Obviamente, no. Por mucho que les pese a los eruditos del sarao televisivo, Putin no va a cambiar sus planes. Y mucho menos con la tibieza, la flojera y la indolencia que demuestran algunas autoridades eurolerdas ante un hecho humanitario máximo.
Resulta muy poético ese sermón de la patraña que se marca ahora la vieja Europa del Pleistoceno. Pero las palabras se las lleva el viento. Al hambre que deja la guerra, no.
Porque si las palabras no van acompañadas de hechos pueden embelesar al ciudadano europeo durante un tiempo, como ha sucedido con la pandemia. Pero al final la gente termina por darse cuenta de la ineptitud de los de siempre. Que ni dirigen, ni gestionan, ni ayudan a que vivamos mejor. Y, para muestra, aquí tenemos un nuevo botón.
Algunas nimias y pobres medidas macroinstitucionales pueden maquillar el desastre organizacional europeo al menos durante un momento, eso es verdad. Pero no son suficientes, y mucho menos determinantes, para la resolución de un conflicto de tamaña magnitud.
En este momento -a petición de los Gobiernos del Viejo Continente y de las instituciones supranacionales- solo las empresas están mostrando firmeza ante Rusia. Y probablemente esa sea la evidencia más contundente de que estamos a las puertas de un nuevo modelo de Estado. Al menos para Occidente.
Nos hallamos ante una nueva forma de gobernar en la que las grandes compañías van a estar operativa y económicamente muy por encima de los Gobiernos, y de su ya evidenciada ineficacia institucional en todos los sentidos. Solo hay que preguntarse por qué empresarios como Richard Branson, Jeff Bezos o Elon Musk están liderando ahora la carrera espacial y son mucho más populares que la mayoría de las autoridades políticas de sus respectivos países.
Virgin, Amazon o Tesla son solo algunos ejemplos del gran poderío que ostentan las empresas sobre los Estados. Podríamos seguir citando a corporaciones tan relevantes como Apple, Microsoft, Meta, G, Alibaba, Pfizer o Johnson & Johnson, porque con ellas se ha podido comprobar en la pandemia, y también en esta contienda, que si va a haber paz, o si va a reinar la guerra, va a depender mucho del respeto que tengan los Estados a las grandes multinacionales. Porque nos está quedando muy claro que son las grandes compañías las que ahora tienen la llave para poner fin a este o a cualquier otro conflicto. Aunque, eso sí es verdad, lamentablemente el botón atómico sigue en manos de políticos tarados. De esos locos que nunca han sabido hacer una “o” con un canuto. A no ser que sea el de fumar.
David Lavilla | Miércoles, 30 de Marzo de 2022 a las 01:50:44 horas
Estimado lector. Gracias por su comentario. Yo creo que en España existen empresas que tienen un potencial internacional importante: Inditex, Santander, BBVA, Telefónica, Mercadona... Pero aquí da la sensación de que nos avergonzamos de su relevancia. Estaría bien analizar por qué nos sucede esto aquí y no en otros países. Soy de los que piensa que si se potenciara más la industria -sin acomplejarnos tanto- en España estaríamos todavía mucho mejor posicionados mundialmente. Pero tienen que ser los políticos los que empiecen a no tirar piedras contra su propio tejado. Pero en España ahora eso es difícil, porque a Pedro Sánchez le puede más su vanidad que otra cosa. Y vería eclipsar aún más su deteriorada marca personal.
Un saludo y nuevamente gracias por aportar a este diario su punto de vista.
Accede para responder