No nos hinchen las pelotas
Creo que fue Bill Shankly, un histórico de Anfield, quien dijo esa famosa frase que reza “algunos piensan que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero realmente es algo mucho más importante que eso”. Ahora, en estos días de desfase, se me viene mucho a la cabeza esta perla que nos dejó el bueno de Bill. Primero porque, siendo seguidor de mi Atleti, se me hiela la sangre al releer el estudio realizado por Edge Health, del que se hacía eco The Times, que cifraba en cuarenta y una las personas fallecidas por el bicho, tras el partido de vuelta de Champions, que disputaron el Atleti y el Liverpool en campo inglés. Después, porque tampoco se me va de la mente que, tan solo cuatro días antes, estaba yo en el Metropolitano gritando al viento Forza Atleti con todo lo que daba mi garganta junto, al menos, sesenta y cinco mil hermanos indios.
De esa tarde también recuerdo que, tras el partido, estuve con mi familia celebrando el cumpleaños de mi madre. Hijos, sobrinos, tíos, padres y abuelos. Cuatro abuelos había concretamente, ya mayores de ochenta años. Gracias a Dios seguimos vivos todos por el momento, pero me pregunto si realmente alguien no habrá perdido a un ser querido por haber ido al campo. No me gustaría estar en esa cabeza y tener toda una vida por delante. En cuanto a mis vecinos de abono, no tengo noticias del compañero de mi izquierda, mayor de setenta años, y tampoco creo que ahora esté preparado para recibirlas.
La persona que en apariencia está como una rosa es Irene Montero, que sobrevivió al beso del bicho en el ocho eme gracias al cielo, a su lozanía y al profesional sanitario madrileño en este caso. “Podría haber sido cierre de ministerio”. (Tía, piénsalo). No ha sido así. No. Pero sí ha habido cierre de no sabemos cuántos negocios de familias, sin piscina ni tinaja, con sueldos muy ajustados. Ajustadísimos. Y, lo que es peor, al apagón de muchas vidas por no saber de buena tinta que había que “mantener un metro (tres pies) de distancia entre usted y las demás personas”, como así lo recoge una circular interna del Servicio de Riesgos Laborales de la Delegación del Gobierno del veintiocho de febrero, según ha hecho público El Confidencial. Poco a poco se va conociendo el percal, como dice Rosendo Mercado. Y a no mucho tardar, cada mochuelo irá a su olivo. Y cada cacerola tendrá su faisán.
Tiempo al tiempo. Aunque, entre tanto, el que no pierde ripio usando el fútbol de Bill Shankly, y de todos los españoles, como instrumento de propaganda, es el ministro Salvador (Illa) y el experto en pandemias, Fernando Simón. Y como está de moda el tema de los Zooms y las videollamadas, el filósofo y el médico, codo con codo, junto a Irene Lozano, han dado la enhorabuena a algunos capitanes (de quipos de fútbol, no de la Guardia Civil, entiéndase) por lo bien que se portan. Al parecer el que no ha querido estar ha sido Sergio Ramos, que les ha roto la cintura a lo Panenka. Supongo que el capitán de España ya iba con la lección bien aprendida. Con aquellas fotos de Zapatero con unas copas por aquí. Y con un retrato de aplauso de Sánchez tras la moción de censura por allá.
Nos separa una distancia enorme al camero y a mí. Las razones son obvias. Pero a Dios lo que es de Dios, y al domingo lo que es de Ramos. Seguro que el vikingo tiene presente aquella enganchada del por entonces candidato Sánchez con David De Gea, al que utilizó para lanzarle un ladrido desaprensivo con fines populistas, sin brindarle la presunción de inocencia al cancerbero: “No me siento cómodo viendo a De Gea como portero de la selección española después de ver su nombre salpicado y denunciado por una menor”, dijo. Luego la justicia dio la razón al portero. Pero, como siempre, el daño ya estaba hecho. Al perro que es traicionero no le vuelvas el trasero, capitán. Por eso entiendo que dejaras colgados a Todos los hombres del presidente en este escándalo de water closet.
El fútbol mueve montañas. Lo saben hasta los perros. Y si dice Karl Marx que la religión es el opio del pueblo, entonces el fútbol es la única religión que no tiene ateos. Lo ha dicho Galeano. Y como lo saben, pues eso. Que nos lían. Que nos utilizan. Y nos dicen que no pasa nada si vas al fútbol el día siete de marzo; o si viajas con más de 3.000 compañeros rojiblancos a Liverpool el día once. Aunque ya todo el consejo de ministros supiera que la cosa pintaba fea. Y que en Italia los campos de fútbol se estaban vaciando. Y que los campos santos se iban llenando de seguidores azzurros que viajaban sin boleto de regreso directos al tercer anfiteatro.
¡Ay, presidente! ¡Pero cuánto te equivocas politizando lo que es más que una cuestión de vida o muerte! “Porque se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué”, dijo en su día El Pibe de Oro. Toma nota de El Pelusa, Sánchez. El karma es lo que tiene. Y bien lo sabe Maradona. Pero hasta que te llegue, por favor, olvídate de las fotos. A los que amamos la vida y el fútbol, como el viejo Bill, déjanos tranquilos. No obstante, eso sí, procura que el ambiente sea seguro. No te vayas a equivocar nuevamente. En cuanto al deporte rey estrictamente, no te preocupes: los españoles hemos demostrado que entendemos de fútbol. Fuimos campeones del mundo. Sabemos de balones. No hace falta que nos hinchen las pelotas.
De esa tarde también recuerdo que, tras el partido, estuve con mi familia celebrando el cumpleaños de mi madre. Hijos, sobrinos, tíos, padres y abuelos. Cuatro abuelos había concretamente, ya mayores de ochenta años. Gracias a Dios seguimos vivos todos por el momento, pero me pregunto si realmente alguien no habrá perdido a un ser querido por haber ido al campo. No me gustaría estar en esa cabeza y tener toda una vida por delante. En cuanto a mis vecinos de abono, no tengo noticias del compañero de mi izquierda, mayor de setenta años, y tampoco creo que ahora esté preparado para recibirlas.
La persona que en apariencia está como una rosa es Irene Montero, que sobrevivió al beso del bicho en el ocho eme gracias al cielo, a su lozanía y al profesional sanitario madrileño en este caso. “Podría haber sido cierre de ministerio”. (Tía, piénsalo). No ha sido así. No. Pero sí ha habido cierre de no sabemos cuántos negocios de familias, sin piscina ni tinaja, con sueldos muy ajustados. Ajustadísimos. Y, lo que es peor, al apagón de muchas vidas por no saber de buena tinta que había que “mantener un metro (tres pies) de distancia entre usted y las demás personas”, como así lo recoge una circular interna del Servicio de Riesgos Laborales de la Delegación del Gobierno del veintiocho de febrero, según ha hecho público El Confidencial. Poco a poco se va conociendo el percal, como dice Rosendo Mercado. Y a no mucho tardar, cada mochuelo irá a su olivo. Y cada cacerola tendrá su faisán.
Tiempo al tiempo. Aunque, entre tanto, el que no pierde ripio usando el fútbol de Bill Shankly, y de todos los españoles, como instrumento de propaganda, es el ministro Salvador (Illa) y el experto en pandemias, Fernando Simón. Y como está de moda el tema de los Zooms y las videollamadas, el filósofo y el médico, codo con codo, junto a Irene Lozano, han dado la enhorabuena a algunos capitanes (de quipos de fútbol, no de la Guardia Civil, entiéndase) por lo bien que se portan. Al parecer el que no ha querido estar ha sido Sergio Ramos, que les ha roto la cintura a lo Panenka. Supongo que el capitán de España ya iba con la lección bien aprendida. Con aquellas fotos de Zapatero con unas copas por aquí. Y con un retrato de aplauso de Sánchez tras la moción de censura por allá.
Nos separa una distancia enorme al camero y a mí. Las razones son obvias. Pero a Dios lo que es de Dios, y al domingo lo que es de Ramos. Seguro que el vikingo tiene presente aquella enganchada del por entonces candidato Sánchez con David De Gea, al que utilizó para lanzarle un ladrido desaprensivo con fines populistas, sin brindarle la presunción de inocencia al cancerbero: “No me siento cómodo viendo a De Gea como portero de la selección española después de ver su nombre salpicado y denunciado por una menor”, dijo. Luego la justicia dio la razón al portero. Pero, como siempre, el daño ya estaba hecho. Al perro que es traicionero no le vuelvas el trasero, capitán. Por eso entiendo que dejaras colgados a Todos los hombres del presidente en este escándalo de water closet.
El fútbol mueve montañas. Lo saben hasta los perros. Y si dice Karl Marx que la religión es el opio del pueblo, entonces el fútbol es la única religión que no tiene ateos. Lo ha dicho Galeano. Y como lo saben, pues eso. Que nos lían. Que nos utilizan. Y nos dicen que no pasa nada si vas al fútbol el día siete de marzo; o si viajas con más de 3.000 compañeros rojiblancos a Liverpool el día once. Aunque ya todo el consejo de ministros supiera que la cosa pintaba fea. Y que en Italia los campos de fútbol se estaban vaciando. Y que los campos santos se iban llenando de seguidores azzurros que viajaban sin boleto de regreso directos al tercer anfiteatro.
¡Ay, presidente! ¡Pero cuánto te equivocas politizando lo que es más que una cuestión de vida o muerte! “Porque se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué”, dijo en su día El Pibe de Oro. Toma nota de El Pelusa, Sánchez. El karma es lo que tiene. Y bien lo sabe Maradona. Pero hasta que te llegue, por favor, olvídate de las fotos. A los que amamos la vida y el fútbol, como el viejo Bill, déjanos tranquilos. No obstante, eso sí, procura que el ambiente sea seguro. No te vayas a equivocar nuevamente. En cuanto al deporte rey estrictamente, no te preocupes: los españoles hemos demostrado que entendemos de fútbol. Fuimos campeones del mundo. Sabemos de balones. No hace falta que nos hinchen las pelotas.






















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