Unidas Podemos, o sea, Belarra, Montero y cuatro más, pretenden vender a estas alturas la política de apaciguamiento que ya se intentó y que resultó infructuosa, pero pretenden algo aún peor: que Ucrania se rinda. Esto es, que acepte las inadmisibles condiciones de Putin, que se convierta en un estado títere, vasallo, de Rusia, que se olvide de sus libertades, de su integridad territorial, de su dignidad nacional, de su gobierno legítimo, de sus instituciones, de sus miles de muertos y heridos por la agresión infame, y de sus millones de refugiados.
Belarra, Montero y cuatro más hablan de diplomacia, de diálogo y de paz, pero no saben de lo que hablan. Se oponen a la ayuda a Ucrania, que por desgracia no puede ser ya otra que la del envío de armas con las que defenderse, en nombre de la paz, pero si no han llegado al último grado de idiocia y de ceguera, deberían percatarse de que la paz ya no existe, que esa flor ha sido ya irremediablemente pisoteada. Hace bien Pedro Sánchez en no tomar en consideración esa inoportunísima puerilidad de sus socios de gobierno, y mejor aún Yolanda Díaz, que es una persona sensata, en enfrentarse a ella.
Si la cobarde invasión de Ucrania no fuera de criaturas despedazadas por la metralla, de casas, hospitales y universidades bombardeadas, de una brutal acometida, en fin, de la barbarie contra la civilidad, lo de Belarra, Montero y cuatro más daría para improvisar unos chistes y ya está, pero el sufrimiento de Ucrania es real, no como "la paz" de Podemos, y merece, cuando menos, respeto.
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