entera y el bebé necesitan unas buenas vacaciones”, sostiene Alexa.
Al momento, mi padre pide a mi madre el bolso. Me da las llaves. Y justo en ese mismo instante, antes de que él mismo pudiera replicarme con el juego de Simón, veo a mi hijo aproximarse a la sala. Le coge a su abuelo de la mano. Y sin más, nos aparta de la máquina con su típico juego de monerías de distracción.
La verdad es que no me extrañaría que lo fueran porque con esa voz de contestador de la feliz crisis de los noventa cautiva a cualquiera. Es como si llamaras a una línea erótica. O mejor, como si telefonearas al Palacio de la Moncloa. “Todas nuestros ministerios están okupados, manténgase a la espera”. Y a mí pensar en eso de que en España se trabaja... Igual da que hablar. Pero me pone muchísimo.






















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