Hasta la noche del sábado, el país registraba 75.376 casos de COVID-19, con 1.481 muertes, un resultado exitoso en comparación con varios de sus vecinos sudamericanos.
Sin embargo, la contracción de la actividad productiva, en un país que lleva ya dos años de una grave crisis económica, está mostrando la otra cara de la pandemia.
“Si no trabajo, es jodido (difícil). También la comida es cara. El hambre no te espera”, dijo a Reuters Antonio Chenarce, un panadero de 49 años que perdió su empleo durante la cuarentena obligatoria decretada en marzo en Argentina, que aún se mantiene en la ciudad de Buenos Aires.
Chenarce vive confinado por la pandemia en una casita de un ambiente con su esposa y sus tres hijos, en un barrio humilde de la capital argentina. No ha podido hacer siquiera venta callejera en las últimas semanas por la cuarentena que atraviesa Buenos Aires.
“Ya tenemos un nivel de crecimiento de la pobreza que va mucho mas allá de lo que Argentina podía prever aun en sus peores pesadillas”, señaló Roberto Valent, coordinador residente de la ONU en Argentina.
“Se trata de un aumento fuerte de pobreza y hablamos también de más o menos el 58,6% de pobreza a nivel de niños, niñas y adolescentes”, explicó.
Mientras Argentina renegocia la reestructuración de una deuda externa de 65.000 millones de dólares, los economistas esperan que su PIB caiga un 12% este año, lo que podría afectar hasta 850.000 empleos, según Valent.
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